•Prólogo

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(Narra la autora)

La vida...

Una palabra, infinitos sentimientos expresados. ¿Cuál es el significado real de la vida? ¿Por qué nos trajo a este mundo? ¿Con qué fin? Son respuestas que nunca podremos saber con certeza, ni tampoco saber cómo demostrarlo científicamente aunque se piense detenidamente.

La vida puede sonreírnos, pero también para algunos puede ser muy cruel y desdichada... Ahora, me pregunto yo, ¿para qué vivir si vas a estar toda la vida llorando o sufriendo? ¿Por qué no podemos elegir nuestro destino? ¿Por qué se comporta así con nosotros?

El destino...

El destino puede jugarnos una mala pasada, pero también puede ser lo contrario y cambiar totalmente su rumbo inesperadamente para bien. Hay algunos que somos despreocupados—aunque también tenemos problemas por mucho que queramos ocultarlos, pero de menor importancia comparado con otros—y como somos tan egoístas y solo pensamos en nosotros mismos, somos inconscientes de las catástrofes que les ocurren a los demás y no nos damos cuenta precisamente por eso, porque no nos incumbe para nada.

A pesar de eso, seguimos estando constantemente reprochando el día a día que vivimos o quejándonos y no valoramos lo que tenemos, cuando otros, con perdón de la palabra, no tienen ni una mierda. En este caso, si recapacitas un poco, ¿no crees que es mejor que vivamos felices y con las menos preocupaciones posibles, poniendo un poquito de nuestra parte para ayudar a aquellos infelices que en verdad nos necesitan? La vida, por si no os habéis dado cuenta o no lo habéis asimilado, es solo una y y digo yo: "para qué coño sirve vivir como una porquería pensando en gilipolleces y siendo melodramáticos, pudiendo estar bien si realmente pones un esfuerzo y empeño de tu parte".

En esta vida, al nacer y antes de hacerlo, no podemos tomar decisiones ni elegir nada al respecto que nos incumba a nosotros mismos. No elegimos quién serán nuestros padres, dónde viviremos, de qué sexo y raza seremos, cómo aparentaremos ser, ni cuál será nuestra propia personalidad—que es lo que nos servirá para definirnos como personas—pero eso no quiere decir que luego no queramos o no podamos modificarlo según nuestro antojo.

Eso es lo que nos hace ser únicos.

Eso es lo que hace poder identificarnos.

Eso es lo que hace que nos llamemos personas.

Así que, no deberíamos de juzgar a la gente por cómo es, por sus creencias o miles de cosas más en cuanto a él/ella porque nosotros, sin saberlo—la estés acosando, burlando, molestando, metiéndose en su vida cuando tú no sabes nada sobre ella, etc—, puede que esté pasando un momento crudo, ya sea por problemas económicos, familiares, pasando pesadumbres en su país, u otras cosas y, por culpa nuestra, la destrocemos más aún por dentro. Deberíamos de ponernos en la piel del otro en vez de hacer las cosas sin pensar antes en las consecuencias. Pero nadie, y cuando digo nadie es nadie, sabe reconocerlo y poder remediarlo. Después de todo, somos humanos y nos equivocamos. Pero no es bueno que lo hagas incontable de veces. No, no está para nada bien.

Por eso, el destino de una persona puede ser realmente doloroso porque nadie elige cómo será su vida ni los acontecimientos que ocurrirán en ella. Si no, no tendría sentido vivir sabiendo tu futuro. Tampoco tendría gracia porque ya sabrías qué va a suceder y que te pasará a lo largo de tu vida. Muchos estamos equivocados. Si todo pasa es porque tiene que pasar, para aprender de ello y saber afrontarlo y remediarlo por ti mismo, poniéndote aprueba si tienes la suficiente valentía como para hacerlo tú solo. Si no, todos seríamos perfectos. Yo creo que no deberíamos de culpar a la vida que hemos conseguido o al destino que te hayan dado por los infinitos disgustos que te hayan ocurrido. Yo realmente pienso que deberíamos de dejarlos a un lado y aprender de aquellas personas que saben superar los obstáculos que les esperan en el camino y que, a pesar de ello, siguen adelante como pueden siempre con una sonrisa y arriesgando todo, llegando a poder sobrevivir o incluso morir.

Dicho esto, quiero relatar la historia de cómo dos personas como otros cualquiera—los cuáles vivían en un lugar mediocre y lleno de oscuridad—y cómo el destino se puso a su favor, haciendo para ello, que se conozcan el uno y el otro. Este simple hecho marcará el principio de todo: cambiará de forma brusca, pero medianamente lenta, su vida y sus pensamientos sobre ella.

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Sé lo que estáis pensando, sí, lo sé. ¿Cómo lo sé? Os estaréis preguntando... Pues porque soy capaz de leer vuestros pensamientos, así de fácil (okno, dejémonos de chorradas -.-").

Ñe, lo que quería decir es por qué he puesto esto de prólogo. Sinceramente... ni yo misma lo sé. ¿Tal vez por rellenar? Nah, qué va. Es que en el anterior fic habían saltos en el tiempo pero en este, por desgracia, no empieza igual y no sabía si empezar la historia o poner de metida algo "filosófico" mío, como siempre. He puesto esto porque tiene un pelín que ver, no lo pongo porque me sale de... la punta del pie, sí, eso mismo (Nah, mentira, en realidad iba a poner otra cosa, supongo que lo sabréis XD).

Nah, la verdad es que no tenía ni idea de comenzar esto, lo interesante ocurrirá más adelante... pero ya para el viernes xD (Será muy emocionante, la verdad es que me gusta cómo me ha quedado, ya veréis). Iba a colgarlo el lunes pero tengo examen de matemáticas y el resto de días de geografía, lengua y alemán entre otras, así que quería este finde para estudiar porque son los parciales y dentro de dos semanitas los finales ya (ya puedo ir preparándome para cuando llegue la hora de la verdad... ¡VOY A MORIIIR! Okno, no exageremos).

Yyy bueno, no tengo nada más que decir. Espero lo de siempre (comentarios, votos o seguir leyendo). Bye bye, os quieeroo cieliness <3 ;3


Amor prohibido, corazón enloquecidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora