Capítulo 8

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Quiero escapar de esta dura realidad, 
porque se que aunque lo ignore todo esto es verdad, 
busco un lugar para escapar con solo un salto, 
yo soy una sombra en el asfalto.

(Alejandro López)

ORIANA

Todo esto era demasiado para mí. El secuestro, el abuso, el aislamiento de la civilización, apartada por la fuerza de la única persona, en el mundo, que siempre había estado para mí. ¿Qué sería de mi tía? ¿Estaría bien? El solo pensar en no verla nunca más me llenaba de angustia. Debía luchar por mantenerme con vida en esta prisión. Debía hacerlo por ella.

Las miradas que cruzaban entre ellos me ponían nerviosa. Hubo un antes y un después de lo sucedido con Horacio. Antes, Octavio, mantenía la distancia entre él y yo. Ahora esa distancia se había acortado, en un par de ocasiones nos hizo el desayuno, una noche me arropó antes de irse a dormir y hasta había hecho algún chiste sobre lo delgada que estaba. No me gustaba. Era demasiado extraño su comportamiento y me preocupaba, había encendido, en mi interior, todas las alertas. Los días que siguieron al suceso intenté no llamar demasiado la atención sobre mi persona; casi ni hablaba, trataba de alejarme de ellos cada vez que andaban cerca, pasaba gran parte del día en el baño con cualquier escusa. Sin embargo, ellos, insistían en comportarse con normalidad ante la realidad, como si fuéramos tres amigos que habían decidido vivir juntos.  

Habían pasado unos cuantos días, ya no recuerdo cuantos en realidad, desde que intentara huir, por segunda vez y ellos se esforzaban tanto en tratarme como una más de ellos que se presentó una oportunidad única para mí. Octavio dejó descuidado el teléfono móvil sobre la mesa cuando salieron a buscar más leña. Arrastré el sillón donde estaba esposada y lo tomé para llamar a mi tía Olga.

─ Hola─ su voz era una mezcla de preocupación y resignación. Me quedé muda al oírla sin saber que decir. No estaba segura de su reacción cuando oyera mi voz.

─ Hola, tía… soy yo─ fue todo lo que pude decir sin que se me quebrara la voz, las lágrimas pugnaban por salir, pero las contuve con una fuerza de voluntad extraordinaria. El silencio que siguió me preocupó sobremanera─ ¿estás ahí?─ pregunté asustada de que le hubiera pasado algo.

─ Si… ¿Oriana?─  preguntó sorprendida. Una cálida lágrima trazó un camino por mi mejilla. Sentí que hacían siglos que no escuchaba mi nombre salir de sus labios <<Controlate, no la asustés>> pensé y me obligué a mantener la compostura.

─ Sí, tía soy yo… te llamé para decirte que estoy bien. Por favor, por favor no te preocupés por mí─ las palabras sonaron como un susurro, pero me alegró el oír mi voz serena.

─ ¿Dónde estás? Decime dónde estás y mandaré a la policía de inmediato─ en ese momento entraron mis captores. El rostro de Octavio se desfiguró por la ira de haberme encontrado con su teléfono en la mano. Dio un salto y me lo arrebató estrellándolo contra la pared. En el momento en que se volteó para ir por mí, los brazos de Horacio lo rodearon por la cintura evitando que me agrediera.

─ ¿Qué hiciste? ─ Su voz sonó ronca y espeluznante─ ¿A quién llamaste? ¿Llamaste a la policía? ─ Las preguntas salían a borbotones, como si las estuviera escupiendo. Pude notar el esfuerzo que realizaba su compañero para mantenerlo alejado de mí. El miedo me había hecho su presa y ya no sabía cómo iba a salir con vida de esta.   

─ tranquilízate, Octavio, por favor─ Horacio intentaba calmarlo, pero su esfuerzo era en vano─ hacelo por mí─ le dijo con un suave tono de voz que me causó desconcierto. Era como el tono que usan los padres o los… ¿amantes? Era demasiado extraña su forma de comportarse uno con el otro. No obstante su trato logró tranquilizarlo y vi como sus cuerpos se relajaban y Octavio giraba sobre si, para quedarse mirando a Horacio. Apoyó la frente sobre la de su amigo y Horacio lo abrazó acariciando el cabello, oscuro de su compañero hasta que este se tranquilizó por completo. Estaba completamente aturdida, jamás de lo que llevaba de vida había visto un comportamiento más desconcertante. ¿Qué relación existía entre ellos? No podía comprenderlo.

Crónicas de EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora