Capítulo 4

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Daniel y Laura acabaron conversando tomando el café.
Laura le explicó que se había cogido un par de semanas de vacaciones, había llegado allí por motivos de trabajo, pero era un lugar al que siempre había querido ir, le gustaba mucho ese lugar.
Daniel por el contrario estaba de visita, a su hermana, casada con un vasco y con hijos. Era profesora de infantil.
Daniel había estado allí en varias ocasiones y conocía un poco la zona.
Se ofreció como guía turístico, si no le parecía mal a Laura.
Laura pensó que le vendría bien, tampoco sabia muy bien los lugares a los que visitar y un poco de compañía no le vendría mal.
Después de despedirse, Laura subió a la habitación y durmió un rato la siesta.
Cuando despertó estaba atardeciendo, se asomó al balcón para ver dicho espectáculo y ver el mar, le encantaba el mar, se sentía atraída por esa inmensidad de agua, por ese tono color azul oscuro, que parecía que tuviese el mar.
Se sentía atraída por los barcos, por el gentío del puerto, por el piar de las gaviotas y el ruido incesante de ese lugar.
Estaba encantada de la decisión tomada por la mañana y de la sensación maravillosa de bienestar.
Así que decidió pasear por el puerto, se puso unos vaqueros y un suéter finito color granate con una chaqueta, se calzó sus zapatillas y se bajo al puerto.
Observaba las idas y venidas de los barcos, con sus luces encendidas.
Aquellos que se preparaban para faenar por la noche en el mar, el manejo de las redes para pescar.
Habían niños que jugaban con el agua, vio que habían tabernas situadas cerca, parecían antiguas, iluminadas para llamar la atención de los pescadores, así iban a tomar una cerveza después de terminar la jornada.
Absorta en todos esos pensamientos, oyó caer a un niño al agua y sus amigos pedían auxilio, no parecía muy profundo, pero el chavalin, parecía asustado, no parecía saber nadar.
Ella estaba muy cerca de los pequeños, así que no se lo pensó dos veces y se tiro al agua a por él.
No le costó llegar a por él, lo atrajo hacia ella y lo llevo sano y salvo con sus amigos.
Ella todavía estaba en el agua, el pequeño ya había salido, le dio las gracias y se marcharon entre sollozos, alegrías por parte de ellos.
Laura no podía salir del agua, no sabia salir de ella, no podía, ¿que pasaba?.
No notaba las piernas, tocaba donde se supone que debían estar y no estaban, en su lugar había algo duro, resbaladizo.
Al ser de noche, no veía a través del agua, intentaba mover la parte inferior de su cuerpo, hasta que lo hizo y se dio cuenta de que por piernas ahora tenia una gran cola de pez, o en este caso de sirena.
¿Como salía de allí?, busco algo donde cogerse y con la fuerza de sus brazos salir del agua.
Lo consiguió, vio tela de un saco medio roto y tapó su cola.
Según sabia ella, cuando las sirenas salían del agua, se transformaban de nuevo en humanas o por lo menos en los dibujos así era.
Ya no tenia pantalones, pues debería volver al hotel, pero tendría que volver a tener piernas y tapada con el saco.
Se quedó allí a la espera de que eso sucediese.

La Concha de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora