Nueve

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La expresión de Luke provocó que cumpliera su petición sin quejas, me puse de rodillas frente a la cremallera de sus skinny jeans y respiré profundo. Intentar convencerme de que aquello no era la gran cosa era difícil, caía ante cada orden que él daba y comenzaba a preocuparme pero sentía que de alguna manera las cosas eran mejor entre más sumisa me volviera.

Bajé sus pantalones lentamente exponiendo sus bóxers y un bulto creciente debajo, no habíamos tenido ningún tipo de contacto —al menos no muy apasiondo— pero su erección hacía creer lo contrario. Retiré la prende y mojé mis labios apenas lo vi frente a mí, como siempre con un tamaño prominente y de alguna manera atractivo.

Lo introduje en mi boca y comencé lamiendo la punta, fui bajando hasta la base y estimulándolo un poco. No cabía completamente.
Los ojos de Luke estaba cerrados, sujetaba mi cabello con firmeza y lo escuchaba maldecir en voz baja. Parecía estar follando mi boca, mientras más entraba más quería llorar, sentía que podía ahogarme si el ritmo seguía en aumento.

—M-Mierda —dijo—, lo haces demasiado bien, muñeca.

Finalmente sentí como terminaba y me vi obligada a tragarlo, no me permitía moverme. Luke se puso de cuclillas y me miró, sonrió a labios sellados y finalmente acabó besándome de una manera apasionada y dulce. En algún momento terminamos tirados sobre la alfombra, simplemente nos besábamos y tocaba ciertas áreas de mi abdomen.

—Bien hecho, Eli.

Subió sus pantalones y permanecimos en el alfombrado, la pequeña bolsa me fue entregada y con algo de miedo la abrí. No era de extrañarse su contenido: Un conjunto de lencería color rojo y de encaje, era más bien un regalo para daddy.

—¿Lencería?

—Te verás preciosa en ella, pero prefiero que no tengas nada.

—Creo que es hora de que te vayas, Luke.

Sus dientes eran tan perfectos y blancos, su barba pequeña y varonil, sus ojos como dos ventanas hacia el infierno. Una sonrisa maliciosa me despidió antes de que el rubio saliera por la puerta dejándome un tanto asustada, empezaba a creer que Luke sería lo peor que me pudo haber pasado.

(...)

Ashton no dejaba de jugar con el par de lápices que había sacado de mi estuche. Ese día tenía que trabajar en casa, no estaba de ánimos para estar en el estudio escuchando a Calum hablar de lo incompetente que era el mundo y lo mucho que odiaba tener que hacer trabajos para grandes empresas, daba las gracias porque me permitiera hacer mi parte estando en casa.

Desafortunadamente el trabajo en casa tiene sus consecuencias, Ashton no me había permitido terminar algún boceto y pasaba de estar cantando a tocar una batería imaginaria. Sus constantes burlas e intentos por entablar conversación empezaban a molestar y las ganas de pedirle que se marchara iban aumentando. Sin embargo, no me iba mal tener algo de compañía, el piano de Luke no era tan molesto como lo percibí en primera instancia pero seguía sin dejarme concentrar por completo; ya fuera por daddy o por mi mejor amigo mi cabeza se veía envuelta en una tormenta de decisiones, no quería mantener un trato como ese con ambos.

—Ashton, ¿qué demonios haces aquí? —cuestioné exasperada. Dejé el pincel sobre el boceto y recargué mi barbilla sobre la palma de mi mano.

—Estoy aburrido, hoy no tengo entregas. ¿El sujeto de arriba no iba a dejar de tocar?

—No cambies el tema. Escucha, podremos ver una película pero necesito terminar esto primero. ¿Podrías callarte y estar quiero por un rato?

Me observó algo serio, parecía una madre rogándole a su hijo que la dejara trabajar. En ocasiones él era como un niño hiperactivo que no podía mantenerse quieto y siempre debía estar hablando.
Asintió y se puso de pie, caminó por el living un momento hasta que desapareció en mi habitación.

Continué pasando el pincel sobre el óleo, cuidaba que los movimientos fueran suaves y a la vez firmes. Cualquiera error podría hacer que el trabajo se arruinara y, por tanto, volverlo a empezar. Todo el material que Luke había solicitado ya había sido entregado, sus fotografías sirvieron para que las personas reconocieran al director del evento. No sabía cuál se suponía que era su trabajo ni tampoco qué se suponía que hacía en la ciudad, si él hubiera vivido aquí desde hace tiempo estoy segura que el último lugar a donde se mudaría alguien como él sería a mi edificio. No era un lugar horrible, de echo era lindo; pero la decoración y el estilo de vida que Luke llevaba no correspondía con el vecindario. Él sin duda habría escogido algún lugar del centro o una cotizada casa en las afueras, lejos de todos los barrios bajos. Asumí que debió llegar de imprevisto a la ciudad, un lugar donde podías moverte con facilidad era lo ideal y en donde no corrías el riesgo de que te asaltaran, la mayoría de los vecinos eran gente joven, estudiantes, familias o parejas comunes. Nada de que alarmarse.

Luego de terminar el trabajo me recargué en la silla, mi cabello estaba atado en una coleta y sentía que mis brazos querían separase del resto de mi cuerpo. Por un segundo había olvidado que Ashton estaba en mi casa, mejor dicho en mi habitación.

En cuanto atravesé la puerta lo vi contemplando la lencería que Luke me había regalo, no la había sacado de la pequeña bolsa negra y olvidé por completo que la tenía. Apresuradamente se la arrebate de las manos y bajé la mirada. Sus enormes dedos tocaron mi mentón y lentamente elevó mi rostro.

—No sabía que fueras tan atrevida —su voz era tan cálida y pasiva que me dieron ganas de besarlo en ese instante.

—No lo soy... —musité.

—¿Ah, no? ¿Y de quién es ese conjunto tan peculiar?

No tenía excusa, era obvio que era mío. No planeaba usarlo pero seguía siendo un regalo, yo era la dueña. Besó mis labios delicadamente y fue bajando su mano hasta mi cintura, nuestras frentes se tocaron y delicadamente rozó su nariz con la mía.

—No necesito que uses esa clase de cosas —continuó—. Siempre te verás sexy para mí.

Volvió a besarme y se detuvo. Tomó la lencería y la arrojó hasta mi cama. Sujetó mi mano y caminamos hasta el living, revolvió unas cuentas películas hasta que por fin encontró una que fuera de su agrado.

—Quedamos en ver películas —sonrió.

Si había algo que caracterizara a Ashton Irwin era su risa, no podía contenerla y siempre resultaba ser estruendosa. Una comedia hacía que su risa fuera lo único que se escuchaba en la habitación. Eran tan contagiosa que, sin importar lo estúpido que fuese, terminaba riendo con él.

Ambos estábamos en la alfombra, el balde de palomitas casi vacío y unas cuantas latas de cerveza estaban esparcidas por ahí. Tenía a mi mejor amigo sobre mi regazo mientras seguía riendo, parecíamos una pareja en la etapa de la luna de miel. Sus rizos eran algo que me encantaba, tenía un cabello rubio opaco que envidiaba y sus ojos eran los más lindo que hubiera visto; Ashton siempre fue un hombre muy atractivo y un buen amante. Sin duda satisfacía a cualquier mujer en la cama.

Alguien llamaba a la puerta, el living estaba justo en la entrada por lo que desde nuestras posición veíamos la madera blanca sin problemas. Tuve que alejar a Ashton para lograr ponerme de pie. Mientras seguía riendo giré la perilla y me topé con un par de ojos azules y una cabellera rubia, me miraba inquisitivamente esperando que dijera algo. Su vista se desvió hacia dentro del departamento, seguramente mirando a Ashton.

—Hola, Eli —susurró en mi odio.

Sentía como tiraban de mí lentamente hacia atrás. Ashton rodeo mi cintura con su brazo y se aclaró la garganta.

—Hola. Soy Ashton —extendió su mano sin obtener respuesta por parte de Luke.

—¿Ashton? Ya veo... Creo que esto es peor de lo que creí —sonrió—. Me llamo Luke, vivo arriba. Sólo vine a saludar a Eli.

Y antes de darme cuenta sus labios se habían conectado con los míos, la mano de Ashton apretaba la mía y era como si todo el mundo se hubiera detenido.

Yes, Daddy... » l.h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora