Capitulo 4: Derrota

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El final de tercer cuarto llego para alegría de los jugadores de YG ya que al estar ganando el partido habían bajado la guardia, permitiendo que SM igualara el marcador, frustrándolos de gran manera hasta el punto de cometer una que otra maniobra poco competitiva contra sus contrincantes, por su lado los chicos de SM estaban celebrando la remontada que estaban logrando, siendo aún consientes que todo podría cambiar en apenas unos segundos, sin embargo Sehun tenía aun la mirada perdida en las graderías, en donde lo único nuevo que encontró fue a YiFan al lado de Tao mirando el partido con aquella falsa expresión fría que se cargaba a todos lados, claro que esta desaparecía cuando el chico panda susurraba alguna cosa muy tonta o muy cursi al oído del basquetbolista provocando una sonrisa inmediata en su rostro.

Lo que Sehun no pudo ver desde tan lejos era la preocupación en el rostro de sus amigos, ellos dos eran los únicos que sabían sobre su secreto y su promesa.

Menos animado que antes, tomo asiento bebiendo un poco de agua, la cual comenzaba a provocarle nauseas por tanto ingerirla, negándose a mirar otro punto que no fuera el enorme número cincuenta que estaba en medio de la cancha, evitando así, estar constantemente mirando las graderías en una búsqueda que ya se le hacía inútil, porque de cualquier forma, ellos podrían perder el partido en tan solo una jugada...porque de cualquier manera, ganaran o perdieran, quizás él no iba a llegar.

Olvidando sus emociones por un momento, cosa en la cual ya tenía bastante práctica, Sehun trato de mantener su atención en las explicaciones del entrenador y algunas sugerencias de Suho para todo el equipo, hasta que se anunció el inicio de los últimos quince minutos de partido.

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Después de aquella primera cita, las cosas entre Sehun y Luhan parecían haber comenzado a tomar forma por si solas, ambos descubrieron pequeñas pero significativas similitudes y diferencias con las que lograron aprender más el uno del otro, así como a conocerse a sí mismos, lo cual sorprendió a ambos jóvenes, sobre todo al darse cuenta de ciertas cosas que solo se permitían hacer cuando solo eran ellos dos, sin tener el miedo de ser juzgados.

Los días en los que Luhan solía ser el asistente personal del entrenador, quedaron atrás apenas dos meses después de que comenzaran a verse casi religiosamente los sábados por las tardes, cuando eran voluntarios en el orfanato, aprovechando el trayecto de regreso a sus respectivos hogares para ponerse al día sobre todo lo acontecido durante la semana, esas pequeñas citas, básicamente consistían en tomar el autobús al centro de Seul, ir a comer a un lugar nuevo, tomar de nuevo el autobús y cada quien regresar a su casa.

No es que ninguno de los dos tuviera tantas actividades como para no poder salir más veces a la semana o que no tuvieran el suficiente tiempo para utilizar algún medio electrónico con el cual comunicarse, sino que ambos eran conscientes de que aquella situación podría crearles problemas de diferentes manera, por el momento preferían ocultarse debajo de la cortina de humo que ambos se habían propuesto crear para que nadie más supiera sobre esos sentimientos que se profesaban en secreto, en sueños y en fantasías mientras dejaban volar su imaginación, planeando secretamente una vida que no podría ser tan fácil en el mundo real, así que sin rechistar, ambos jóvenes se conformaban con escasos encuentros que sostenían por casualidad dentro del instituto, las caricias y los besos fugaces que sucedían en el lapso que su encuentro duraba antes de separarse, regresando cada quien al respectivo papel que jugaban dentro de este mundo extraño y muchas veces injusto.

Al igual que cualquier sábado, Luhan bajo del autobús que lo dejaba en la parada más cercana al centro de la ciudad, pero en lugar de despedirse de cierto pelinegro, que esta vez no estaba presente, y caminar hacia la derecha para dirigirse al complejo de apartamentos en el que vivía, se sentó unos minutos a espera el autobús que lo dejaría una calle antes de su instituto. Poco antes de llegar a su parada, el chino miro la caja que tenía a su lado, sonriendo al instante por el lindo gesto que los niños del orfanato y el personal habían tenido para apoyar a Sehun en su partido de semifinal del campeonato, razón por la cual no había podido cumplir su voluntariado sabatino.

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