Hotel California

Capítulo Cuatro: Oasis

Hago lo que he hecho por las últimas horas; seguirle el paso a un hombre que no conozco. Ambos caminamos rápido, como si alguien nos siguiera, que aunque fácilmente podría ser cierto prefiero creer que es solo la motivación para llegar más rápido al Oasis. Aun no entiendo lo que "Anger" y "Alclador" significa, pero si llego al Oasis son significados que tienen posibilidad de volver.

Son los mismos pasillos, una y otra vez. El único pasillo diferente que he visto es el pasillo donde queda la habitación de Tiffany, de resto los colores opacos, formas y luz son iguales al resto. Llevamos haciendo la rutina en silencio durante veinte minutos y aún no saco de mi cabeza la imagen de la amenaza de Tiffany. Me parece horrible su traición, pero más horrible no recordar si merezco su traición por alguna razón, algo que quizá haya hecho. El hombre acelera los movimientos de sus pies al punto que nos encontramos corriendo.

- ¿Qué sigue ahora?- Pregunto respirando aceleradamente al hablar.

- Ahora...-duda por un segundo- Lo que tenemos que hacer ahora es ir a la habitación 2 por las gotas Scelsior.

- ¿Para qué?

- Esas gotas tinturan el agua para poder aplicar uno de sus dones.- Espero el don de recordar, o algo así. Puede que solo este siendo emblemático, pero quiero una conclusión más práctica para mi entendimiento.

Hay mucho más que preguntar, al igual que siempre, pero prefiero recordarlo y no parecer intenso. Parece que fuera una carrera entre nosotros dos, pero no discuto porque al igual que él yo también deseo llegar lo más pronto posible a mis recuerdos, para abrazarlos y disfrutar de ellos. No se pueden subestimar. Los recuerdos lo son todo. Ellos hacen al ser humano. A muchos les gusta decir que no puedes vivir de los recuerdos, y que hay que dejarlos en el pasado, pero la verdad, los recuerdos lo son todo. Sin ellos no habría como continuar, estaríamos vacíos, sin anhelos, sin amor, sin lo que nos hace persona. Ellos nos hacen. Y es por eso que debo recuperarlos. Es por eso que los deseo con tantas ganas. Porqué en este momento no soy nada.

Parecen interminables. Una eternidad de pasillos enfrente de mí. Por momentos así creo que la claustrofobia es mi mejor amiga, y bueno, también la única. Finalmente llegamos al final de un pasillo, o al inicio. No sé exactamente cuál es el plan del hombre, pero solo sé que debo confiar en él porque de otra manera estoy perdido.

Son unas elegantes escaleras, aunque no tanto como las de la Fiesta Primaveral. Llevan a lo que parece otro piso, pero no estoy seguro a cuál. Miro la enumeración de las puertas y este pasillo contiene las puertas con el número trescientos. ¿Cuántos pisos tendrá este hotel? Cuando llegue a él, desde afuera solo parecía tener tres pisos, pero a este momento me cuestiono si realmente también perdí esos recuerdos. ¿Y si realmente los perdí? Si pueden hacerte olvidar, ¿por qué no hacer que recuerdes lo que ellos quieran? Todo es posible, la verdad. Esos cuentos que mi abuela me leía antes de dormir (siguiendo la tradición que sus papas le dejaron) sobre brujas y monstruos que al final eran vencidos por algún valiente caballero eran ciertos, de una manera más oscura. Lo único es que no soy un caballero, y tampoco valiente, y aquí no hay brujas o monstruos. No sé qué mal es el que habita aquí, y no sé cuánto deseo descubrirlo. Tampoco creo ser capaz de derrotarlo. No puedo ni siquiera derrotar mi propia maldad ya lograré con la maldad de aquellos escondidos entre las sombras de un hotel.

Bajando los escalones, paro cuando estoy a punto de llegar al piso de los doscientos. Y es que recién capto que hace unos segundes recordé algo de la nada que puede parecer insignificante, pero no lo es, y es que mi abuela seguía una tradición y me leía cuentos. No he olvidado, y sé que no son recuerdos falsos porque ningún recuerdo falso me podría poner tan melancólico. Y hay una diferencia entre este recuerdo y entre aquellos que creo son recuerdos. Este recuerdo tiene sentimiento, realidad. Tiene emociones y viven en mí.