Me desperté a causa del maldito despertador que Ryan me había obligado a tener. Giré sobre el colchón y estiré mi mano para apagarlo. Volví a girar para mirar al techo. Mi cabeza se estaba partiendo, si no me equivoco logré dormir lo mismo que nada.
Toda la noche mi conciencia se encargó de que mi persona se sintiera verdaderamente mal.
Me levanté y me dirigí al baño. Me di una ducha rápida y salí para cambiarme. Tomé un poco de café y salí en mi moto para otro maldito día en ese infierno. Recordé que hoy es la maldita fiesta de mi padre. ¡Demonios, nada podía ser peor!
Llegué y me encontré con Chaz y Ryan esperándome para entrar. Sin quitarme los anteojos me acerque a ellos. Somers me miró bien.
—Uuuh, esa es cara de haber tenido mal sexo —aseguró Somers.
—Te equivocas Chaz, esa es cara de no haber llegado al coito —dijo Ryan.
Me quité los anteojos y los miré asesinamente, para luego gruñirles por lo bajo. No estaba de humor para soportar sus teorías y burlas.
—Creo que si las miradas mataran, ya estaríamos muertos Ryan —dijo Chaz.
Los volví a fulminar con la mirada.
Maldito si seguía provocándome no iba a terminar bien. Ryan se acercó a él y colocó una de sus manos sobre su hombro. Comenzamos a caminar hacia las malditas clases, me adelante un poco, pero podía escucharlos perfectamente.
—Amigo, ¿recuerdas que Justin perteneció al equipo de lucha en la secundaria? —le preguntó Butler por lo bajo.
—Si —se limitó a decir Somers.
—También, ¿recuerdas cuando peleaba en los bares?
—Aja —respondió Chaz.
—¿Y recuerdas que peleó con Hook y lo venció limpiamente?
Giré un poco la cabeza para mirarlos y Chaz miró nervioso a Ryan.
—Si, lo recuerdo.
—Entonces no insistamos más, ciertamente no somos Hook. No creo que tengamos tanta suerte si continuamos —dijo él.
Llegamos al salón y era una de las pocas veces en las que llegábamos temprano.
Miré a mí alrededor y Kate no estaba. Gracias a dios no estaba. Me senté en la última fila y logré hacer que mi cabeza se fuera de aquel lugar. La clase de Historia Universal comenzó, era tan tediosa aquella clase.
La puerta del salón se abrió y ella entró. Me senté derecho para mirarla, y a mi cabeza vino lo de ayer. Habérmela imaginado mientras estaba con otra era algo poco común en mí.
—Lo siento, se me ha hecho tarde —se disculpó.
La profesora la disculpó y ella miró a su alrededor para buscar un asiento. Él único lugar que quedaba era el que estaba a mi lado. Intentó buscar otro lugar, pero nada la salvaría de sentarse conmigo. Se acercó y con cuidado se sentó.
—Buen día —me saludó por lo bajo.
—Ojala pudiera decir lo mismo —le dije. Se giró a verme.
—Uuuuh, ¿no dormiste bien anoche? —me preguntó.
—Exacto —dije.
Ella sacó un cuaderno y comenzó a escribir lo que la profesora estaba diciendo. Miré con detenimiento cada movimiento que hacía su nariz al escribir. Llevó la punta de la lapicera a su boca para morder levemente la punta.