Duerme conmigo

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Si pudiera, volverías. Dejaría que me abrazaras y me besaras en la nariz. Y permitiría que me dijeras que te hacen cosquillas mis pestañas, y que me echas de menos y te acuerdas de mí. Dejaría que me agarraras de la mano, que me besaras en los nudillos y que me soplaras en el cuello.

Si quisiera, volverías. Pero no dejaría que te dieras cuenta. Me mantendría fría, como el hielo. Apenas respiraría. Dejaría que tus dedos entrelazaran los míos sin hacer ni un solo movimiento. Te miraría mientras esperaras una respuesta, expectante. Y tú no podrías callarte, y hablarías de las cosas que me he perdido todo este tiempo. Y mientras tanto, yo me reflejaría en tus pupilas y miraría a través de ellas. Y te vería muy pequeño, muy frágil. Y querría levantar la mano, y acariciarte las mejillas. Y contar tus pecas, tus lunares. Y querría decirte que no tuvieras miedo. Que durmieras conmigo. Que echaba de menos tu forma de respirar cuando te tumbabas a mi lado. Que tu olor me recordaba al del césped en verano, cuando atardece y el azul se convierte en rosa, naranja, morado. Que añoraba tu media sonrisa cuando yo me mordía los labios.

Pero tú nunca lo sabrías, porque no entenderías mi silencio. Pensarías que no siento nada, que mi coraza ahora es férrea. Que mis ojos no ven más allá de lo que esconden los tuyos, que el hilo que nos unía hace mucho que se rompió. Y entonces me soltarías la mano. Despacio, dedo a dedo. Mirarías al suelo, avergonzado. Y no verías el brillo de mis ojos. No observarías el verde iluminarse por momentos. No te darías cuenta de la velocidad de mis latidos. Y te irías. Sin mirar atrás.

Y yo quieta, en mi sitio. Pensando en la curvatura de tus labios. En las arrugas de tus ojos. En tus manos, en tu pelo. 

Si pudiera, volverías. Si pudieras...¿volverías?




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