Tú, yo y el tequila.
Exótico trío, a veces acompañado de tabaco de liar, Ballantines y medias rotas. Qué fácil resultaba todo. Qué fácil lo hacías. "Ojalá que te vaya bonito, ojalá que se acaben tus penas. Que te digan que yo ya no existo, que conozcas personas más buenas"
¿No echas de menos aquellos mundos paralelos? Aquellos de las historias de niños rebeldes, que viven en la calle y trafican con cristal y con besos. Aquellos en los que todo da igual, no importa el "de dónde vienes" ni el "a dónde vas". Donde solo existe el momento presente. Y si te tengo que mirar a los ojos durante horas, lo hago. Y si te hago cosquillas con las pestañas da igual, porque tenemos todo el tiempo del mundo. Y puedo morderte los labios hasta dejarlos morados, y puedo hundir mis dedos en tu nuca y soplarte al oído mientras me suplicas que no lo haga. Donde me da igual si me convienes o no, donde te da igual si es difícil o no. Donde soy tu escondite, tu clave de sol, tu reloj de pulsera, la certeza de que la primavera dura un segundo. Donde pasan miles de ellas pero tu solo me ves a mí. Donde un beso solo significa lo que tú quieras que signifique, donde las complicaciones no existen. Solo hacer caso a lo que dictan las tripas. Donde me desnudas sin que haga falta que me quite la ropa, dónde escuchamos a Sabina durante horas y recitamos sus versos mientras acabamos la segunda botella. Donde se vive de noche, cuando la única iluminación es la de las farolas y el único ruido el de los aullidos de los perros callejeros. Donde están los barrios rotos, despintados, ultrajados y bohemios, donde las prostitutas se mezclan con las sombras y las pancartas rotas adornan las papeleras. Donde todo es oscuridad y tinieblas, pero tenemos la luz verde de mis ojos de gata.
Esta noche estrena libertad un preso, desde que ya no eres mi juez.