Confrontación

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Las cosas que no soy capaz de confesar, los pensamientos que cruzan más de un par de veces al día por mi mente, los sentimientos que he dejado ir, los que aún me torturan; tan cerca del precipicio, al borde de la locura.

¿Conocen ese sentimiento de vacío? ¿Esa sensación que te consume? La vocecita en tu cabeza que te repite: "La culpa es tuya, solamente tuya, tan solo tuya".
Intentas disculparte una vez más pero es tan inútil, no puedes remediar ciertos errores por mucho que lo intentes. Debes aprender a vivir con ello.

Esta noche es así, esta noche una vez más me siento engullida por mis recuerdos, por las cosas que debí decir y hacer, por todo lo que nunca debí haber hecho. Dicen que no sirve de nada arrepentirse, pero sinceramente no sé qué hacer con todos estos sentimientos. Aquí estoy una noche más discerniendo entre lo que a estas alturas se me está permitido hacer y qué es lo mejor que podría hacer. Hacer... ¡Maldito verbo!

Bailo sin disfrutar realmente la canción, la cual no tiene sentido por cierto. ¿Qué la hace tan especial para los demás? Como una especie de farsa hasta canturreo con mis amigos, bebemos, saltamos y reímos sin más. Bailamos como locos bajo luces de neón, en medio de la niebla y la psicodelia del ambiente. Normalmente lo disfruto, normalmente soy quién más feliz se siente con estas salidas pero hoy es una noche distinta; hoy la sensación de vacío es más fuerte y no puedo simplemente llenarla con bromas baratas, licor y fiestas.

-¡Adelante!- Me digo. - ¡Húndete una vez más!- No soy capaz, no realmente, entonces vuelvo a beber, como si no hubiera más y bailo otra estúpida canción en medio del tumulto. Mi huida no dura mucho, pronto el alcohol se inmiscuye con fuerza en mis pensamientos y terminan haciéndome girar. Han sido demasiados mojitos para una noche, demasiadas rondas de trago barato. Debería detenerme, dejar de caminar en su dirección. Debería usar más el cerebro y dejar ir todo, pero no puedo, la culpa vuelve a consumirme; nuevamente me atrapa y me deja sin opción. No una lógica claro, no estoy siendo una persona cuerda en este momento, tal vez uno nunca esta cuerdo del todo.

He escrito este encuentro de mil maneras diferentes en mi cerebro, me he contado una historia diferente siempre; ya saben cómo medio de confrontación indirecta, como medio de ilusión. Una historia donde no hay dolor, donde no hay traición, donde somos capaces de perdonarnos, de ser incluso nuevamente felices. Todo simplemente avivado por una estúpida esperanza. Tal vez esto sea lo que algunos denominan karma, el cual estoy pagando con creces.

Me abro paso entre la multitud, camino con cuidado, pensando relativamente en que decir; en las palabras adecuadas para iniciar la conversación. ¡Al diablo el orgullo! ¡Al diablo todo lo demás! He bebido lo suficiente para tener el valor y hacer que funcione, lo justo para fingir demencia y olvidar la caída, aunque espero no tener que llegar a ese punto.

Su figura aparece a escasos metros de mí, también está entre sus amigos, con bastantes botellas de licor acabadas, una gran celebración al parecer; una enorme similitud con mi grupo. 

Llegar así como si nada tan poco parece apropiado por lo que hago como si no supiera en qué parte de la discoteca estoy, la desorientación es una táctica infalible, esta vez no puede ser la excepción. Mi corazón late a mil veces por hora, no puedo mantenerme de pie de manera natural por lo que mi actuación no es muy forzada, es más bien brillante. A escasos metros suyo, a una nada de mi propósito. Intento no trabarme, intento que la lengua no me falle a causa del alcohol y que algo coherente pueda ser dicho; sin embargo, justo antes de que haga mi aparición estelar, una chica levanta sus brazos de manera eufórica hacia él y algo que realmente no me espero ocurre. Es como un mecanismo de imanes, una fuerza que los atrae y un beso en una circunstancia que jamás incluí en mis fantasías. La esperanza se difumina.

Se besan de manera diferente puedo intuir, con movimientos rápidos; no es como los besos que solíamos darnos, no coloca sus manos en la posición que solía hacer conmigo, no mantiene del todo los ojos cerrados, no son lentos y románticos aquellos giros... ¡No son esos mis labios!

Se abre una franja nueva en mi pecho, una punzada aguda que va en aumento. Los celos, la conmoción, la idea estúpida que me trajo hasta aquí... el recuerdo caliente de la traición, de los besos repartidos a otros labios, de las discusiones que intentamos apaciguar en la cama, de las cosas que jamás nos dijimos, de todo el daño que nos hicimos... del que le hice; la manera en que todo terminó.

 "Fue tu culpa" dice la maldita voz dentro de mi cabeza y sí, fui yo, fui yo quién lanzo el primer dardo, quien destruyó nuestra relación; la persona que se alejó porque nunca sintió esto más que como un juego. 

¿Acaso pretendía disculparme y ya? No hay manera en que reponga los daños causados. Fui yo quien se refugió en otros brazos, quién busco otros besos, quién dejaba para el último nuestra relación... fui yo, es cierto; pero es que no lo sabía entonces, no entendía el hechizo que había puesto en mí, creí que el karma no existía. Pensé que no lo amaba, creí que solo era una especie de costumbre.

Giro nuevamente sobre mis talones y pretendo no haber visto nada, estar simplemente desorbitada, no sentir absolutamente y camino de regreso a mi grupo; de regreso a mi monotonía. Sonrío, como si hace un instante no hubiera estado a punto de derrumbarme y de suplicar perdón y una nueva oportunidad. Esto es algo que no se puede resarcir y esperar que funcione, era obvio a mil años luz de distancia. Solo estoy obsesionada me repito mentalmente.

Vuelvo a mi conformidad, a reír vacíamente, a bailar sin sensación; a besar sin ningún sentimiento puesto.

Mi novio me abraza y pregunta en susurro en donde me he metido, ¿No es tan deshonesto de mi parte decirle que simplemente me he perdido? Es como un círculo vicioso de mentiras, una manera cruel de pagar mi traición inicial, porque ahora estoy aquí, permitiendo que alguien más entrelace sus dedos con los míos, que se apropie de mi cintura, que me bese mientras respondo con un "yo también" aquel "te amo" que no siento. Estoy aquí, sin ser capaz de decirle la verdad, que lo siento tanto. Sin saber por dónde escapar de toda esta farsa, pero sobre todo estoy aquí siendo engullida con el peor de mis castigos: el vacío, ese que es el responsable de que me refugie en estos brazos que no son los de él y que jamás se acercaran mínimamente a esa magia que una vez compartimos.

Ese, ese será por siempre mi castigo y ahora lo entiendo, esta es su venganza por haberle roto el corazón. Él conseguirá amar de nuevo, pero yo viviré en esta maldición por el resto de mi vida: tener que fingir para sobrevivir a mis emociones.

Entre sueños y pesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora