El Fiat rodeó la ciudad de Trapani y enfiló la carretera del litoral. Michael Corleone y Stefan Andolini llegaron a una villa más grande que la mayoría, integrada por tres edificios. Estaba cercada por un muro que sólo tenía una abertura por el lado de la playa. La verja estaba vigilada por tres hombres, y detrás de ella Michael distinguió a un hombre grueso que vestía un atuendo insólito en aquel lugar: chaqueta y pantalones deportivos y un polo de punto, con el cuello desabrochado. Mientras esperaban a que se abriera la verja, Michael vio una sonrisa en el mofletudo rostro del otro, y se quedó estupefacto al comprobar que aquel hombre era Peter Clemenza.
Clemenza era, allá en Norteamérica, el principal subordinado del padre de Michael Corleone. ¿Qué estaba haciendo allí? Michael le había visto por última vez la fatídica noche en que Clemenza le entregó un arma para asesinar al capitán de la policía y a Sollozzo, el Turco. Recordaba la expresión de tristeza que Clemenza tenía en la cara en aquel momento.
Rebosante de sincero júbilo al ver a Michael, Clemenza le sacó casi a la fuerza del minúsculo Fiat y lo abrazó calurosamente.
-Michael, qué alegría me da verte. Llevo años esperando para decirte lo orgulloso que me siento de ti. Hiciste un trabajo magnífico. Y ahora todos tus problemas han terminado. Dentro de una semana estarás con la familia y daremos una gran fiesta. Todo el mundo aguarda tu regreso, Mikey.
Contempló con cariño el rostro de Michael mientras le estrechaba en sus fuertes brazos, y llegó a una conclusión. Ya no era un joven héroe guerrero. Durante su estancia en Sicilia, el muchacho se había convertido en un hombre. Es decir, el rostro de Michael ya no era un libro abierto, sino que mostraba la orgullosa, hermética expresión del típico siciliano. Michael estaba maduro para ocupar el lugar que por derecho le correspondía en la familia.
Michael también se alegró mucho de ver la voluminosa humanidad de Clemenza y su ancho rostro de duras facciones. Preguntó por su familia. Su padre se había recuperado del intento de asesinato, pero su salud no era muy buena. Clemenza sacudió la cabeza con pesadumbre.
-A nadie le sienta demasiado bien que le hagan varios agujeros en el cuerpo, por mucho que después se recupere. Pero no es la primera vez que le pegan un tiro a tu padre. Es como un roble. Se restablecerá. Lo que les afectó a él y a tu madre fue el asesinato de Sonny. Fue una brutalidad, Mikey, le hicieron picadillo con las ametralladoras. No estuvo bien, no debieron hacer eso. Actuaron por despecho. Pero estamos elaborando planes. Tu padre te los contará cuando regreses. Todo el mundo se alegra mucho de que vuelvas.
Stefan Andolini saludó con la cabeza a Clemenza, a quien debía de conocer de antes. Después le estrechó la mano a Michael y dijo que debía marchar porque había cosas que hacer en Montelepre.
-Oigas lo que oigas -le dijo-, recuerda esto: que yo siempre fui leal a Turi Giuliano y que él confió en mí hasta el último momento. Si le traicionan, no será por mi causa. -La sinceridad le hacía tartamudear-. Y a ti tampoco te traicionaré.
Michael le creyó.
-¿No quieres entrar y descansar un poco; tomar un bocado, beber algo...? -le preguntó.
Stefan Andolini sacudió la cabeza. Subió de nuevo al Fiat y cruzó la verja, que inmediatamente se cerró ruidosamente a su espalda.
Clemenza atravesó el jardín con Michael y se dirigió al edificio principal. Había hombres armados vigilando los muros y la playa por donde la finca se abría al mar. Un pequeño embarcadero apuntaba hacia la lejana costa de Africa y, amarrado al mismo, se podía ver una potente lancha motora en la que ondeaba la bandera italiana.
ESTÁS LEYENDO
El siciliano.
HistoryczneEl siciliano de Mario Puzo. El padrino de América le ha encomendado una misión imposible: sacar de Sicilia, sano y salvo, a Salvatore Giuliano, a quien el ejército y la policía buscan infatigablemente por toda la isla... Michael Corleone lo intentar...