CAPÍTULO 4

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Menos mal que tengo a Clara, nos entendemos a la perfección en la mayoría de cosas, y siempre está ahí para ayudarme y apoyarme en cada una de ellas.
Como era de esperar, vino directa detrás de mí, y en el baño le conté que no aguantaba más a pesar de que fuese el primer día de todo el curso...

-Tía, no puedo más, no es que me haya molestado lo que me ha dicho, es el hecho de que llevo aguantándola tanto tiempo...
Que he llegado al tope, ya está, paso de aguantarla un puto minuto más...-le dije mientras reprimía las ganas de llorar, no quería que me viese más débil aún de lo que ya estaba-.

-Y no tienes por obligación hacerlo. Te entiendo perfectamente, cuándo a una persona llevan molestándole tanto tiempo, llega un punto en el que necesita explotar, y a ti te queda muy poco, y mi función es no dejar que eso pase.-me respondió como siempre hace con sus contestaciones tan maduras-.

Y pasó lo que tenía que pasar, me eché a llorar en sus brazos, a echar lágrimas que deseaban tanto tiempo salir de aquél cuerpo destrozado y sin vida, probablemente por aquella razón.

~

Los próximos días siguientes de aquél extraño principio de septiembre fueron cada vez a mejor, aprendí a ignorar a Nerea de la forma en que realmente tenía que hacerlo para no sufrir, y que tantos años me había costado de aprender. Además, como cabía esperar, seguía enamorada de ese chico que tanto me costaba sacar de la cabeza y que sabía que cualquier día acabaría volviéndome loca. Y lo que es mejor, descubrí que era mi nuevo vecino, alguien con quien pasar ratos entre semana sin la necesidad de salir de nuestro edificio, y no sabeis cómo me alegraba aquella idea solo de pensarla.

-Hugo, te vienes a casa caminando? -le dije mientras observaba su mirada, de una u otra forma siempre acababa perdiéndome en ella-.
Quise aprovechar la idea de irme caminando en vez de salir en coche de aquél maldito instituto por dos razones: la primera y más importante era él, y la segunda era aquél sol que tanto me encantaba, quería aprovecharlo porque sabía que no me quedaría mucho para perderlo.

-Pues claro, cómo no iba a aceptar tu propuesta diaria, rubia? -Pues sí, ese era el mote con el que últimamente me nombraba y no tenéis ni idea de cómo reaccionaba cada vez que me lo decía, con una alegría que ni me cabía en aquél corazón tan frágil que poseía-.

Y con una sonrisa de oreja a oreja cómo de costumbre siempre que estaba con él, nos adentramos en aquellos bosques frondosos que conducían a nuestro edificio.

Amor al borde del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora