CAPÍTULO 6

68 6 2
                                    

Durante el trascurso de los siguientes días, y se podría decir que incluso llegaron a ser semanas, todo iba genial, hasta que en aquél maldito final de septiembre, ella apareció en su vida.

Cómo de costumbre, llegué a clase con cara de pocos amigos debido a las pocas horas que dormía últimamente y para añadir, discusiones con mi padre de buena mañana.

Aproveché que estaba en última fila, al lado de Hugo, para decirle cuatro cosas que necesitaba soltarle, y me daba igual que me pusieran un negativo, no podía esperar toda la mañana para saber lo que había pasado ante su ausencia.

-Por qué no has aparecido esta mañana bajo el edificio, y ni siquiera has tenido el valor de avisarme? Casi llego tarde por tu culpa -dije con cara de extrañada, y a la vez frustrada.

-Perdóname Laura, me he tenido que ir debido a un percance. Por cierto, a partir de ahora no hace falta que me lleves más días al instituto, iré antes a casa de mi padre que está por aquí cerca a almorzar y él lo hará -contestó con cara de despreocupación total-.

-Está bien, haz lo que quieras -respondí resignada y continué atendiendo a la aburrida explicación que estaba dando el profesor-.

~
Durante aquella mañana, me quedé extrañada pensando en gran parte de ella a qué santo iría de repente Hugo mañana tras mañana a almorzar con su padre, y no encontré justificación alguna que me explicase aquello, así que decidí no fastidiarme más por aquella pésima tontería, al fin y al cabo, yo no giraba entorno a su vida, por lo menos todavía.
A la salida de clase, fui yo la que decidí pasar de él, y llamé a mi padre para que me recogiese ya que además, estaba empezando a llover.
Lluvia, hubiese sido un día increíble para habernos mojado debajo de ella y decirnos lo mucho que nos queríamos, o por lo menos yo a él en aquellos días, intensamente, pero bueno, las cosas no ocurren siempre como uno quiere.

Al llegar la tarde sonó el timbre de mi casa, y por casualidad, o quizás no, volvía a estar yo sola. No quise abrir, no tenía ganas de hablar con nadie, pero volvieron a llamar más veces hasta que al final lo tuve que hacer. Que no sea él por favor, que no sea él.
Él. De unas aproximadamente 60.000 personas que vivían en aquél pueblo tenía que ser él...

Abrí la puerta y por educación le saludé, aunque en realidad solo tenía ganas de darle un portazo en la cara.

-Laura, tenemos que hablar -me dijo muy seriamente-.

-De qué quieres hablar? Porque si vamos a discutir, preferiría cerrar la puerta ahora mismo.

-Quería pedirte disculpas... Últimamente estoy siendo muy seco contigo, pero es que estoy experimentando una serie de nuevos cambios en mi vida.

Acepté sus disculpas y nos pasamos gran parte de la tarde bajo, en el portal, escuchando el sonido de gotas que caían sin un porqué, gotas que estaban igual de tristes que yo, porque a pesar de su presencia, seguía sobresaltada por el recalco en las palabras "nuevos cambios" que había hecho.
Qué clase de cambios podía experimentar para estan tan seco conmigo? No tenía ni idea, pero de una cosa estaba segura, pensaba investigar a fondo sobre el porqué de todo aquello.

Amor al borde del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora