-¿Que me dices Irina?- Daniel me observaba expectante pero yo no sabía que responder, estaba totalmente sumida en mis pensamientos y no había oído nada de lo que me había propuesto. Lo mire desconcertada y me miró irritado pero volvió a formular su pregunta. -Vayamos a tomar algo a ese café que tanto te gusta-.Asentí y una sonrisa apareció en mi rostro. Se acordaba de todos aquellos detalles, cada día me sorprendía más.
Habíamos comenzado a salir hacía dos semanas desde aquel beso, sin embargo me sentía con miedo y me parecía una mentira lo que estaba pasando. Seguía sin confiar en él, todavía dolía el pasado.
•••
-Este fin de semana iré a una fiesta que hace todo tercer año-. Me llevé a los labios la taza humeante de café mientras lo miraba a los ojos.
-Que bien- me sonrió -espero que te diviertas, lo mereces-.
No sonaba del todo convencido pero tampoco me interesaba su opinión, necesitaba salir y estar con gente, disfrutar como todo adolescente debe hacer.
Le devolví la sonrisa y me dediqué a observar la taza que tenía delante de mis ojos. Era una taza realmente bonita, esas de porcelana con dibujos elegantes que hacen juego con su platito; esas que te hacen retroceder en el tiempo, hacia la época de la realeza. El café en su interior no era ni muy dulce ni muy amargo, se encontraba en su punto justo, es por eso que amaba este café, lo hacían como me gustaba; obviando el hecho de lo cómoda que me sentía cuando me encontraba allí. Eran todos muy cálidos y respetuosos con los clientes. A pesar de ser un lugar poco conocido, la gente que venía era cliente habitual, es por eso que el ambiente era tan agradable.
Acabamos un poco tarde, por lo que Daniel decidió acompañarme a mi casa. Vivía en un lugar muy tranquilo pero eso no significaba que no hubiese la posibilidad de encontrarse a un loco suelto asechando. La mayor parte del camino lo recorrimos en silencio, pero no era un silencio incómodo, era más bien agradable. Lentamente fue acercando su mano a la mía hasta que quedaron entrelazarlas. Me voltee para observarlo, él copió mi movimiento y nuestros ojos se encontraron, paró repentinamente y su mano tiro de la mía haciendo que también parara. Me dio la vuelta y simplemente me abrazó. Le devolví el abrazo sin pensarlo.
-Te quiero muchísimo- susurró cerca de mi oído. -No quiero volver a lastimarte-.
Me estremecí. Sus actitudes, su mirada, sus palabras; todo, absolutamente todo, parecía que lo dijera con toda la sinceridad del mundo. El único problema que había en él era su inseguridad. Y por esa razón es que seguía sin entregarme completamente.
De repente comencé a sentir una especie de tensión en el ambiente; se notaba que él también la había sentido, pero no hacía nada para cambiarlo. Luego del abrazo nos habíamos separado y seguido caminando evitando cruzar miradas; y palabras también. Nuestras manos ya no se encontraban entrelazadas y eso hacía que me sintiera vacía pero a la vez pensaba que era lo mejor, no era bueno estar tan cerca, ni mucho menos encariñarse, de alguien que tarde o temprano iba a destruirte.
Cuando llegamos pude sentirme más aliviada, me despedí dándole un beso en la mejilla y entré a mi casa. Al acostarme comencé a pensar, como siempre, todo lo que había hecho en el día, tanto los momentos lindos como los no muy lindos. Como último recuerdo del día se me vino a la mente la imagen de Daniel abrazándome con toda su fuerza. Sonreí involuntariamente y apagué la luz del velador. Tenía muchas expectativas para la noche del día siguiente.
•••
La calle estaba oscura, caminaba involuntariamente, pues mis piernas se movían sin que yo les diera una orden. Quería parar y pensar que hacía allí, caminando sola en una noche tan oscura como aquella pero mis piernas me lo impedían y seguían hacia delante por aquella angosta calle, sin importar lo que mis pensamientos dijesen. No sabía dónde me dirigía, caminaba sin rumbo alguno y mi mente no podía entender qué estaba pasando. ¿Había ido al final a la fiesta? ¿Qué había hecho? ¿Cómo llegue hasta aquí? Muchas preguntas rondaban por mi cabeza en ese momento y no podía encontrar ninguna respuesta coherente.
Seguí caminando por unos minutos mientras intentaba recordar que había sucedido dentro de las últimas horas. Mi piernas dejaron de moverse repentinamente y mi cuerpo paró de manera brusca haciendo que me doliera un poco la cabeza. Pude recordar cinco cosas; recordaba una fiesta, una botella, un beso, una bofetada y un mensaje. No se si verdaderamente habían sucedido aquellas cosas. Nada tenía sentido en realidad.
Moví la cabeza de un lado al otro para quitar esos pensamientos que comenzaban a atormentarme y dirigí la vista hacia el horizonte. El sol comenzaba a salir de manera pausada haciendo que sus rayos comenzaran a bañar de luz todos los objetos de una manera elegante. Pude distinguir mejor todo lo que me rodeaba y comprendí dónde era que me encontraba.
Qué ciega había sido al no darme cuenta que me encontraba en una de las calles paralelas a mi casa. Me encontraba solo a 4 calles de mi destino. Mi paso ahora era más decidido.
Todavía rondaban alrededor de mi cabeza preguntas sin respuesta pero decidí dejarlas a un lado e intentar contestarlas ya estando cómoda en mi habitación; por el momento lo más necesario era llegar.
Sentía mis piernas pesadas, mi cabeza dolía tanto como si me hubiese caído de un décimo piso y ésta rebotado por el impacto; además me sentía sucia y no recordaba nada. Fui desacelerando mi paso hasta quedar frente a una pequeña pero acogedora casa. Por suerte había llegado.
-¡Ya estoy en casa!- comuniqué mientras cerraba la puerta a mis espaldas. Nadie contestó, al parecer mi madre ya había ido a trabajar.
Luego de un reconfortante baño de agua caliente me dirigí a mi habitación para comenzar a "investigar" que había sucedido.
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Adolescencia experimental (Cancelada)
Fiksi RemajaIrina es una chica de 15 años que vive en Madrid. comienza el 2015 y se encuentra en una de las etapas más importantes de su vida según muchos, la adolescencia. En ésta comienza a experimentar situaciones nunca antes vividas, tanto buenas como malas...