CAPITULO 7: No quiero cambiar

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Me quedo pensativa. ¿A qué viene esto de que a Laura casi le de vergüenza decir que me conoce y que ahora le diga a Carlos De Vil que sí? No sé qué pensar en cierto modo, ella es una persona que no tiene una personalidad fija, sólo tiene el rasgo característico de hacer las cosas según le conviene al momento, aunque más tarde le vengan problemas por haberle dicho veinte cosas distintas a cinco personas distintas. Así hacía con lo que llamaba amistad conmigo, si le ayudaba a hacerse amiga de alguien, decía que era mi absoluta enemiga, y luego se hacía la buena conmigo pidiendo que le siguiera la corriente.

-Sí, le conozco. Éramos amigas, aunque el mismo día en que llegasteis me dejó más claro que nunca que jamás quiso ser amiga mía.

-Así que si, ¿eh?-dice. Le miro con extrañez, y responde con una sonrisa algo enojada, niega con la cabeza, y habla.- Me dijo que le habías dado la espalda. ¿Qué pasó en tu versión?

En ese momento lo recuerdo. No hay excusa que pueda inventar ahora mínimamente parecida que no vaya a mentirle. No quiero tampoco fingir que es algo que me resulta duro, porque esa sería la mayor mentira que he dicho en mi vida. O eso creo.

-Dejemos el tema.-concluyo.

Es entonces cuando me doy cuenta de que aquél recurso que quiso utilizar para evitar un tema del que tampoco quería hablar, se lo he quitado también. Le estoy mintiendo demasiado, hasta de la forma en que yo veo la gente, por ejemplo, podría verme otra cara. Miro al suelo, y luego a él. Se acerca a mi, y me rodea el cuello con el brazo, lo cual me sorprende, pero también resulta apacible, el frío que sufría inconscientemente hasta entonces noto de repente que desaparece, y me encojo sentada ahí donde estoy, para sonreír a Carlos.

-Gracias por intentar animarme, y siento ser tan borde contigo, juro que no es mi intención. Pero hay algo que no debes saber de momento y es casi la base de mi vida ahora mismo.

-Lo entiendo.-dice, casi encima de mi última palabra.

Vuelvo a sonreír, y hasta me siento mejor. Tal vez no esté sola del todo.



(Narra Carlos)

En la habitación reina el silencio. La típica oscuridad que tanto nos gustaba en la Isla de los Perdidos es también reina, y tanto yo como Jay estamos profundamente dormidos. Justo cuando más cómodo estoy, aunque el sueño no me permita percibirlo, y cuando un sueño del que desaparece consciencia a cada segundo está a punto de llegar a su fin, un sonido estrepitoso llega desde la mesita de noche de Jay. Me despierto de repente, e incluso jadeo del susto por la poca costumbre que tengo de empezar la mañana con el sonido del despertador.

Jay, como siempre, es inmune a despertar, seguramente ha pasado la noche maquinando planes y estrategias para robar por aquí, aunque debería perder esa costumbre mientras estemos en Áuradon, y ahora tiene sueño.

Me veo obligado a frotarme los ojos y quitarme las sábanas de encima. Acto seguido, me levanto poco a poco y doy un par de pasos hasta la mesita de Jay. Apago el despertador, aunque resulta costoso por su mal funcionamiento, y luego le doy un pellizco a Jay en el cuello, que por experiencia sé, es la única forma de abrirle los ojos por la mañana.

-¿Pero a ti qué te pasa?-pregunta, como si fuera mi culpa.

-Que estás hecho un dormilón. Como no te levantes ahora vas a llegar tarde a clase y no pienso esperar por ti de nuevo.-me quejo.

Bufa y se pone un cojín sobre la cara. Es culpa suya, no mía, así que la pena de que le riñan después en mí es inexistente. Aunque la pena en alguien como yo siempre fue inexistente.

Después de una corta ducha, y de vestirme, hago la cama y sigo la típica normativa de dejar la ventana y las cortinas abiertas, a pesar de que sé que Jay irá a cerrarlas luego. Haga lo que haga le apestan los pies y a esta habitación le hace más falta tener la ventana abierta que a ninguna.

Salgo de mi cuarto, más bien nuestro, y camino por los pasillos derecho al comedor para el desayuno. Algunas veces Joan no asiste al desayuno, se levanta más tarde y va derecha a las taquillas, ya que por lo visto no es una persona muy víctima del hambre, en cierto sentido. Justo cuando pienso que seguramente no tendré compañía conocida durante un rato, concretando con Joan, recuerdo todo lo de ayer. Seguramente estoy tan preocupado como ella de lo que le haya podido pasar a sus padres, y no sé porqué, pero lo que sí entiendo que me preocupe es eso que ella no quiere contarme, que según ella la mantiene tan borde aunque eso me guste un poco.

Sacudo la cabeza. ¿En qué se supone que estoy pensando? No debo hacer amistad, y menos tan fuerte con una persona ajena al grupo, sin llegar a parecer desagradable. Me da miedo que alguien pueda llegar a hacer que me encariñe, y luego me llegue a doler verle sufrir cuando se destruya todo y sólo quede mal. Siempre tengo presente la posibilidad de cambiar, aunque no por mi propia mano, eso seguro, porque estoy bien donde estoy.

-Carlos.-escucho una voz que me llama. Al girarme, encuentro a Mal.

-Mal, hola.-digo, fingiendo sorpresa.

-Hoy nos vemos en vuestro cuarto a las ocho, a ver si intentamos lo de la varita otra vez.-susurra.- ¿Dónde está Jay?

-Dormido.-espeto. Me mira, intentando culparme de eso.- Se siente, no me voy a encargar más de que vaya a clase, ahora es su problema.

-Qué malo eres.-me dice. Alzo un poco la cabeza de la barra donde escojo la comida, y la miro de reojo, sabiendo lo que va a seguir a eso.- Me encanta.

Me choca el puño, y se va con Evie. Como rápido, y voy hacia las taquillas.

Mientras abro la puerta buscando mi libreta de Matemáticas, una mano me sorprende, descansando en mi hombro por unos segundos a modo de saludo. Miro a mi lado, y sonrío al encontrar a Joan. Como para pegarse un tiro, no sonrío a posta.

-Hola Joan.-saludo.

-Hola Carlos.-dice.

-Ahora... ¿nos toca juntos?

-Sí, creo que sí... como ya van a hacer el desdoble. No sé como han tardado tanto.

-Para una cosa como esa... yo tampoco. Vamos ya a clase, por favor que me toque contigo.-digo sin pensar, cruzando los dedos.

-Vaya, me extraña que hables de mi y no de Evie, de Mal o de Jay.

-Es que con ellos estoy siempre, pero quiero cambiar algo de compañía, además, ellos son muy atados a lo de ser malos.

-Ya... bueno, vamos.

Empezamos a caminar, y empiezo a pensar en la cantidad de gilipolleces que he dicho en esta conversación, y ni siquiera quería. Me he apegado mucho a ella sin darme cuenta y dejo de pensar en lo malo que soy cuando llega. Necesito que se largue, o me largo yo.









enemy ;; carlos de vil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora