CAPITULO 11: Una vida dura

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Considero incluso la idea de retrasarme a las clases solo para buscarla, y mis pies corren sin casi darle tiempo a otro siquiera de rozar el suelo por la sala hasta que en mi mente se aclaran ideas.

Si falta con motivo, dejara una nota, si le ha pasado algo, lo que debo hacer es avisar a un profesor.

Los últimos cinco minutos que puedo permitir a mi retraso los paso buscando por la habitación algún trozo de papel o señal. Hasta que por el rabillo del ojo, atenta a la cama veo una nota en la mesilla.

Hola Joan.

Soy Alex, cosa que seguramente has imaginado, solo quiero decirte que voy a tener que pasar un par de semanas fuera de la Academia por una cosa que me ha pasado con mis padres.

Espero que no te moleste con lo de tus padres, te deseo buena suerte para superarlo y espero que estes mejor cuando vuelva.

Un saludo, Alex.

Es evidente que mi reacción a la nota no es buena, aunque no habló de un enfado, hablo de una expresión que segun pretende es comprensiva, y no le echa la culpa. Porque ella no tiene la culpa.

Dejo la nota sobre su mesita, y me dirijo al exterior, del pasillo, donde me espera Noa.

-¿Donde estabas?-pregunta.

-Alex, que no aparecía. Pero ha dejado una nota diciendo que por un tema de sus padres ha tenido que irse para unas semanas.

-Bueno, al menos esta bien fisicamente.

-Y esperemos que emocionalmente tambien.

Asiente.

Caminamos por el pasillo a la par sin gesticular palabra, hasta que la situacion de las taquillas nos separa. Son de todos modos pocos pasos los que tengo que dar hasta la mia, unos pocos pasos que me mueven el pelo por el aire, y justo cuando las llaves ya han abierto la puerta, dos cálidas, suaves e inconfundibles manos me tapan los ojos.

-Sabes quien soy.-asegura con sarcasmo.

-Pues claro.-digo.

Me quita las manos de delante y se apoya en la taquilla consecutiva a la mia, mientras pronunciamos leves y cortas risas que acaban antes de que el archivador este en mis manos. Cojo tambien el libro de Biologia, y ademas el estuche. Al cerrar la taquilla Carlos sigue apoyado, con sus cosas en la mano, y señala la dirección por la que tenemos que ir a clase.

Durante el camino, tenemos una conversación bastante normal dada mi situación, aunque una pregunta de como va el no falta.

-¿Cómo llevas lo de ayer?

-Bien, creo que después de hablar contigo estoy mucho mejor.

A pesar de decir hablar, ambos sabemos que las palabras son escasas. Resulta imposible a nuestros cerrados pensamientos concebir la idea de que los gestos que intercambiamos anoche fueron mas que simples abrazos amistosos. Mas que nada, fueron los típicos actos de cariño en una pareja, y por si fingiendo que no paso nada conseguimos olvidarlo, y seguir como si nada hubiera pasado seguir con la amistad que tenemos sin otra historia de por medio, usamos esas palabras para nombrarlo.

-Tu, ¿qué tal?-desvío.

-Bien, hoy tengo el entrenamiento especial con Ben, espero que vengas a verme.-dice, y me guiña un ojo.

-Hombre... pues claro.

Sonrie, y entramos en el aula.


-A ver si tus ánimos sirven.-dice Ben, consiguiendo que me ria.

Tal y como me habia indicado, me aparto a la extraña columna, tan poco comun que su forma es imprecisa e incluso el nombre con que designarlo, y el silbato del principe suena indicando una larga carrera de Carlos que pronto descubro, huyo de un perro.

Ben no se da cuenta, su rapidez es sorprendente y se centra en ver cuanto le ha llevado llegar hasta la meta, pero cuando los pasos del chico son próximos al bosque, lo ve.

Me habia apartado, pues tal rapidez parecia ira tirarme de mi asiento, pero unos segundos después estoy bajando ágilmente, diciendo a Ben que yo me encargo de el.

Parece que tanta es mi rapidez como la suya e incluso mas, pero vamos a ser sinceros, me crié entre juguetones cachorros a los que les gusta hacer carreras.

Mi atención esta en Carlos. Se adentra en el bosque, sin llegar a sorprenderme, y el perro le sigue. Lo veo de lejos subirse a un árbol, como si la altura en realidad le fuera a salvar demasiado, aunque luego se ajusta mas y ni saltando el animal llegaría ni a la suela de sus zapatos.

Consigo llegar a ellos. El perro, al cual ahora distingo, le ladra y el suela un pequeño grito ahogado que pretende subir mas.

-Carlos...-empiezo, sin saber muy bien que decir.

-Ese bicho es un asesino. Me va a coger y me va a morder... es un animal rabioso que se mueve en jaurías.

-¿Quien te ha dicho eso?-pregunto, aunque la respuesta es bastante clara.

-Mi madre.

Doy pequeños pasos hasta Colega, nombre, aunque ridiculo del perro. Lo cojo en brazos hasta el cuello, y le doy un pequeño beso entre las orejas, seguido de alguna caricia que hago inconscientemente por el dialogo de Carlos.

-¿Por qué lo coges en brazos? ¡Te va a morder!

-Carlos, nunca has estado con un perro, ¿verdad?-digo con voz dulce y baja, aunque suficiente para que me oiga. Se escucha incluso mas baja despues de lo excitado que estaba, y se nota, asi que baja el tono al hablar.

-Claro que no.-esta vez, me mira a mi.

Sonrio, imaginando las cosas qjd Cruella le habra dicho falsamente sobre estos animales. No llego a representar dicho pensamiento con la mirada, aunque es evidente.

-Colega, este es Carlos. Carlos, Colega, la mascota del campus.

-No parece un animal rabioso que se mueve en jaurias.

Parece mas tranquilo, ademas de cambiar de opinion. Afortunadamente es un chico abierto, flexible a la hora de modelar algo sus ideas si les encuentra logica. La mayoria de la gente, aunque tenga que incumplir sus propias ideas y decir o hacer tonterias que ni él mismo considera normales, mantiene que es como cree en el momento.

Soltando un "anda" entre dientes, baja del árbol. Empieza a acariciar al perro... mas bien perra, y llega un punto en que sin ser rechazada, puedo dejar a Colega entre sus brazos. Observo las caricias que le da, pensando en lo tierna que es la escena, aunque otra pregunta para el pasa por mi mente.

-Lleváis una vida dura en la Isla, ¿verdad?

Alza la mirada del perro, aunque no del todo, y me mira con unos ojos y expresión que me atan durante los segundos en que permanece el silencio, como si con esa mirada pudiera partir el alma de cualquiera, y no dudo en que lo haría.

-Bueno, no hay nadie que nos rasque la barriga.

Sus falsas risas, aunque cargadas de tristeza, pretenden no dejar un momento demasiado serio, aunque no me hace gracia. Tampoco me lo tomo demasiado serio, simplemente mantengo una mirada neutral que se mueve del perro a el y de el al perro.

Sin darme cuenta, las miradas de ambos están clavadas en los ojos del otro.

enemy ;; carlos de vil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora