Capítulo 9

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No había dormido las horas o el tiempo necesario para descansar. Después de lo que había ocurrido ayer por la noche cuando Jongin interrumpió su conversación con su médico supervisor el Doctor Jasper entrando a la biblioteca y le había pedido que se quedara con él. Le había sido difícil conciliar el sueño. No estaba seguro de la decisión que había tomado. Su decisión no la había tomado con la cabeza, si no con el corazón y eso lo había hecho aceptar siguiendo el caso de Jongin. Las palabras y la forma en que se lo dijo, las sintió sinceras, autenticas. Ahora estaría seis semanas más con el moreno, pensó estremeciéndose. Quería ayudarlo a caminar y lo lograría, ese era su trabajo y su deber con el paciente. Pero Jongin no era un paciente común y corriente, él lo había tocado, se habían abrazado, se habían revolcado juntos por el suelo.., se habían besado.

Se levantó antes de que sonara la alarma y entró a ducharse. Salió del baño sólo con una pequeña toalla amarrada en su cintura. La toalla le llegaba por arriba de media pierna. Se detuvo frente al gran espejo que colgaba en la pared con la mirada clavada en él. Su reflejo le mostraba un cuerpo alto, delgado, no tenía grandes músculos pero era fuerte. Su pecho era plano y firme, coronado por pezones de color rosado. Su cuerpo sería de verdad del agrado del moreno? Su piel era demasiado blanca y pálida. Sabía que a hombres, incluso mujeres les gustaba su físico, pero bastaba con eso? No era de piel morena, como le gustaban las mujeres a Jongin. Quizás le gustaban las mujeres delicadas, voluptuosas y ultrafemeninas, y contra eso él no podía competir. 

Dejó escapar un gruñido y se giró a mirarse por detrás. ¡Cuántas incertidumbres! Quizá le volvieran loco las piernas. Él las tenía bonitas, largas y elegantes, suavemente bronceadas. O quizá.. su trasero, cubierto ahora por una pequeña toalla rosa pálido, era redondeado, hasta podría parecer femenino.

Otro problema era su ropa. Su vestuario de todos los días consistía sobre todo en prendas con las que le resultaba cómodo trabajar: vaqueros, shorts cortos, camisetas, playeras. Eran prendas bonitas y prácticas, pero no provocativas. Tenía ropa buena, pero no para trabajar, ni para llevar una vida práctica.

Estaba tan absorto que no oyó los ruidos que hacía Jongin en su cuarto. Cuando su voz ronca de por la mañana temprano se abrió paso entre sus pensamientos con un malhumorado "¡Te has quedado dormido, holgazán!", se giró para mirar la puerta, que se abrió de pronto. Jongin cruzó el umbral en su silla de ruedas.

Los dos se quedaron paralizados. Sehun ni siquiera pudo alzar los brazos para cubrirse el pecho; estaba tan sorprendido, que fue incapaz de regresar al presente de inmediato para hacer algo. Jongin tampoco parecía capaz de moverse, aunque la buena educación le exigía que saliera del cuarto. No lo hizo; se quedó allí. El negro de sus ojos se fue intensificando a medida que una expresión sombría y tormentosa encendía su mirada, que resbaló por el cuerpo casi desnudo del rubio y luego volvió a ascender para posarse sobre su pecho.

- Cielo santo.- murmuró.

Sehun tenía la boca seca, la lengua paralizada. La intensa mirada del moreno era tan cálida como una caricia física, y sus pezones se fruncieron hasta convertirse en pequeños pináculos que apuntaban hacia él. Jongin inhaló una sonora bocanada de aire y luego, muy despacio, dejó que sus ojos descendieran por la curva de su costado, por la satinada tersura de su estómago y parte del vientre. Clavó los ojos en la pequeña rendija de su ombligo y por fin los posó donde estaba su entrepierna.

Una extraña sensación se agitó en el vientre del menor, asustándole, y por fin pudo moverse levantando los brazos para cubrirse. Estaba de pie, rígido, se giró quedando de espaldas a él y dijo con voz acongojada:

- ¡No, por favor! ¡Sal de aquí!

No se escuchó el ruido de la silla al moverse, y Sehun comprendió que seguía allí.

Mi fisioterapeuta favorito.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora