Diecisiete

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Tu mirada llegaba a ser tan penetrante que me calaba los huesos y esa no era una excepción. Era una mirada sombría casi podía sentir que en cualquier momento me llevarías lejos de todo y de todos para ser solamente tuya.

Fruncí el ceño y tu debilitaste la intensidad de tu mirada, en realidad ya me estaba asustando.

Pasaste a verme con unos tiernos y dolorosos ojos que emanaban súplica. Y llegué a imaginar que me querías entregar el alma con la esperanza de que la aceptara y así estar por la eternidad unidos.

- ¿Ya me puedes revelar las siglas?

- ¿No puedes esperar? -replicaste con una sonrisa de lado y los mismos ojos tiernos despertando las mariposas que había en mi interior.

-Supongo que un poco más no me hará daño.

Solo me veías sin inmutarte y por alguna extraña razón no me incomodaba. Me gustaba ver tus pupilas soñadoras, tus labios sonrientes y tus mejillas sonrosadas por el frío.

-Muñeca, Quiero Ser Más Qué Tú Amigo -soltaste sin aviso.

Mi Dulce KarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora