Will we ever end up together?

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A Edith le vino a la cabeza la idea de correr, sin embargo también le aterraba Thomas y Lucille, ¿ese par estaba más que junto? ¿Era cierto lo que Thomas había declarado? Y si era de nuevo un engaño. Dudo unos segundos y cruzo por sus ojos el pánico que le había cruzado cuando él se iría, cuándo su padre había ordenado su partida, ese miedo aparecía de nuevo, tan vivido y ardiente que quemaba con la única lágrima que resbalaba por su mejilla.

Negó con la cabeza, vio al fondo del elevador y respiró profundamente. ¡No! Ni ayer, ni hoy, ni mañana lo dejaría ir así como así. Tragó su miedo, haciéndolo desaparecer y corrió por el mismo corredor por el que Thomas había ido, moviéndose sigilosamente entre las sombras y escuchando atentamente.

—¡Prometiste que no amarías a alguien más! —dijo entre llantos Lucille.

La mirada de Thomas estaba al frente, cruzo mucho antes con la de Edith, evitó alterarse, evito que Lucille notará su presencia, porque a pesar de ser humana sentía mejor que el resto. Thomas encontró en los ojos de Edith la calma que nunca antes había sentido, ¿era por eso que se había enamorado? Lo pensó dos veces, y en realidad estaba en lo cierto, su seguridad, su luz, su cariño, todo lo que ella poseía había atrapado a Thomas, lo había vuelto más humano.

—Sí, pero paso —lo dijo sin quitarle la mirada a Edith—, me enamoré de ella.

Lucille había sentido la respiración acelerada de Thomas, lo sabía, ella estaba ahí. Sonrió socarronamente, observando la mirada perdida de Thomas, era evidente que tenía que desaparecer esa idea errónea de su cabeza, pero para eso, había que acabar desde los inicios, desde ella.

—Y aún vuelves por él —dijo Lucille—, ¿a pesar de que te quería muerta?

Fue un golpe duro para Edith, pero la mirada de Thomas la reconfortaba y hacía que ella se sintiera segura, Lucille no la derrumbaría y estaba segura de eso.

—¿Crees que tu marido te ama? —susurró Lucille.

—Lo hace —balbuceó Edith.

—¡Te trajo aquí para matarte! —grito con una sonrisa en los labios—, ¿Quién te daba té caliente en las mañanas? ¡Él! ¡Porque te quería muerta y pudriéndote con el resto!    

—¿Qué tanto de lo que piensa él es propio de su mente? —tragó Edith acre.

—Lo cierto es que él es mío —dijo Lucille—, ¿qué importa lo que piense?

¿Qué podía decir contra un argumento tan cierto? Thomas había actuado con Lucille tantos año que sí, de verdad le pertenecía, pero él no lo negaba ni afirmaba, se limitaba a observar, perturbado por lo que Edith se había abalanzado a hacer, boquiabierto y estupefacto eran palabras que se quedaban cortas a lo que él estaba sintiendo en ese momento.

—En realidad Lucille —dijo por fin Thomas—, es verdad que pasé una eternidad contigo, pero no te pertenezco, no como tú lo deseas. 

—¡Explícate! —exhortó Lucille.

—Por ahora le pertenezco a ella —observó con dolor y miedo a Edith

—No —susurró—, ¡No!

Se lanzó al pecho de Thomas, clavando las tijeras que estaban sobre la mesilla, no lo mataría, Lucille no era capaz, pero sí de hacerle comprender que no se iría jamás. Ella se alejó dejando la la vista de Edith la clavícula sangrante de Thomas, él cayó de rodillas al suelo, tiró de las tijeras, sin importar la creciente herida que estaba carcomiendo a Thomas, no por el dolor físico sino por el miedo de dejar sola a Edith.

—Será mío hasta la muerte —se levantó Lucille después de arrebatar las tijeras de las manos de Thomas—, ¡Y tú irás con él!

Lucille corrió hasta Edith, Thomas la observaba y con la mirada aceptaba su realidad, ya sabía que tenía como futuro, cerró los ojos y sonrió agradecido de saberlo mucho antes que Lucille.

   

      



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