Haunted

Be the lightning in me

Edith sostuvo con fuerza el bolígrafo y pensó si de verdad valía la pena hacerlo, Lucille se acercaba feroz y enloquecida, mientras Thomas sangraba, pero con felicidad en el suelo. «Estoy aquí», decían sus ojos.

—Estoy aquí —dijo Edith en voz alta.

Ella se lanzó contra Lucille, perforando su rostro con el filo del bolígrafo, de inmediato Lucille bajó la mirada dejando caer una daga que estaba en su mano. Impaciente y de impulso Edith la tomó y amenazo a Lucille.

—No dejaré que me mates —sonrió Lucille—, ¡lo haré primero yo!

Lucille tiró del bolígrafo y se lanzó de nuevo a Edith quien soltó la daga con pánico, escuchando como esta repiqueteaba en las baldosas de madera. Su fin. Cerró los ojos y esperó al dolor, no podía correr, quedaba un muro a sus espaldas, ¿a qué lugar llegaría? Advirtió un gemido. Lucille.

—No Lucille —era la voz de Thomas.

Edith perturbada observó a Lucille caer al frente, con la boca abierta y la nariz sangrante junto con su mejilla; sin embargo no era de importancia, ella lloraba, había perdido lo único que amaba en esa vida, lo único que la mantenía atada a la tierra, no luchó, simplemente cayó de rodillas y observó a Edith con odio.

—¡Volveré por ti!

—Que así sea —dijo Edith.

Su espalda estaba repleta de sangre, las mismas tijeras con las que había herido a Thomas reposaban sobre su vestido, perforando el musculo y permitiendo la salida de sangre, pronto el telar blanquinoso de sus ropajes se había vuelto escarlata y negruzco, allí justo dónde toda la sangre se acumulaba. Asqueada, Edith giró la mirada al muro, ignorando lo que estaba pasando.

—Se ha ido —declaro Thomas con lágrimas y voz ronca.

—Eres libre —susurró Edith.

—No

—¿Perdón?

—Te pertenezco, por la eternidad, Edith.

Edith sonrió al sentir unos brazos rodeándola, calor de Thomas, ese mismo sentimiento de plenitud, de volver a casa después de tanto tiempo; esa sensación que la protegía de sus miedos.