I would never forget you.

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—¿Vendrás conmigo?

—A dónde sea.

Edith giró y se lanzó a los brazos de Thomas. No sentía remordimientos por la muerte de Lucille, ella había asesinado a su padre a sangre fría, sin miedo ni piedad, era su turno. Se aceró al cuerpo inerte de Lucille y tomó su mano, esa dónde portaba el anillo que Thomas le había obsequiado en su boda, ese anillo le pertenecía y no se iría hasta tenerlo de vuelta.

Tiró de su dedo hasta que este crujió, el anillo quedó libre pero sucio de la sangre de Thomas. Para Edith sin embargo fue algo más simbólico, la sangre de su amante sobre su anillo de compromiso, un lazó de sangre; lo colocó en su dedo de nuevo, sintiendo ese frío constante pero familiar que la había acompañado todo este tiempo.

—Edith —dijo Thomas—, estás enferma, debemos irnos ahora.

—Sí —observó a Thomas mostrando el anillo—. Es hora de irnos.

Thomas aterrorizado observó el anillo, y posteriormente el cuerpo inerte de Lucille, le provocaba nauseas ver lo que había hecho, pero era lo mejor. Tomó a Edith en brazos y la llevó hasta el elevador.

—Thomas.

—¿Sí?

—Alan, ¿dónde está? 

—Abajo.

Thomas cerró el elevador con cierta violencia, le aterraba la idea de que Lucille se hubiese ido, pero aún más que Edith tuviese de nuevo ese maldito anillo. Le había mentido y sometido con ese anillo ¿cómo iniciar de cero si ella tenía eso por anillo de compromiso?

El elevador se detuvo, Thomas ya había visualizado a Alan quieto sobre un foso, con las manos dejadas al libre sobre el suelo de piedra. Alan giró la mirada y se percató de Edith, con la mirada tan fija en él que incluso podrían sangrar sus ojos. Thomas la animó a avanzar, con un nudo en la garganta.

—¡Edith! —gimió Alan.

Ella corrió hasta estar frente a él, Alan receloso tocó su rostro y la acercó a él, tratando de besarla pero Edith se alejó negando con la cabeza y observando a Thomas quién con incertidumbre se acercaba a ellos. 

—¡No! —dijo Alan entre gemidos—. Él no, no es seguro...

Un carraspeo interrumpió a Alan, mientras se encorvaba al frente en los muslos de Edith, ella tomó su rostro e impidió que alejara la mirada temiendo que él muriera. Thomas se acercó con rapidez y tomó el brazo de Alan.

—¡Vamos! —tiró con fuerza mientras le gritaba a Edith—. O ambos morirán en el intento.           

Edith asintió y tiró del otro brazo de Alan, sintiendo el peso sobre sus hombros, gimió debido al dolor de su espalda, no era sencillo para alguien que acababa de morir a penas unas horas atrás y había regresado de la manera más espantosa, una manera que no le deseaba a nadie ni por ser la persona que más odiara.

Thomas cubrió el mayor peso posible, sabía el dolor que le provocaba a Edith sobre los hombros, lo reflejaba en su rostro contraído y su respiración acelerada, sin embargo había que sacar a ese hombre de los confines de Allerdale Hall, la cumbre escarlata.

Caminaron hasta el elevador de nuevo, recostando a Alan sobre el muro de metal, Thomas cerraba la puerta mientras Edith sostenía a Alan de la cintura con fuerza, él se recostó sobre su hombro y le murmuró con delicadeza:

—Él es peligroso, no debemos llevarlo.

—Alan —susurró—, lo amo, no me puedo ir sin él.

Alan asintió y suspiró, era obvio que ella le creía más que su propia razón, él no podía ejercer poder sobre alguien como ella, tan independiente y fugaz, tan solo le deseaba lo mejor a Thomas, a ambos, para salir de ese abismo.

Al llegar arriba Thomas llevó a Alan, dejando que Edith caminará con prisa a la puerta. Edith por cada paso que daba era como piedras calientes quemando su piel, y a su espalda cargaba de un montón de espinas, sin embargo no se detuvo, sería un dolor circunstancial que al salir de allí desaparecía junto con sus preocupaciones.

—¿Thomas? 

El cuerpo de Edith se heló, sus pies se adhirieron al suelo de madera podrida. Thomas tragó con fuerza y trató de responder pero toda su voluntad se había quedado en el fondo de todo su ser. 

—Edith, lleva a Alan. 

Todo quedó en silencio, a excepción de la respiración estancada de Lucille. Edith caminó a Alan y tomó su brazo.

—No —dijo Lucille desde las escalera—, nadie se irá.

—Déjalos ir Lucille —dijo Thomas antes de girar a verla.

—Thomas —titubeó Edith.

La mirada de Thomas se quedó quieta unos instantes antes de pasar a ala de Edith. Pensó que sería la última vez que usaría los métodos de Lucille, engaña y mata, todo para obtener lo que deseas. Thomas bajó la mirada y se alejó de Edith.

—Vete Edith.

—¡Qué! ¡No! —gritó.

—Salva a ese hombre —señaló a Alan—, se feliz con él.

Lucille observaba satisfecha desde las escaleras mientras hacía oscilar una daga sobre sus manos. 

—Se irán —dijo Lucille demandante—, pero Thomas se quedará.

—¡No! —gritó Edith—, ¡No de nuevo!

—Morirá si no te vas.

La garganta de Thomas se contrajo, él por su parte asintió para Edith que lloraba desconsoladamente. Alan tiró de ella, quien a regañadientes salía de la gran mansión, también sintiendo dolor por Edith, para no tener que soportar que una parte de ella se quedaba en esa casa. 

Mientras caminaban Edith observaba de soslayo a Thomas con la mirada baja, las manos detrás y los pies separados. Se había rendido, no iría, no lucharía, todo se había perdido.


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