La única parte de la provincia de Buenos Aires que seguía bajo control de la Única Constante Resistencia era la zona norte. Sin pobres a los que darles planes, el kirchnerismo nunca tuvo la oportunidad de echar raíces en esa tierra de ricos.
Y en una mansión histórica, varios exponentes de la política de la zona se habían reunido. Bebían vino caro y hablaban sobre la pobreza. Había puntos de vista en conflicto.
—Definitivamente, el pobre que milita es una criatura mitológica cuyos orígenes están en la cultura celta.
—No, Cecilia, tengo fuertes sospechas que ellos evolucionaron en los militantes de La Campora.
—Eso es imposible. No hay manera de que un ser de tal ingenio como el pobre del folclore evolucione en un militante de esos, Pablo.
— Hay alguien a quien podemos preguntarle—Acotó Álvaro.
La preocupación Lujaneó la sala. Cecilia y Pablo sabían de quién hablaba Álvaro. Sabía la respuesta, eso era seguro. Pero ellos no estaban dispuestos a pagar el precio. Desde una esquina oscura, el encorvado Lautaro opinó.
—Mientras no vayamos vestidos de pobres, deberíamos estar a salvo.
—¿Cómo haces eso? —preguntó Cecilia.
Lautaro sacó un frasco de Eau de Turro de su bolsillo. El primer paso para vestirse como pobre era oler a choripan y villa, según él.
—Santo Dios, Laucha, guarda esa mierda. No sea que los camporistas quieran aparearse con nosotros.
—Vamos entonces —sentenció Álvaro.
Renuentes pero sin otra idea, los demás aceptaron. Tiempos de crisis los habían Acorralitado. Sus patrimonios se habían reducido en un par de cientos de pesos, y un patrimonio que decrecía no era digno de ellos. Tal vez saber qué eran los militantes los ayudaría a solucionar sus problemas
Se subieron a un bondi cuyo número nadie recuerda. Los asientos estaban todos ocupados por gente de poca monta, y ellos se encontraban parados en el centro del pasillo, sin tocar nada, protegidos de la inercia por la sola repulsión que la clase media les causaba.
Álvaro se acercó a un jubilado. Le tomó una foto con su celular. La subió a una famosa red social con la leyenda "Lol, ¡aún existen!". Recibió cinco favoritos. Acto seguido, comenzó a hablar con el hombre. Le causaba un poco de repulsión, pero era una oportunidad única.
—¿Y... vivió usted en los tiempos de los Kirchner?
—¿Que si los viví, joven? ¡Milité en los tiempos de la señora! Eran buenos tiempos, no como ahora, que nos mandan maquinas sin corazón. El momento en cobré mi primer plan social quedó grabado en mi memoria, igual que el tema de León Gieco. Era un día soleado... —Comenzó a narrar sus vivencias en la puerta del Anses. Álvaro lo escuchaba atentamente. Le interesaba estudiar a semejante espécimen.
Cecilia miraba a un infante. Era un bebé hórrido. Su tez no era blanca y aria como la suya. Su olor no era el de los jazmines, las rosas o cualquier otro órgano reproductivo vegetal usado en la confección de perfumes. Olía a pobreza. Olía a Eau de Turro. ¿Cuántos años tenía su madre? Pocos, eso era seguro. Aún parecía una niña de secundaria. Probablemente siguiera siéndolo.
Pablo, por otro lado, pagó a un anciano para que le cediera el asiento. Sacó un pañuelo impoluto de su bolsillo y lo situó sobre el asiento. Su pantalón no tocaría esa sperficie con olor a retaguardia de obrero.
Lautaro no llamó la atención. Se quedó, simplemente, estático con respecto al colectivo, parado sin mover siquiera un dedo.
Cuando bajaron del vehículo, asqueados y casi traumados, intercambiaron relatos de sus experiencias. Cómo se habían sentido, los peligros que había enfrentado su estatus social... lo típico.
Pero ya había pasado. Ahora se encontraban frente a El Country Abandonado, un lugar de importancia histórica. La Kerida Lider y Mechacri habían batallado hasta la desactivación en ese edificio. Pocos lo sabían, por lo que p, para el resto, el líder de cambiemos estaba desaparecido. Mechacri había ido solo.
Siguieron el sinuoso camino hasta la puerta, y, con sus poderes oligárquicos, Pablo abrió la puerta sellada.
La gran morada estaba impoluta por dentro. Papeletas de Botssa cubrían algunos cuadros. Al parecer, se había hecho cargo de cuidar el lugar.
Al entrar a la sala principal, se encontraron a lo que parecía ser Mechacri tirado sobre un charco de aceite. Se encontraba cubierto con una manta, y Botssa estaba junto a él con un tacho de Míster Musculo en la mano.
—¿Debería limpiarlo? Está así desde hace años —declaró El Defensor De Los Jubilados.
—No —dijo Álvaro
—Entonces me voy.
Botssa activó los propulsores de sus pies y salió volando, rompiendo una ventana en el proceso.
—¡Mañana la reparo! —gritó antes de alejarse demasiado como para ser oido.
Álvaro se acercó al mandatario sobre el charco de aceite y tocó la sustancia.Luego, s edamió el dedo.
—Esto es aceite de YPF... —espetó aterrado.
La mano de Mechacri tomo a Álvaro de la pierna, y el robot se levantó. Ese aceite perdido no era suyo. Acto seguido, absorbió la nacionalidad de Álvaro, dejando a un zombi de espíritu privatizado en su lugar. Cecilia, Pablo y Lautaron salieron corriendo como alma que la lleva el diablo.
Mechacri no se molestó en seguirlos.
—Necesito más wakfu... digo... nacionalismo.
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Argentina: un país con gente
HumorLuego del efímero golpe de estado causado por militantes del partido justicialista en el año 2020, el pueblo argentino pidió que nunca más un hombre o una mujer incompetente volviera a asumir la presidencia. Así es como, con las ideas de los princip...