Capítulo 4 según el INDEC: El Clarín en la piedra

127 17 3
                                    


 Al detectar el despertar de Mechacri, Scyoli reunió, con ayuda de la Kerida Líder, a los más acérrimos kirchneristas en Plaza de Néstor. Esa plaza estaba radicada en el partido de Néstor Kirchner, en la zona sur.

En el centro de la Plaza, Scyoli les señalaba una pequeña piedra, con lo que parecía ser un diario enroscado clavado en esta. Le señalo con su brazo de carne humana (que ganó en una carrera de lanchas robóticas) una señal al primer hombre forzudo que vio. Estaba royendo una pata de pollo. Tenía tetas debido a las hormonas del pollo.

—Con fe y con esperanza— le dijo Scyoli al hombre.

Se puso en posición, frotó sus grandes manotas y agarro el papel del diario con fuerza. Comenzó a tirar. Las venas de sus brazos se marcaron. Sabía que, por el bien de la patria, debía conseguir y destruir ese diario, que era invulnerable mientras se hallara clavado en la piedra.

Luego de intentarlo durante varios minutos y que el lugar empezara a oler a choripán ya digerido, el hombre ese rindió, avergonzado. Con sus pantalones pesados y marrones, se retiró de la escena.

Scyoli hizo pasar al siguiente hombre. Era aún más grande que el anterior, y Podía cargar el solo con la alimentación de su familia. Eso sí era ser fuerte.

Empezó a golpear la roca, intentando hacerla añicos. Luego, mordió el diario y se rompió un par de muelas. Mientras se marchaba con la boca ensangrentada, perdió fuerza y cayó muerto. El diario había reclamado su alma.

Entre tanto unas palomas se comían el cadáver, un tipo escuálido salió de entre los fortachones asustados y se ofreció a hacerlo. No era un kirchnerista acérrimo, pero quería reconocimiento. Deseaba el poder. Y Clarín lo sabía.

Tembloroso tomó el papel del periódico, y este se deslizo fuera de la roca sin mayor dificultad. Todos miraron asombrados y boquiabiertos durante unos segundos.

El tiempo se detuvo.

—No me entregues, muchacho. Te he elegido para ser mi herramienta, y créeme cuando te digo que es un trabajo que pagaré muy bien— habló el último ejemplar de Clarín.

—No sé...

—Poder, reconocimiento internacional, putas, chistes de "Yo, Matías", dinero, y todo lo que desees. La Argentina entera a tus pies. Soy un estandarte de la verdad, joven, no le miento.

—¿La verdad?

—Un concepto utópico que cada uno moldea a su beneficio. Complejo de explicar. Y, luego seguimos hablando, detener el tiempo es cansador.

Mientras el tiempo retomaba su curso y las palomas continuaban su frenesí alimenticio, Syoli extendió la mano.

—Dame el diario.

—No—dijo quien lo había sacado de la roca.

Scyoli hizo una señal y los militantes se abalanzaron sobre el muchacho.

Momentos antes de que lo alcanzaran, un clemente gigante surgió del sueño, rugiendo y mostrando sus rayas negras y amarillas. El muchacho quedó sobre la cabeza del clemente, que había destruido ya toda la plaza y enterrado en escombros a varias personas. . Scyoli comenzó a correr por su simulada vida.

—Fulmínalo, Clemente— ordenó el ejemplar de Clarín.

La bestia abrió la boca, hizo un comentario ingenioso y, cual si fuera Godzilla, lanzó un rayo de radiación gamma y yerba mate sobre el robot.

Scyoli se desintegro al instante .Lo último que pasó por su chip fue fe, nobleza (gaucha) y desesperanza.

—Hoy Scyoli, mañana... la Kerida Líder—dijo el muchacho frotándose las manos.


Argentina: un país con genteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora