Capítulo 12

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Desperte en la oscuridad, sin dejarte de pensar,
Sigue tu huella en mi almohada.

Veo tu rostro frente a mi, siento que aun estas aquí,
Todo mi cuerpo te extraña.

Puedo ver tu sombra en la luna,
Cuando mi memoria te alumbra.

Ya estan desgastadas,
Todas las palabras,
Lo que queda entre tu y yo,
No le alcanza al corazón,
Y desde mi pecho, suena tu recuerdo,
Todo lo que fue de los dos...

Son ecos de amor.

No tengo idea de porque cantaba aquella tonta canción que tanto adoraba y hacía llorar mi alma, nunca hubo más que una hermandad sin vínculo de sangre. La cantaba por aquellas oraciones que debían tener más de un significados. No sé como la verían ustedes pero para mi sus huellas eran mis lagrimas plasmadas y guardadas por mi fiel amiga la almohada. Por más que mi cabeza me había obligado a olvidarle no podía, los fragmentos de mi corazón por alguna razón seguían estando unidos uno con otro ya sean en piezas que con el paso del tiempo dejarían de encajar en su lugar para darle paso a la soledad.

Me sentía estúpida. Primera vez que amaba, primera vez que sufría. Ya sabía que sentían todas esas protagonista de películas que lo pierden todo. Era tan tonta que no sabía la razón de porqué me gustan esas películas trágicas si ni siquiera había sentido algo parecido a ello —hasta ese momento—. Canciones depresivas, películas tristes, libros de tragedia, videojuegos de traiciones, ¿por qué rayo me encantaban esas cosas? La rareza es mi cualidad más llamativa.

Desde hoy las emisoras las destesto,
Por estar sonando cancioncitas de amor...
Melodias que relactan lo perfecto
Quizás a esos cantantes no le rompen el corazón...

Me había pasado todos los días en mi habitación desde que sentí derrotada por aquellas palabras. Ese día había llegado a la casa con la sudadera llena de lágrimas y mis rodillas rasgadas por las mil y una veces que me caí al llevar las manos contra mi rostro escarlata. Tommy fue el primero en verme en aquel estado, yo no tenía planeado contarle nada, pero él era una de las pocas personas en quienes más confiaba.

Las palabras y recuerdos fluyeron como río de mis labios. Vi como me dedicó una mirada de pena, eso me hizo sentirme peor aunque no se lo escupí a la cara. Después de eso me dejó tranquila, sabía que tenía que dejarme mi espacio para tranquilizarme y pensar bien las cosas antes de salir y cometer una idiotez.

Mi madre llegó en la noche y al no sentir mi presencia en la sala y los soniditos de los controles subió a mi cuarto y no hizo más que abrazarme. No me preguntó que me sucedía, solo me sostuvo contra su pecho susurrando palabras tranquilizadoras, algo que le agradecí profundamente.

No asistí al instituto una semana entera, algo que se le hizo muy raro a la mayoría de mis compañeros, estaba más que obvio que al trio de brujar y a Karla no le importaría mi ausencia de la misma forma que los demás. Rosa y Alexy fueron los primeros en aparecerse en mi casa desde que se dieron cuenta que no estaba en el aula, en otras palabras, se escabulleron y vivieron a la casa. No quería comentar mucho sobre lo que me pasaba ya que el gemelo de quien estaba enamorada se encontraba frente a mi.

Al día siguiente fueron Castiel y Lysandro, si no hubiera sido por el chico de ojos bicolores, el pelirrojo se encontraría en la carcel por asesinar a Armin.

Sobre mis cintas y las consolas se empezó a forma capas y pacas de polvo, ya que ni un dedo encima les ponía. Eso solo haría que lo recordase más. Por nada le olvidaría, no le guardaba rencor ni remordimiento, era solo que no me atrevía a acercarle al pensar que Armin debería odiarme. Lysandro me aconsejó que le hablase pero antes la situación, dentro de mi se desarrolló una nueva personalidad, una orgullosa y no de las buenas. Esa no era yo, acabo de contradecir lo que dije hace unos segundos ¿verdad? El encierro no me había ayudado en mucho, cada día estaba más confundida y bipolar.

Realidad virtual, Solo un juego CDM #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora