Capítulo 2

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5 de Enero.

Es de madrugada y acabo de terminar de leer Bajo la misma estrella, he leído ese libro más de 10 veces y aún no lo supero. Con mi depresión pos lectura arrastré mi cuerpo fuera de la cama.

Es un trayecto largo desde la biblioteca hasta el baño, pero llegué rápido. Mientras me caía el agua helada en el cuerpo, solté un gemido de dolor por lo bajo ya que cada corte ardía como el diablo, ya estaba acostumbrada a eso y podía soportarlo. Salí de la ducha, desenredé mi cabello con un peine viejo y me sequé como pude.

Después de llegar de mi jornada de ejercicios diaria, preparaba el desayuno mientras veía el amanecer por la ventana. Los crepúsculos eran lo más hermoso para mí que tenía éste lugar a pesar de que el cielo siempre estaba encapotado, era una maravilla ver el sol asomarse de entre las montañas lejanas, luchando contra las nubes grises. No había muchos alimentos de los qué escoger, solo pan, huevo y malteada así que hice una gran cantidad de huevo revuelto y lo serví con el pan y las malteadas.

Los niños comían a gusto, unos en la mesa junto a los empleados y yo y los demás en el suelo. A pesar de que siempre veo caras nuevas, les he agarrado tanto cariño que espero que los adopten familias que puedan darles más que nosotros.

-"Ya no queda más comida."—le informo al mayordomo. Es un gordo que come con gula.

-"Ok, ahora te daré el dinero para que compres más."—pronuncia con la boca llena de comida.

Yo hago eso y mínimo que muero atragantada.

Me levanté de la mesa y me fui a mi habitación para cambiarme los zapatos deportivos ya desgastados por las botas que no se quedan muy atrás. Tomé mi abrigo marrón que ya comenzaba a deshacerse de tantas lavadas, ya no protegía mucho del frío pro era el único que tenía.

Tenía que hacer esas compras rápido para poder tener el almuerzo a tiempo así que me dirigí a su oficina donde él estaba contando un dinero.

-"Toma."—me tendió una paca de billetes el triple de gruesa de lo que generalmente me entrega. –"Es año nuevo, compra todo lo que quieras ¡Largo!"—insiste y obedezco antes de que cambie de opinión.

Mientras salía del orfanato vi a una pareja que se acercaba hacia el recinto, caminé hacia el portón para salir antes que ellos llegaran, pero, justo llegaron al mismo tiempo.

-"Disculpa, ¿este es el orfanato Deviloft?"—me preguntó la chica uniformada al estilo oficinista, tez clara, labios rojos, maquillada, cabello negro hasta el mentón muy bien peinado.

-"Sí"—contesté con apatía, eran otra pareja adinerada más que viene a adoptar.

-"Somos del intitulo de Canadá, venimos a realizar una especie de censo a jóvenes con más de 13 años para becar a uno de ellos."—me explica el chico a su lado, vestía un traje formal, un poco de barba, sonrisa encantadora, cabello castaño.

-"Perderán su tiempo."—comento al pensar en los empleados y lo gruñones que son. –"Soy la única..."—no sé si estaba segura de decir eso –"Los niños allá adentro no pasan de 4 años."—les explico.

-"Oh, entiendo."— asiente él con la cabeza.

-"Mi nombre es Lee y él es Michael."—habla la chica.

No les dije mi nombre, tenía un raro presentimiento. A mí no me pasan cosas buenas, no me caracterizo por tener 'buena suerte', soy un imán para las desgracias.

El dolor dentro de las mentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora