Capítulo 6

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 Otra mañana sobre el mismo colchón frío y vacío, antes no había reparado mucho en ello porque me había acostumbrado a la soledad durante un largo periodo de tiempo pero ahora que cada tarde Ryuuga me regalaba toda clase de atenciones, empezaba a extrañar esa compañía de un cuerpo cálido a tu lado cada vez que abría los ojos todas las mañanas. Cada tarde me entregaba religiosamente a las atenciones y los placeres de la carne que Ryuuga me ofrecía sin pedir nada más a cambio que su propio cuerpo. Siempre, entre dos personas se entregaba algo, y ese algo a uno le dolía más que al otro. Estaba empezando a sospechar que ese dolor estaría más presente en mí que en él, perdía muchísimo más yo en estos encuentros y en el fondo lo sabía. Ya no podía pasar una tarde sin mi desahogo personal y esto no formaba parte del acuerdo no escrito que habíamos creado tanto Ryuuga como yo. Me había enseñado un mundo lleno de sensaciones que nunca pensé que pudiera experimentar, una ilusión que creí muerta desde hacía tantos años, resurgió como la madera sobre el agua.

Estaba empezando a tener miedo de mis propios sentimientos respecto a él, hoy era el penúltimo día y no tenía la menor idea de lo que iba a pasar. Y la incertidumbre mordía con rabia mi tranquilidad. Pensé en llevar las riendas de este día, preparar algo a la altura o inclusive regalarle algo. Un recuerdo de nuestro pequeño pero intenso affaire. Tenía que pensar algo y en entre las sábanas no me tocaba con su gracia la inspiración, necesitaba cafeína a niveles industriales y hablar con alguien que entendiese de estos temas. Aoi quedaba descartado por lo ocurrido ayer, aún tenía que llamarle y disculparme. Me reconcomía demasiado hasta el punto de sentir un dolor agudo en el estómago. Mi madre a eso le llamaba tener cargo de conciencia. Me vestí con mi particular chándal de estar por casa, desapareciendo cualquier rastro de frío en mi piel.

Encendí mi móvil y marqué el número de Aoi para tener un buen comienzo ya en la mañana. Puse el manos libres del teléfono mientras me preparaba ese ardiente café escuchando como daba señal. Cuando pensé que no me iba a contestar, su voz sonó al otro lado de la línea.

— ¿Takanori?

— Sí, ¿Te estoy molestando?

Carraspeó y pude escuchar como levantaba la verja metálica del restaurante. Efectivamente, estaba molestándole en su trabajo.

— Justo estoy abriendo, pero dime, ¿Qué diablos quieres a estas horas?

— Quería disculparme por lo que pasó ayer.

— ¿Qué pasó ayer? — Su voz obviamente sonó con ironía, suspiré.

Vertí el café en mi taza de siempre, humeaba al estar ardiendo. Dejé sobre la taza mis heladas manos y cerré los ojos.

—Sé que estás cabreado y lo siento, no era mi intención herirte.

— ¿Sabes?, Las cosas se hablan cara a cara.

Sonreí de medio lado, me estaba llamando niñato en pocas palabras. O cobarde, el cual me enfurecía por partes iguales. Ni era un niñato de veinte años ni era un cobarde.

— ¿Dónde quieres que quedemos?

—Ven a mi restaurante a la una, te invito a comer.

Fruncí el ceño, estaba empezando a desconfiar. Esto no funcionaba así, estaba enfadado pero aun así me invitaba a comer. Algo me olía a chamusquina pero por no discutir más con él, acepté sin añadir nada más.

—Estupendo, no llegues tarde. Sé un adulto por una vez.

Colgó dejándome con la palabra en la boca, quizás lo único que me molestaba de la actitud de Aoi era su dramatismo para todo. Me frustraban esta clase de cosas pero no podía evitarlas, apreciaba mucho a Aoi para hacerle sufrir más. Supongo que se comportaba de aquella manera por lo que siente por mí, si es que siente realmente algo. Quizás estaba siendo un egocéntrico pero admitió su interés hacia mí persona, te tiene que gustar alguien para querer compartir tiempo y posiblemente, cama.

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