Capítulo 7

772 52 37
                                    

Aun tras el despertar me sentía igual de vacío que el día anterior y hoy desde luego sería mucho peor. Hoy se acababa finalmente, era el último día y tendría que despedirme de Ryuuga. De sus besos, de sus caricias, de aquella voz que me había robado la razón... Odiaba las despedidas y más las que no tendrían que serlo. Ayer ya había llorado suficiente y no era una persona sensible, no lloraba fácilmente pero hasta él consiguió que rompiese a llorar como una niña. Había abierto el cajón de mis sentimientos enseñándome cada uno de ellos. Eran unos auténticos desconocidos para mí pero también me había advertido que no me enamorara, que sería un error y tan seguro que estaba de no romper esa única regla... Una regla que parecía sencilla y que en realidad no lo era. ¿Cómo se podría controlar algo así? Ryuuga estaba tan seguro de que no podría enamorarme de una persona sin rostro y también erró en su suposición. Los dos erramos en este juego de dos, comiéndonos y terminando la partida de la peor manera. Sufriendo ambos.

Mis amigos sabían que hoy era el último día que pasaba con él y me mandaban mensajes cada diez minutos. No era capaz de contestarles, rompería de nuevo a llorar. Esa mañana decidí no levantarme de la cama, dejé el reproductor de mi iPhone en modo aleatorio y le di la espalda al mundo. Me había hecho ilusiones en algo que sabía que acabaría haciéndome daño... Y ese fue mi peor error. El más duro de asimilar. Intentaría pasar este último día con la mayor dignidad posible, aunque ahí también estaba creando una cortina de ilusión. No había nada peor que la verdad, que el falso convencimiento. Y lo peor de todo es que no había nada fuera de mi cama que emergiese alguna especie de fuerza sobre mí para levantarme. Eran las once de la mañana y no me importaba lo más mínimo nada, mi desayuno había sido el primer cigarro del día y el propio oxígeno. Me sentía extasiado por mis propias emociones y notaba que en cualquier momento me desvanecería.

El teléfono no dejó de sonar en toda la mañana, vibrando sobre la mesilla de noche. No quise ni siquiera abrir los mensajes y opté por apagarlo. Koron se ponía histérico por el sonido y se pasaba ladrándole a la nada un buen rato. Ni siquiera había sacado a pasear a mi pequeño Koron, era un dueño deplorable. Me miraba con sus pequeños ojos negros como el fondo de un pozo y no pude soportarlo más, levantándome sin más de la que había sido mi guarida toda la mañana. Koron empezó a corretear alrededor de mis piernas, sacando su lengua con excitación. Había conseguido su propósito después de tantas horas de agonía. Me metí en la ducha y dejé que el agua ardiendo fluyera por toda mi piel, necesitaba despertarme y desadormecer mis músculos. Después de pasar media hora meditando bajo aquellos relajantes chorros de agua salí de la ducha, secándome con demasiada parsimonia. Tiré la toalla al suelo y observé mi pequeño cuerpo frente al espejo, mi castaño pelo caía por mi frente y pequeñas gotas caían de las puntas, recorriendo mi rostro. Tenía pequeñas rojeces en la nalga que había castigado Ryuuga ayer y automáticamente pasé mis dedos por ella, sonriendo. Realmente tenía más de un par de marcas por todo mi cuerpo y ninguna en una zona visible a simple vista. Eran como pequeños recordatorios de todos nuestros encuentros que como nuestra aventura, se evaporarían en un día. Mi piel volvería a su aburrido color blanquecino, sin gracia.

Acabé vistiéndome con un jersey gordo de algodón gris y unos vaqueros estrechos, unas botas marrones para soportar la nieve y un gorro con orejeras blanco para proteger mi cabeza. Enganché la correa al collar de Koron y salí a encontrarme con el frío de la mañana, clavándose en mi cuerpo sin ningún tipo de reparo. El cielo estaba completamente encapotado de nubes grises y negras, no había ni un solo rayo de luz que se colara por aquellas despampanantes nubes que prometían un terrorífico día. Eran tan amenazantes que no podía apartar la vista del cielo. Por la noche había nevado bastante así que había cuajado abundantemente esta mañana. Mis botas se hundían en cada paso que daba. Miré a Koron y sopesé la idea de volver, en estas condiciones iba a ser complicado andar y más a él siendo tan pequeño. A pesar de llevar su abrigo podía ver como tiritaba del frío. Esperé unos minutos a que hiciese sus cosas y volvimos a nuestro cálido apartamento.

ROOM 8Donde viven las historias. Descúbrelo ahora