Capítulo 1

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Muchas veces me he preguntado cual era mi cometido aquí en la Tierra. Me sentía como si no pudiese atarme a nadie y no se puede decir que no lo haya intentado con creces... Me gustaba estar solo en cierta medida pero ese sentimiento que todo ser busca en su vida, su alma gemela, para mí se estaba volviendo en una continua noria. Jamás en mis treinta y un años de vida he sentido nada parecido a eso que llaman "amor", me han gustado hombres y he mantenido relaciones con ellos por supuesto pero los acababa dejando con el paso del tiempo. No me sentía lleno al contrario, el vacío me envolvía con sus desgarradores brazos y tenía que dejarlos porque me estaba engañando a mí mismo y a ellos también. Me centraba en mi trabajo y volvía a casa sobre las siete de la tarde, el resto del tiempo... Dormía. Pero me encantaba mi trabajo, era ilustrador en una famosa empresa de Japón y cada vez que un extranjero me necesitaba para cualquier trabajo ahí estaba yo, dándole el cien por cien de mi tiempo que francamente me sobraba. Tenía buenos amigos, mejor dicho tenía dos buenos amigos desde la infancia que me acompañaban a día de hoy y me hacían volver a la tierra de mis atormentados pensamientos. Siempre había sido un niño soñador, siempre estaba en las nubes y me rodeaba un aura de depresión extraña constantemente pero cada vez que me reunía con ellos todo eso se evaporaba como el vaho de los azulejos después de un agradable baño caliente. Comíamos juntos todos los sábados ya que ninguno trabajaba ese día y desde hacía diez años se había convertido en mi único día de sosiego. Lo esperaba como agua de Mayo toda la semana. Me arreglaba con ahínco y cogía el bus para llegar puntual a nuestra cita de hombres como le gustaba llamarlo a Shima. Aunque primero siempre sacaba a pasear a mi pequeño chihuahua que había robado mi corazón sin miramientos en una sola mirada cuando sólo era un cachorro de dos meses. Koron era el único hombre que había habitado mi corazón y el que me mimaba día sí y día también. Hoy era sábado y obviamente también tenía esa comida con mis mejores amigos Shima y Akira. Me costaba una barbaridad levantarme de la cama cada mañana, remoloneando sobre el colchón y estirándome para despertar cada músculo de mi pequeño cuerpo. Koron dormía conmigo en mi inmensa cama, sobre el mismo nórdico. En cuanto abría un solo ojo éste saltaba sobre mi pecho mientras movía su peludo rabo de excitación, lamiendo mi cara con frenesí. No podía evitar sonreír cada mañana con tal semejante despertar.

—Basta Koron. — Reí divertido, quitándome su pequeño cuerpo de encima pero era un bichejo peleón y volvía a mi cara con insistencia y una energía propia de los perros de su raza.

A los minutos me levanté de la cama dando un gran bostezo, estirando mis brazos hacia arriba y cerrando los ojos con fuerza. De verdad, me costaba horrores abrir los ojos... Me encantaba dormir, me fascinaba dormir y cuando no podía conciliar el sueño mi humor bajaba al mismo infierno. Caminé descalzo y como única prenda un bóxer negro que se ajustaba a mi estrecho cuerpo y pálida piel. Necesitaba llegar al baño para darme una ducha y despejarme por completo o acabaría dormido en cualquier lugar y eso era un problema muy grave en mí. Quizás era mi peor defecto aunque tuviese muchos más. Koron corrió a mi lado saltando sobre mis piernas mientras ladraba inquieto, intentando reclamar mi atención como cada día.

—Que sí, luego te saco pesado. — Le replicaba mientras llevaba la mano hacia mi boca, que se empeñaba en abrirse a cada segundo.

Me miré detenidamente en el espejo, observando el reflejo de un hombre de treinta años sin ningún tipo de vida en pareja más que la de un perro peleón e incontrolable. Mis compañeros de trabajo todos tenían esposa e hijos con mi edad y muchas veces ese hecho me molestaba. Ese hecho no me molestaba en absoluto hasta que los treinta llegaron para destrozarme la existencia. Con un suspiro acerqué mi rostro al espejo, observando que tenía ojeras de pasar muchas noches en vela dibujando y pensando nuevas ilustraciones para diferentes tipos de clientes. Mi pelo castaño estaba completamente despeinado, cada punta se iba a diferentes direcciones y me aniñaba el rostro. Odiaba el deporte así que era más bien flaco por genética, agradecía el no engordar más de la cuenta. Al dormir sólo en ropa interior observé mi espalda y mi pequeño culo respingón, ese gesto tan egocentrista me hizo sonreír. No era un hombre feo pero tampoco un "Mister Universo", quizás algo bajito para mi edad por eso aún me echaban menos años de los que verdaderamente tenía pero como no, ahí estaba mi fiel amigo Akira para decirles a todos mi edad y reírse despreocupados hasta que mí mal genio salía a la luz. Sin duda si habría que definirme con una palabra esa era atractivo, sí... Esa era la palabra correcta de definirme. Me zafé de mi ropa interior y me metí en la ducha, abriendo el grifo de agua caliente que enseguida impactó sobre mi cuerpo aún, destemplado. Cerré los ojos y entre abrí la boca, cogiendo aire despacio. Hoy era sábado y sin duda iba a ser un gran día, como todos los sábados.

ROOM 8Donde viven las historias. Descúbrelo ahora