Días comunes 2

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Días comunes

El crepitar del fuego era lo único que se podía escuchar dentro de la cabaña, junto a una de las paredes se hallaban madre e hijo durmiendo, kagome mantenía a su hijo en un abrazo firme a su lado, que a pesar de estar profundamente dormida no lo soltaba.

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Los animales nocturnos se alejaban asustados a su paso, los pájaros emprendían el vuelo velozmente al caer en las ramas donde ellos descansaban, su cabello plateado bailaba con la brisa del viento.

"Maldición" gruño mentalmente.

Le había prometido a kagome regresar antes del atardecer del tercer día, pero en el camino de regreso se topó con unas sabandijas insignificantes que se creía invencibles, solo le tomo unos algunos minutos para acabar con ellos pero en un descuido de su parte sufrió como consecuencia una herida que iba del hombro derecho hasta su estómago, a pesar de sus intentos y quejas hacia el tonto de Miroku para que continuaran hacia la aldea de la vieja Kaede, el monje se negó rotundamente alegando que era una herida muy grande y que debía descansar para que mejorara.

Soltó un gruñido al recordar su charla del día anterior.

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-Keh, soy un hanyou, Miroku como puedes creer que esta pequeñez me debilitara.

-Inuyasha sé que eres especial- el monje levanto su mirada hacia su amigo- pero yo no deseo que kagome-sama se enoje conmigo por dejar que el idiota de su marido llegue mal herido a la aldea.

-¡Yo no soy un idiota Miroku!- gritó de tal manera que los pájaros cercanos se alejaron asustados.

-Calma, calma amigo mío.

-Como mierda quieres que me calme si te tengo aquí insultándome.-

Hacía mucho que no se separaba de su pequeña familia, los días lejos de ellos eran como una eternidad, además extrañaba a su hermosa "perra", el poder abrazarla, besarla y poseerla.

Extrañaba a su cachorro, Atsushi era un pequeño muy travieso que le jugaba muchas bromas a los aldeanos, por relatos de su esposa se enteró de que era muy celoso, no dejaba que ningún macho estúpido intentara algo con su madre y eso le gustaba a tal grado de sentirse orgulloso, no desconfiaba de su compañera, sino de los machos -humanos o demonios-, kagome era una humana muy hermosa y sensual era algo obvio que los hombres terminaran babeando o enamorados de ella con solo mirarla una vez.

Inuyasha se dio la vuelta empezando a caminar con las manos dentro de su haori, hacia la dirección que lo llevaría a la aldea de la anciana.

-Miroku levanta el culo de ese tronco y vámonos.

Días comunes (Inukag)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora