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Había un chico en primer año de carrera que dijo en una exposición que en su funeral quería que sonara "Highway to Hell", porque su madre era muy religiosa y siempre que le decía que iba a ir al infierno se ponía a llorar sentada en la mesa de la cocina. El chico se suicidó dos meses después. Guardamos un minuto de silencio en la facultad, y no se hablaba de otra cosa por los pasillos. Me siento mal, pero he de reconocer que fui a su funeral sólo para comprobar si sonaba esa canción o no. No sonaba ninguna música, solo el llanto de su madre, rota y devastada. Dicen que no hay peor mal que una madre que sobrevive a su hijo, y creo que es verdad. No había vuelto a pensar en el chico desde hacía años, y ahora lo hacía porque dentro del estudio de piercings estaba sonando esa canción. El desconocido siguió delante de mí, sin girarse para mirarme. Pasó de largo el mostrador, tras chocarle la mano al hombre tras este de esa manera que todo el sexo masculino parece conocer. El local era pequeño y poco iluminado, pero esto sólo hacía darle ambiente. Pasé por las estanterías llenas de pendientes de todo tipo, hacia una sección de camisetas de grupos de rock de los que no había oído hablar en la vida. ¿Eran Def Leppard buenos? Me hice una nota mental de escuchar alguna de sus canciones cuando llegara a casa.

-Eh, patosa, ¿vienes o qué?- gritó el muy maleducado desde el final del pasillo por el que había entrado.

Resoplando fui por donde había desaparecido su cabeza. El hombre tras el mostrador me miró de una manera que no me gustó para nada. Algunas personas parecían poder oler el miedo de otra persona desde el otro lado de la habitación, y este era una de ellas. Lo que no sabía es que el desconocido era otra.

-Esto está genial, ya mismo te lo podré retocar y cubrir lo que queda del brazo.

El chicho se había quitado el jersey y estaba desnudo de cintura para arriba. Podía ver el elástico de sus boxers porque los pantalones le quedaban grandes y se le caían, y una capa de vello que se escondía tras ellos.

-¿Y esta quién es?- preguntó con una voz ronca, seguro de fumar tanto, un hombre calvo y lleno de tatuajes. Me miraba de arriba debajo de una manera que me hacía parecer como fuera de lugar, como si me hubiera colado en su establecimiento y hubiera que patearme hasta la salida.

-Quiere un tatuaje- dijo el chico. Se había apoyado al borde de la camilla, con los brazos estirados tras él, disfrutando de hacerme sufrir.

No me sorprendí cuando vi que sus dos brazos estaban llenos de tatuajes. Había más tinta que piel. A lo mejor no tiene sangre, y la tinta corre por sus venas y por eso tiene las manos tan frías. Su pecho, sin embargo, estaba completamente liso. Tenía la piel clara como la mía, pero seguro que no era por no salir de su apartamento. No parecía ser el típico niñato que se pasa la vida en el gimnasio para que sus abdominales se marcaran, pero era fuerte. Sus músculos se tensaban bajo su piel. Estoy segura que podría cogerme y yo no podría escapar de su agarre. ¿Pero en qué estás pensando, loca?

-No quiero un tatuaje.

-Lo podría haber dicho solamente con mirarte niña.- me respondió el hombre calvo. ¿Pero qué maneras son esas de tratar a un cliente?

-Pero sí que quería un piercing, ya no de todas maneras.- le sonreí al hombre, que se dio cuenta de que posiblemente acababa de perder dinero.

-Lo quería en un sitio tapado con ropa, ¿eso dónde puede ser, Ralph?- soltó el muy imbécil del desconocido.

-Mmm, podría ser aquí- Ralp señaló uno de mis pechos- o bien podría ser aquí- y señaló más abajo, a mis pantalones. Y empezaron  reírse como niños de instituto.

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⏰ Última actualización: Dec 03, 2015 ⏰

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