A veces no se tienen ganas de vivir

73 17 10
                                    

Me despiertan. Me levantan la sábana. Mi progenitor dice que ya mucho he dormido, que me tengo que apurar, que vamos a salir todos juntos. Me sobo los ojos. Le pregunto que a dónde y para qué vamos a salir. Me mira extrañado, como si lo que acabara de preguntar no tuviera una respuesta obvia, como si mi pregunta fuera una afrenta hacia él, hacia todos ellos. Me responde fastidiado y amargado que es porque tenemos que ir a la casa de mis abuelos, que si lo había olvidado. Le digo que no me podía olvidar de algo que recién me entero. Me pregunta si recién me entero que mi abuelo cumple años hoy. No, no sabía que era hoy, pero no lo digo. Escucho que me critican a lo lejos. Supongo que soy un insolente. Sería divertido marcar todas las veces que dicen eso sobre mí. Tal vez si junto cinco me dan un premio. Tengo que bañarme, tengo que encontrarme con mi familia. Responder la ronda de preguntas sobre lo que haré el próximo año. Me rasco el cuello. ¿Cuántos años cumplirá mi abuelo? Bostezo. Tal vez me pueda contar cosas que me ayuden. ¿Qué habrá tenido que hacer él a mi edad? Entro al baño. Pero ahora prefiero quedarme abrazado a mi almohada. El día entero. Jalo la palanca.





La inevitabilidad del arteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora