Capítulo 7: Te perdono.

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Maratón para disfrutar.
1/3.

[...]

Ya habían pasado cuatro meses desde entonces.

James cada vez se ponía más grande. Aunque no dejaba el parecido con su padre.

Había algo en mi mente que mi incomodaba desde tiempo atrás: Oliver Kingston, o Manuel, mejor dicho.
Creía que era necesario visitarlo. No me agrada la idea de que esté solo, sin nadie que lo visite. Y sí, tal vez no fue la mejor persona conmigo, pero me trae cierto remordimiento.

-¿Estás segura que quieres hacer ésto? -me preguntó con las manos en el volante.

-Sí, James. Quiero hacerlo -suspiré.

-¿Qué si te hace algo? -frunció el ceño.

-No me hará nada, amor -sonreí y giré mi cabeza a los asientos traseros para ver a nuestro pequeño.

-Es mejor que vaya contigo, __________.

-No, James. Te quedarás a cuidar al bebé.

-Puede ir él también -reprochó.

-No, no quiero que conozca una cárcel, Maslow. Entiendelo.

Frunció el ceño.

-Te dije que no me gusta que me digas así.

-Te lo has ganado, Maslow -dije y me fulminó con la mirada-. Ya vengo, cariño.

Bajé del auto y entré en el reclusorio.

Tuve que pedir un permiso y decir a quien quería ver.

Había un tipo cristal que dividía la mitad de arriba, y la otra mitad estaba una pared. Con una pequeña barra que sobresalía. Y así eran como veinte "oficinas" así. Solo se podía hablar por medio de un teléfono que estaba conectado por ambos lados.

Una pequeña silla estaba de mi lado. El oficial de policía me dijo que tomara asiento en la casilla tres y que Manuel estaría en camino.

Me senté y esperé unos minutos.

De pronto apareció Manuel vestido de naranja y con una placa con un número. Estaba lleno de moretes y rasguños.

El policía lo trató mal y me vio extrañado.

Sentí un escalofrío. Como si volviera a sentir sus manos en mi cuerpo.

Se quedó parado tras la silla unos minutos. Después se sentó con asombro.

Levantó el teléfono de su lado y me miró fijamente unos segundos, esperando a que yo lo levantara también.

Me hizo una seña con los ojos y asentí.

Levanté el teléfono blanco y suspiré.

-_________, que sorpresa verte por aquí -soltó.

-Tenía que venir -dije-. Mírate, estás... Mal. ¿Qué sucedió?

-Dígamos que es más rápido conseguir enemigos que amigos -levantó la ceja con el teléfono aun en su oreja-. ¿Qué es lo que te trae por acá?

-El deber tal vez.

-¿Deber? ¿de qué hablas? -frunció el ceño.

-Creas o no, me sentía con remordimiento.

-¿Por qué? Fui yo quien te trató mal.

-Pero... Yo ya lo olvidé -mentí. Aunque eso era lo que quería realmente.

-No te creo -suspiró-. Después de que caí en cárcel mi vida ha sido un fastidio. Mi madre no viene a verme y definitivamente necesitaba que alguien lo hiciera. Ésto es terrible, __________.

Juntos, ¡para siempre! ANEXO |James Maslow|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora