Después de tanto tiempo, nunca pensó que volvería a la ciudad. Sus recuerdos de ella solo eran malos, y cuando su pie dio el primer paso dentro en ese gran habitáculo de millones de personas mecánicas, sin sueños ni pasiones, añoró la solitaria y agradable paz que ofrecía el bosque. Evitó a las personas durante horas, hasta que se dio cuenta de que si quería hacer algo allí, debería relacionarse con una. Ni siquiera sabía por qué había tomado la decisión de regresar. Sentía que buscaba algo, con necesidad.
Recorrió todas las calles, parándose en cada tienda, observándolas críticamente. No sabía lo que estaba buscando con tanto ahínco, pero la ansiedad de encontrar ese ''algo'' se estaba volviendo cada vez más mayor.
Siempre supo que no era normal. No sabía qué no tenía de normal, pero había algo en él, en su presencia, que hacía que los demás huyeran atemorizados o se quedasen paralizados frente a él, sin poder a penas hablar. En su casa se podía sentir una constante tensión, a causa del temor de sus padres. Se limitaban a hacerle de comer y a asegurarse de que volvía sano y salvo de la escuela, pero nunca hicieron nada más por él. Ni siquiera recordaba haber tenido alguna vez una fiesta de cumpleaños.
Sacudió la cabeza, diciéndose a sí mismo que debía apartar esos oscuros pensamientos. Agradeció que el sol casi no se hubiera alzado y que no hubiese nadie en la calle, ya que parecía un psicópata haciendo lo que estaba haciendo y con sus ropas rotas dignas de un vagabundo.
Justo cuando estaba pensando que aquello era una locura y que debía volver al bosque de inmediato, su ansia se evaporó, dejándolo en frente de una tienda de segunda mano, en la cual su puerta tenía un cartel que rezaba ''abierto''.
Abrió esta cuidadosamente, y el timbre que colgaba de arriba anunció su entrada con un suave tintineo.
Antes de que se diese cuenta de que lo que estaba haciendo era una burrada y que, con aquellas pintas, lo más seguro era que el propietario le echase a palos, una chica de pelo negro se presentó delante de sus narices.
-Bienvenido -le saludó, y poco después su cara se envolvió en el asombro-. ¿Puedo ofrecerte algo? -preguntó, rápidamente, con una brizna de miedo en su tono de voz.
-Sólo vengo a buscar -le respondió, secamente. Se sorprendió ante su misma respuesta. Todos los días en el bosque hablaba sólo y escribía, con el fin de no volverse una bestia salvaje. No se acordaba de lo cortante que era (al menos para él) mantener una conversación con una persona que no fuese su sombra.
La chica le miró de reojo, con desconfianza, apartándose posteriormente hacia un lado para que pudiese pasar.
En ese momento supo que había metido la pata hasta el fondo. ¿Y ahora qué hacía? Miró hacia sus lados, y al no ver a la chica, se relajó un poco, comenzando a mirar entre las estanterías, buscando aquello que tanto ansiaba.
Después de buscar, buscar y buscar por todos lados, se rindió, exasperado. No sabía qué cojones hacía allí, ni por qué estaba haciendo esto, ni si algo tenía sentido. Así que se dispuso a marcharse de aquella tienda.
Y cuando se dio la vuelta, la vio. Una chica bajita, con el pelo rubio oscuro cortado sobre los hombros y unos ojos entre marrones y verdes. Era ese algo que estaba buscando. Ella le miraba con una mezcla de asombro y desconfianza. Le sonaba de algo, aunque no se acordaba de qué.
-Buenos días, ¿necesitas ayuda? -preguntó aquella chica bajita a este, dando a entender que la muchacha de antes no era la única que trabajaba en aquel lugar.
¿Ahora qué se suponía que tenía que responderle? Notaba, de algún modo, que ella era lo que estaba buscando, pero no se lo iba a decir tal que así.
-Me preguntaba si te apetecería ir a tomar algo después -en ese momento, el chico se sintió tonto. Ahora ella le pegaría una bofetada o llamaría a la policía.
Sin embargo, lo único que hizo fue retirarse, sonriendo. Eso también le sonaba de algo.
Le dio rabia no haber conseguido lo que quería, pero tuvo que aguantarse. Salió de la tienda y volvió al bosque.
Se acomodó en el claro donde llevaba viviendo desde hace unos meses. ¿En qué estaba pensando cuando se le ocurrió volver a ese frío y hostil sitio llamado ciudad? No volvería nunca más.
Suspiró, y cerró los ojos dispuesto a tomarse una siesta, ya que luego tendría que hacer cosas.
Su tranquilo sueño se vio interrumpido por un ligero ruido entre los arbusto. Él se despertó al instante. Ya había aprendido que no era seguro quedarse dormido con animales salvajes alrededor.
Cogió alguna cosa afilada aleatoriamente, por si acaso necesitaba atacar.
Y, en vez de un jabalí o un monstruo engendrado en Mordor, apareció una figura humana, que se acercó, se acercó y se acercó hasta que distinguió a la chica con la que había intentado ''ligar'' hace unas horas.
¿Qué hacía ella aquí? Se preguntó.
Para su sorpresa, la chica no se dio cuenta de su presencia, yendo directamente hacia el lago. Se arrodilló ante este, trazando líneas en el agua.
Todo esto le pareció muy extraño al chico, por lo que fue hacia allí.
Cuando vio el reflejo de la chica en el lago, percató que sus ojos se habían vuelto de un color azul claro, casi blanco. Estaba muy pálida, aunque no parecía débil. Ella, al darse cuenta de quien estaba al lado suyo, salpicó el agua que le dibujaba su rostro y le miró.
El chico más que a una humana vio a un animalillo asustado. No se sorprendió, ya que era muy normal para él, y aún así decidió hablarle:
-¿Qué haces aquí?
-No es asunto tuyo -le respondió ella, nerviosamente-. ¿Qué haces tú aquí?
-Es donde vivo.
Un silencio incómodo surgió, durante unos segundos, quizás minutos.
-Creo que hemos empezado con mal pie -sentenció él-. Soy Luke.
-Gloria.

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part ii
أدب الهواةwhat a shame, what a shame we all remain such fragile broken things a beauty half betrayed, butterflies with punctured wings empezada 23.09.2015 todos los derechos reservados. cualquier copia, adaptación o traducción no está permitida sin el permiso...