XXXIII
Conjeturas. - Restablecimiento del equilibrio
del
Victoria. - Nuevos cálculos del doctor
Fergusson. -
Caza de Kennedy. - Exploración completa del
lago
Chad. - Tangalia. - Regreso. - Lari
Al día siguiente, 13 de mayo, los viajeros
reconocieron la parte de la costa que
ocupaban, la cual era una especie de islote en
medio de un inmenso pantano. Alrededor de
aquel trozo de terreno firme se levantaban
cañas tan grandes como árboles de Europa y
que se extendían hasta donde alcanzaba la
vista.
Aquellas ciénagas inaccesibles hacían segura
la posición del Victoria. Bastaba vigilar la
parte del lago. La superficie del agua parecía
ilimitada, sobre todo por el este, sin que en
ningún punto del horizonte se distinguiesen ni
islas ni continente.
No se habían atrevido aún los dos amigos a
hablar de su desgraciado compañero. Kennedy
participó, al cabo, sus conjeturas al doctor.
-Quizá Joe no esté perdido -dijo-. Es un
muchacho listo como pocos y un excelente
nadador. En Edimburgo atravesaba sin
dificultad el Firth of Forth. Lo volveremos a
ver, aunque no sé ni cómo ni cuándo; por
nuestra parte, debemos hacer todo lo posible
para facilitarle la ocasión de encontrarnos.
-Dios te oiga, Dick -respondió el doctor,
conmovido-. Haremos cuanto esté a nuestro
alcance para encontrar a nuestro amigo. Ante
todo, orientémonos, después de haber liberado
al Victoria de su envoltura exterior, que de
nada sirve, con lo que nos libraremos de un
peso de seiscientas cincuenta libras. -
El doctor Fergusson y Kennedy pusieron
manos a la obra. Tropezaron con grandes
dificultades, pues fue preciso arrancar trozo a
trozo el tafetán, que ofrecía mucha resistencia,
y cortarlo en estrechas tiras para desprenderlo
de las mallas de la red. El desgarrón
ocasionado por el pico de los
quebrantahuesos tenía algunos pies de
longitud.
Invirtieron más de cuatro horas en la
operación; pero al fin vieron que el globo
interior, enteramente aislado, no había sufrido