XXXIX
El país en el recodo del Níger. - Vista
fantástica de los
montes Hombori». - Kabar. - Tombuctú. -
Plano del
doctor Barth. - Decadencia. - A donde el Cielo
le
plazca
El doctor Fergusson quiso matar el tiempo en
aquel pesado día dando a sus compañeros mil
detalles acerca de la comarca que
atravesaban. El terreno, bastante llano, no
presentaba ningún obstáculo para su marcha.
La única preocupación del doctor era el
maldito viento del noroeste, que soplaba
furiosamente y le alejaba de la latitud de
Tombuctú.
El Níger, después de haber subido hasta esta
ciudad por la parte norte, crece hasta
convertirse en un inmenso chorro de agua y
desemboca en el océano Atlántico formando
un ancho delta. En aquel recodo el país es
muy variado, distinguiéndose tan pronto por
una exuberante fertilidad como por una aridez
extrema. Llanuras incultas suceden a campos
de maíz, que son luego reemplazados por
dilatados terrenos cubiertos de retama. Todas
las especies de aves acuáticas, el pelícano, la
cerceta, el martín pescador, habitan las orillas
de los torrentes y los márgenes de los
pantanos, formando numerosas bandadas.
De vez en cuando aparecía un campamento de
tuaregs, refugiados bajo sus tiendas de cuero,
en tanto que las mujeres se dedicaban a las
faenas exteriores, ordeñando los camellos, con
sus pipas encendidas en la boca.
Hacia las ocho de la tarde, el Victoria había
avanzado más de doscientas millas en
dirección oeste, y los viajeros fueron entonces
testigos de un magnífico espectáculo.
Algunos rayos de luna, abriéndose paso por
una hendidura de las nubes y deslizándose
entre las gotas de lluvia, bañaban las
cordilleras del Hombori. Nada más extraño
que aquellas crestas de apariencia basáltica.
que se perfilaban formando fantásticas
siluetas en el sombrío cielo. Parecían las
ruinas legendarias de una inmensa ciudad de
la Edad Media y recordaban los bancos de
hielo de los mares glaciales, tal como en las