Capítulo 24. En busca de la mansión perdida

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Es martes y estoy cansada, le comentamos a la juez el problema sobre los bienes materiales y me ha mandado coger un avión a las seis de la mañana con destino a Las Vegas para tomar declaración al personal de la propiedad y aclarar este desorden. Y heme aquí a mí, a punto de montar en el avión con destino a un Estado que solo he visto en fotos de guías turísticas, por suerte Kendall me ha traído hasta aquí, es un amor de persona.

-Gracias por traerme Ken

-Sabes que no es nada-. Me despido de él con un beso en los labios y dispuesta a empezar la aventura me doy la vuelta y me dirijo al avión.

-______-. Me sobresalta la voz de Kendall

-Dime

-Sé que no es el mejor momento ni el lugar adecuado, pero necesito saberlo

-¿El qué?

-Te amo, y quiero ser algo más que simples amigos-. Me quedo en shock al oírlo, ¿Y me lo dice ahora, que estoy a punto de embarcar hacia un estado que no he visto en mi vida, no puede esperar unos días? Pues no, por su cara parece que esta decido, y exige una respuesta ¿¡Pero Ahora?!

-Kendall yo... No es el momento

-Necesito saberlo antes de que te vayas, es muy importante para mí-. Le miro, veo determinación en sus ojos, pero no puedo darle un sí sin más, ¿qué pasa si luego me arrepiento?

-Kendall... Necesito pensar, estoy en un momento complicado y no quiero precipitarme

-Comprendo... Tómate tu tiempo, esperaré tu respuesta-. El interfono anuncia mi vuelo así que me despido de él y en unos segundos me encuentro montada en el avión esperando que se pasen corriendo las horas de vuelo.

Cuando aterrizo, me doy cuenta que la zona en la que se encuentra el casoplón está al otro lado de la ciudad, así que me monto en un coche que había podido rentar, sin embargo a mitad de camino se me avería el coche, genial, ahora me tocará ir a pie... con lo que a mí me gusta... Me abro paso hasta un sitio donde puedo rentar un coche, donde se encuentra la propiedad me pilla muy lejos desde aquí y necesito transporte para ir, pero resulta que cierra los martes, ¡los martes! ¡¿Quién demonios cierra los martes!? Así que me toca darme una larga caminata por la carretera hasta mi destino con la maleta a cuestas.

Después de llevar alrededor de media hora andando, solo he podido ver más que arena y más arena, ni rastro de una mansión, y fíjate que es bien grande como para no verla... Además, los tacones no ayudan mucho a aguantar largas caminatas por la carretera.

Me siento en una roca a descansar, mirar el mapa y orientarme un poco, pero estoy más perdida que Heidi por el monte. De repente oigo el sonido del motor de un coche, genial, ¡mi salvación! Voy corriendo con las pocas fuerzas que me quedan y consigo alcanzarlo, ¡menos mal!

-Perdone, podría... ¿¡De dónde demonios has sacado este maldito trasto?!-. Grito alucinada al ver a James montado en el coche. Con todos los habitantes de este pueblo que puedan tener coche y me tengo que topar con él. ¡Qué suerte que tengo!...

-¡Buenos días Señorita Woods! Sube

-¿Qué suba ahí? ¿Contigo?

-¿Algún problema? Pero bueno, si no quieres, la mansión no queda lejos, solo tienes que seguir todo recto, hasta unos doce kilómetros aproximadamente girar a la derecha cuando veas el cartel luminoso de Las Vegas, la casa está justo al otro lado de la ciudad.-. Le fulmino con la mirada, es odioso hasta decir basta

-Hazme sitio-. Doy la vuelta y me siento en el lugar del copiloto, cierro la puerta con fuerza y volvemos a ponernos en camino.- ¿De dónde lo has sacado?

-Del hombre que alquila coches en el pueblo

-¡Pero si ese cierra los martes!

-Ese no, el otro que es hermano del primo del señor que vende...

-Prefiero no saberlo...-. Continuamos el viaje pero paramos un momento para descansar y disfrutar del paisaje, aunque no hay mucho que admirar, arena y más arena y no puedo creer que todavía nos falten alrededor de veinte kilómetros. De repente oigo un ruido, y acto seguido el coche cayendo colina abajo y estrellándose contra una roca.- Genial, eso me ha estropeado el momento... Al menos nada puede ir peor-. De repente se empiezan a oír truenos y en un momento empieza a llover a cántaros encima de nosotros. ¿¡En serio, de los trescientos sesenta y cinco días que tiene un año, nos ha tenido que tocar uno de los diez días que llueve?!. ¡Genial!

-Bueno...Nos toca ir a pie-. Resoplo con resignación y nos volvemos a poner en marcha, las horas pasan y se ha hecho de noche, está oscuro, no se ve absolutamente nada y seguramente nos faltan otro montón de kilómetros hasta llegar a la ciudad.

-¡Debe de ser medianoche!

-Lo sé, debemos estar un poco perdidos, pero está cerca, lo presiento-. Miro alrededor con resinación, y a lo lejos con mi vista de lince diviso la silueta de una caravana. Voy corriendo hacia ella, con esperanza de que haya alguien, pero está completamente abandonada... Pero por lo menos tiene todo lo que hay que tener para dormir cómodo una noche.- Estamos de suerte, ve encendiendo alguna luz

-Sí, claro, y si quieres ya te doy un masaje, te preparo el baño y te sirvo la cena.

-Estamos juntos en esto, hay que colaborar, somos un equipo

-Sí, por ahora...-. Al fin encontramos una vieja lámpara que funciona

-Hemos hecho un buen trabajo

-¿Hemos?

-Al menos he encendido la luz

-Oh si, perdóname, no sé que habría hecho sin ti, la verdad es que no sé cómo te lo montas, sales con una rubia explosiva, sales en la tele, haces tú numerito en el juzgado-. Pongo mi mirada en él y le veo quitarse la camiseta.- ¿Te... Estas quitando... la ropa?-. Le pregunto confusa o mirando embobada su perfecto cuerpo

-Solo la camiseta, está empapada-. Ruedo los ojos, más bien para no quedarme mirándole por mucho más tiempo o si no acabaría babeando más de la cuenta y empapando el suelo.

-Y ahora haces turismo por el desierto de Nevada, ¡haces de todo!

-¿Conclusión?

-¡Que me iba mejor sin ti!

-Seamos honestos, estabas perdida hasta que llegué yo, si no, te hubieras quedado dando vueltas a la nada preguntando a las rocas. Pero olvidémoslo, vamos, acuéstate, pareces agotada.

-¿Para qué, para llegar a la casa antes que yo? Y un consejo, nunca le digas a una mujer que parece cansada, porque no lo estoy, yo aguanto lo que sea, podría correr ahora un maratón sin cansarme antes que tú.-. Me acuesto en la mini cama y le doy la espalda, no quiero seguir hablando, solo quiero descansar, mañana sería un día largo...

-Una pregunta, ¿porque alguien tan competente y tan lista como tú, es tan insegura?

-No soy insegura-. Me doy la vuelta y quedamos a escasos centímetros, nos miramos, por un momento me invaden ganas de besarle, pero me resisto. No puedo besarle, o más bien no debo. Bajo la mirada y me doy de nuevo la vuelta, dándole la espalda.- No te vayas sin mí.- Y lo último que recuerdo haberle oído decir es un jamás antes de quedarme profundamente dormida.


Amor a Juicio (James Maslow y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora