Me encuentro en el aeropuerto, son las siete de la mañana y mi vuelo sale dentro de media hora. Mi madre, que me ha ofrecido a acompañarme al aeropuerto y no para de recordarme lo que llevo y dejo de llevar, algunas veces puede llegar a ser extremadamente insoportable cuando me voy, me hace sentir como si tuviera diez años.
-¿Lo tienes todo?
-Sí mamá.
-¿Los biquinis? ¿Las cremas? ¿Dinero?
-Sí mamá, tranquila, lo tengo todo-. Contesto con toda la paciencia del mundo
-¿Te has metido ropa de abrigo por si hace frío?
-Mamá, primero, es verano y hace calor, segundo solo me voy un fin de semana a la playa, no me voy un mes a Siberia
-¿Y el móvil?, ¡ya sabía yo que se te olvidaba algo!
- Tranquila, está aquí, relájate-. Nos sentamos y mientras esperamos, saco unos papeles de mi caso actual, tengo que seguir investigando si quiero ganarlo. Pero mi madre me descubre y me los arrebata de mis manos.
-Ah no, ¡nada de trabajo!
-Es muy importante...
-Nada de trabajo durante las vacaciones, vas a relajarte, no a trabajar.-
Iba a decirla por décima vez que el trabajo es muy importante para mí, pero el interfono sonó interrumpiéndome, avisando que mi vuelo iba a despegar en cuestión de minutos.
-Ay _____, por favor recuerda, no te olvides de salir a conocer el lugar
-Sí...
-Ni de llamar de vez en cuando a tu pobre madre
-Sí...-. Respondo ya por séptima vez.
-Y ______, ten cuidado por favor-. Me detengo y la miro, esta vez no contesto, simplemente la abrazo fuertemente. A veces puede llegar a ser muy pesada, pero es mi madre y la quiero.
-Lo haré-. Respondo para que se tranquilice
-Y prométeme que vas a relajarte
-Lo prometo-. Contesto con una sonrisa.
El interfono vuelve a avisar de que mi vuelo sale dentro de muy poco, así que agarro mi maleta y me dirijo a la puerta de embarque.
Ahora ya estoy sentada en el avión, obligada por mi madre en un intento de que salga a conocer mundo y según ella salir del infierno del papeleo que tengo por despacho. Me hace gracia el término que utiliza para definirla, en realidad no se equivoca en nada, si no fuera por mi secretaria estaría muerta y enterrada en una pila sin fin de papeles.
Me despido de mi madre por la ventana, que me saluda eufórica desde fuera. Yo la respondo desde la ventana con una simple sonrisa. "Hoy empieza la aventura"...
Esa fue la frase que se me vino a la mente antes de quedarme dormida.
Pasaron las horas y creo que seguimos volando hacia mi destino. La verdad no lo sé, estoy demasiado a gusto y tranquila con los ojos cerrados y acurrucada en mi asiento.
-Perdone, señorita-. Dice una voz interrumpiendo mi sueño reparador.
-Cinco minutitos más...-. Susurro con la voz ronca mientras me revuelvo en mi asiento ignorando su voz.
-De acuerdo, si desea quedarse aquí -. De repente abro los ojos y me incorporo rápidamente
-Oh yo... Lo siento...-. Contesto avergonzada. Ahora por fin me puedo encarar al desconocido que interrumpe mi siesta, me fijo en el dueño de esa voz. Un hombre. Es alto, ancho de hombros y delgado... Y cómo le caen los pantalones... Madre mía. "Un momento, ¿¡qué hago embobada mirándole los pantalones?!" pienso. Avergonzada rápidamente me centro en su cara y veo que me mira con unos ojos increíbles de una mezcla entre verde y marrón, acompañados por una sonrisa que deja embobada a cualquiera, y por desgracia, yo no soy la excepción.
-Lo siento, estaba dormida y no me he enterado-. Contesto intentando guardar la compostura, es realmente guapo...
-No me dé las gracias, estoy acostumbrado a despertar a mujeres que se duermen en los aviones, y ahora si me disculpa tengo prisa-. Sale del avión sin mirarme una última vez. "Vaya, todo lo que tiene de guapo lo tiene de arrogante".
Sin más demora, cojo mi maleta y me recorro todas las calles de la ciudad en busca de mi hotel. "Sí que es grande la ciudad". Al fin llego y nada más subir a mi habitación, me tiro encima de la cama, viajar tanto me agota tanto física como mentalmente.
Me pongo a mirar al techo, pensando en mi vida, como siempre... "¿Y ahora qué hago?" me pregunté mentalmente, ahora tenía todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisiese y no me daba tiempo a hacer, pero en verdad no me apetecía hacer absolutamente nada. Así que para distraerme me puse a colocar la ropa, a ponerme cómoda y por último a ver la televisión, que por desgracia nunca echan nada más interesante que los típicos documentales de naturaleza.
Miro el reloj eran solo las seis de la tarde y el tiempo se me hacía eterno. Tener tanto tiempo libre y no saber qué hacer con él me desespera, solo esto me pasa a mí...
Así que decido llamar a mi madre a que me dé un poco de conversación
-¿Hola, ______?
-Hola mamá
-______ ¿cómo te va por Florida?
-Si te refieres a perderte por la ciudad y no saber donde estas, entonces genial-. Ironizo
-¡No seas tan negativa!, piensa que estas para disfrutar, relajarte y olvidarte del trabajo
-Ese es el problema, ¡no puedo dejar mi trabajo!
-¡Relájate!, ya le he dicho a Martha que hasta el lunes no volverás y te está resolviendo los asuntos pendientes
-¿Ha concertado la cita con mi cliente? ¿Ha organizado los datos que mandé?-. Pregunto con cierto nerviosismo
-Eso ya no me preguntes, que sabes que yo en tu trabajo no me quiero meter.
-Genial...-. Ironizo
-¿Y bueno, cuéntame has conocido a alguien ya?-. Dice emocionada cambiando de tema radicalmente. Lo que me hizo pensar misteriosamente en el hombre del avión, pero él no cuenta como posible amorío, tiene pinta de ser el tipo de hombre arrogante y engreído que no soporto, además no quiero hombres en mi vida ya se lo he dicho mil veces.
-Mamá... Acabo de llegar...
-De acuerdo, no te presiono, ¡pero prométeme que harás todo lo posible para salir con alguien!
-Te he dicho que no quiero hombres en mi vida
-¡Ay ______!, nunca sabes cuando el amor puede llegar a ti
-Mamá, no tengo tiempo para cursilerías
-Bueno, pero ¿lo intentarás?
-No te prometo nada
-Genial, mañana me cuentas, ahora tengo que ir a hacer la compra, chao-. Y me cuelga, me deja sin saber cómo reaccionar, y hablar de mi trabajo solo me hacía que me pusiese más nerviosa.
Abro la maleta pero recuerdo que los documentos me los había quitado mi madre, así que no podía hacer nada, pero por suerte he sido precavida y tengo el portátil con mi correo electrónico con los datos que había recaudado, más una pequeña investigación por internet no me vendría nada mal. ¡Benditos sean los hoteles con internet!
Así que me pongo manos a la obra, saco mi portátil, me preparo una copa de vino y me siento en el sofá a matar el tiempo.
Termino a las doce de la noche, y al final he podido descubrir más trapos sucios del señor Pena, este caso lo tengo ganado en cero coma.
Cansada de mirar a la pantalla, cierro el ordenador, cojo mi copa de vino y me la acerco a los labios, pero veo que me la he terminado toda, además del trozo de tarta que me cogí hace un rato. Lo sé, tarta y vino es una mala combinación, pero como yo digo soy un poco especial, y por la noche cuando me entra hambre me como lo primero que pillo en la nevera. Mejor eso que comerme la televisión...
Recojo todo y me meto en la cama, mañana sería mi último día infernal de vacaciones, y podría volver a mi casa y a mi querido trabajo. Mañana seguiría con mi caso, pero tal vez considere que mi madre tiene razón y para que este viaje nos contente a ambas y marquemos una tregua por una larga temporada. Quizá salga mañana por la noche a tomar algo fuera, aunque de todas maneras, no va a ocurrir nada interesante...
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Amor a Juicio (James Maslow y tú)
FanficDos abogados que se odian, ambos con carreras impecables, un caso definitivo al que enfrenarse, y la pequeña posibilidad de que ambos se enamoren perdidamente el uno del otro... ¿Qué podría salir mal?