Despertar de Delacroix

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Abrí los ojos, mi habitación estaba pintada por la oscuridad de la noche. Me incorporé, noté que tenía una aguja en mi brazo izquierdo con un tubo delgado que llevaba a una bolsa que contenía un líquido transparente, mientras habia un tipo de gancho en mi dedo que marcaba mi ritmo cardíaco, retiré todo.

Asomé mi rostro por la ventana de marco negro. La luna se alzaba, el cielo estaba arropado por un azulado manto, era difícil saber cuanto tiempo había pasado desde que me dormí. La verdadera pregunta era ¿Cómo descifrar el tiempo ahora?

Levanté mi teléfono. Era Lunes, la última vez que revisé era sábado. No pude haber dormido dos días, 48 horas enteras, simplemente no era posible.

Levanté la mirada, planeando salir de la habitación, pero me encontré con algo inesperado. Mi tía Nicky se encontraba en una silla dormida, una silla que anteriormente no estaba ahí. Me acerqué a ella, me puse de cuclillas a su altura. Se veía tan cansada, parecía haber llorado mucho tiempo, había piel oscurecida en sus párpados inferiores. Coloqué mi mano sobre la suya, mi tacto era frío. Reaccionó al instante, su mirada estaba dirigida al cielo, pero la redirigió hacia mí. Me vio sorprendida, no dijo ni una palabra, se lanzó hacia mí, abrazándome. Devolví el abrazo y rompí en llanto en sus brazos, un silencioso llanto. Ella besaba mi cabeza con ansiedad, realmente la asusté. Me dio un último apretón entre sus brazos.

―Decían que no despertarías. ―se quitaba las últimas lágrimas―

―Pues son unos idiotas.―dije riendo aún con lágrimas de felicidad en los ojos―

Rió también.

―Con alguien tan soñolienta como tú, no sabe si se está dormida o en coma. ―sonrió―

―Ésta vez fue solo dormida.―reí por su comentario―

―Estoy muy feliz de ello. ―me dio un último abrazo―

Sentí algo moverse en mis entrañas.

―Tía...

―¿Si?

―Sé que es tarde, y que no es lo apropiado... pero...

―Dime.

―¿Me prepararías algo de comer?

Susurros emergieron en mi oído "No lo hagas" repetían con fervor. Decidí ignorarlos. Ella rió ligeramente.

―Por supuesto, enseguida vuelvo.

Me alegraba mucho ver a mi tía de nuevo, su risa tan contagiosa la extrañaba gravemente. Espero poder pasar mucho más tiempo con ella, tengo un mes aún para entrenar. Extrañaba mi habitación, el techo estaba algo enpolvado. Me recosté, seguir descansando era todo lo que quería, volver a tener una vida tranquila, dejar de estar tan alerta como siempre estaba, por primera vez en bastante tiempo respiré sin preocupaciones. El delicioso olor de la comida que mi tía Nicky preparaba era lo que inundaba mis fosas nasales, me llenaba de un sentimiento de hogar que no tenía antes.

De golpe, un desgarrador grito sonó desde la cocina, y no cabía duda que el grito pertenecía a la tía Nicky.

El miedo me invadió. Me incorporé rápidamente, tomé una pequeña barra de metal que pertenecía a la cortina, pero retiré al llegar a ésta casa. Bajé las escaleras corriendo, todo estaba en oscuridad total, ni un solo tenue brillo. Me acerqué lentamente, y con precaución, a el interruptor de las luces de la cocina preparada para ser atacada en cualquier momento. Lo presioné, y la imagen era horripilante.

Sangre decorando las paredes y los suelos, pocos lugares no estaban pintados del líquido carmín. Olía a putrefacción.

Caí de rodillas. Tiñendo de rojo mis prendas, era para suponer lo peor. Mi tía Nicky era la dueña de este vital líquido.

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