Capítulo 10

406 36 0
                                    


Tras una noche sin poder dormir Chris amaneció, sorprendentemente fresco. Había pensado una y otra vez en Dulce, Poncho y el gorila de la discoteca. Por no hablar de todas las loterías que había armado, imaginándose cuantos novios habría tenido o cómo habrían sido. Pero después lo había descartado. Seguía siendo Dulce, ella no tenía experiencia en el ámbito. Y ella misma lo había afirmado esa noche. Era estúpido estar pensando en esas cosas, se dijo antes de decidirse a dormir un poco.Al levantarse y desayunar no pudo evitar volver a pensar otra vez en el mismo tema. Para despejarse quedó con Poncho para jugar a baloncesto un rato. Y no hablaría de Dulce.Se estaba montando una película por nada, pensó. Que sea una mujer y él lo hubiese ignorado hasta el momento, no la hace más atractiva que las otras. Lo que le ocurría era eso, que no estaba acostumbrado a esas conductas femeninas. Si se daban más a menudo acabaría acostumbrándose y dejarían de importarle.Dulce durmió plácidamente más horas de las que había dormido en toda esa semana. Por suerte no tenía clases y pudo dormir, cosa que necesitaba con urgencia. Hizo algunas tareas, comió relajadamente y se preparó para la noche. Necesitaría de toda su paciencia -que era muy poca- para no acabar echándole en cara mil cosas al engreído millonario que había alquilado el local. Quiso estar horas antes de que empezase todo para asegurarse de que todo saldría como debía y pasó la tarde arreglándose para estar perfecta. Al llegar al local se lo encontró abierto cosa que solo le sorprendió en parte. El gerente era tan obsesivo con la perfección como ella. Sin duda su jefe se había encargado de contratar a dos obsesivos-compulsivos adrede para que cada detalle estuviese solucionado antes de que pudiese estropear lo más mínimo.- ¡Pedro dime, al menos, que has dormido en tu casa! -bromeó Dulce acercándosele.- Sí, y hasta me duche y me cambie de ropa -se burló como si hubiese hecho todo un sacrificio.- ¿Qué haces aquí tan temprano? -le regañó ella con un tono tierno.- Hago inventario de las cosas que hay para la fiesta. Las cosas que se van a romper, o sea, ¡todo! Y lo que necesitaremos para mañana poder abrir como siempre -explicó Pedro sin dejar de mirar los papeles en sus manos- ¿Y tú?- Llevo todo el día pensando en bajar un poco las luces para que no se vea el local tan vacío, así que vine a hacer unas pruebas. Y por cierto, el inventario lo tienes listo desde la semana pasado ¡Deja de agobiarte! –ordenó Dul comprensiva. Pedro suspiró y desvió la mirada de sus papeles.- Veamos esas luces. Te veo distinta -observó extrañado.- No llevo escote -explicó Dul sin más.- Sí, es eso -corroboró sin darle importancia, caminando hacía el control de luces.Chris había quedado con sus amigos, como cada fin de semana. Se encontró con Daniela, como cada fin de semana. Y se perdió con ella, como hacía últimamente cada fin de semana.- ¿Vamos a mi depa? -casi rogó Daniela.- No. Más tarde. Aún es temprano -espetó Chris mirando hacía todos lados como si buscase algo mejor en lo que ocupar su atención.- ¿Y qué hacemos entonces? -preguntó berrinchuda.- Tú puedes hacer lo que te pegue la gana. Yo acabo de ver a alguien que me dijo que no saldría hoy y ahí está ¡Entrando en "El Ritual"! -exclamó sorprendido Chris antes de salir corriendo, dejando a Daniela atrás.Hacía horas que había empezado la fiesta y salvo algún que otro percance, todo estaba saliendo perfecto pero el maldito tipo que había pedido que se armara tal evento, aún no daba la cara. Dulce estaba aún más furiosa que antes. Y creía que eso no era posible. Pidió a todos que cuando llegase se le avisara, ya que ella debía darle la bienvenida o una patada en su pomposo trasero, que es exactamente lo que quería.¡No podía ser! Uno de los chicos de seguridad acompañaba a Poncho como había pedido ella que se hiciese con el Señor Herrera. Y para cerciorarse de que era él, quedándose sin esperanzas, vio como el hombre hacía gestos avisando de que ese era el tipo que esperaba.Dulce no era de las que dejaban ver sorpresa en su rostro, así que camino a lo largo de la amplia pista, cruzando el local casi por completo hasta estar frente a él, cara a cara. Un momento de tensión antes cuando se habían visto, se paralizaron ambos, pero ella se recompuso con una sonrisa e hizo su trabajo.- ¡Bienvenido Señor Herrera! Espero que todo sea de su agrado -repitió con monotonía dejando claro que lo hacía muy a menudo y no era nadie especial.- ¿Rochi? ¡Ahm!... -farfulló Victorio mirándola de arriba a bajo.- Dulce María Espinosa a su servicio durante una noche. Creo que ninguno de los dos sabía el apellido del otro. O al menos, puedo asegurar que yo no -espetó con evidente irritación.- Creo que soy el causante de tu estrés laboral -adivinó Victorio más relajado.- ¡Lo eres! -corroboró inexpresiva.Poncho no la había reconocido en el momento de verla. Se le había quedado mirando porque era la mujer más bella de toda la sala. Pero cuanto más se acercaba más le recordaba esa cara a la de alguien y al hablar lo supo. Su cara ya no era angelical, y aunque era una pena, no era nada reprochable. Sus ojos impactaban causando que toda la atención se reuniese en ellos, marcados con el maquillaje era imposible dejar de mirarlos. Sus labios apenas tenían color, sus pómulos estaban marcados sin dejar visible ningún color artificial. Todo hacía que sus ojos mieles fuesen dos piedras preciosas que todos quisiesen admirar. El pelo recogido en dos moñitos a cada lado. Su imagen era coqueta y pulcra. Llevaba una especia de quimono chino o un vestido de ese estilo, encima de unos pantalones negros. Estos no se veían bien porque la especie de toga le llegaba hasta por debajo de la rodilla. Pero era ceñido y de manguita corta, lo que hacía poder admirar sus curvas y la perfección de su pecho. Pero era de cuello alto, con una pequeña abertura por debajo de un hombro, típico de la ropa oriental. Discreto y tremendamente sensual. No había podido articular palabra hasta que ella habló.- En fin... -le sacó Dul de sus pensamientos con un suspiro- Al menos, podré vengarme por los malos ratos que me has echo pasar -informó con una sonrisa.- Entonces ¿eres camarera aquí? -preguntó Poncho recobrando la compostura.- Soy la relaciones públicas -explicó sin emoción.- ¡Oh! -dijo proclamando el merito de la hazaña- ¡Enhorabuena! ¿Te vas a aprovechar del cargo para vengarte?- ¡No! Tengo mejores recursos -afirmó con una sonrisa malévola.- ¿Tengo que pedir un guardaespaldas? -preguntó sin parar de reír Poncho.- ¡Oh, no! Nunca te haría daño físico -aclaró Dul acercándosele hasta rozar con sus labios la mejilla de él y seguir hasta su oido- La frustración sexual es mucho más dolorosa -explicó con una carcajada antes de darse la vuelta para irse y dejarlo perplejo.¡Oh Dios bendito! ¿Él había dicho que el vestido, o lo que demonios fuese eso, era discreto? Al verla contonearse frente a él para marcharse comenzó a notar como el pantalón le hacía presión en la zona de la bragueta. Esa maldita toga no tenía como sujetarse más que por las pequeñas manguitas y el cuello, dejando al descubierta su aterciopelada espalda y su pequeña cintura. Se podía ver mucho mejor los pantalones ajustados negros que comenzaban muy bajos en su cadera y daban forma a todas sus curvas. Toda la sangre se le acumulaba a Poncho en la misma zona y parecía que fuese a estallar. Esa maldita prenda era inexistente por detrás y prometía que esa dulce espalda sería sueva al tacto ¡Y quería comprobarlo!Dulce parecía que escuchaba sus pensamientos porque justo antes de salir de la sala, se giró y le sonrió perversa. Sabía en el estado en que lo había dejado y le aclaró con solo una mirada que había sido premeditado. Esa mujer era diabólica y nunca en su vida le había gustado nadie más que en ese momento, se juró Poncho.

Amigos Desconocidos (Vondy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora