.Despedida. Parte I

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"Así sin más se marchó. Lo único que dejó atrás fue la sensación de vacío en los corazones que alguna vez ocupó."

Los días en Piscis parecen ser más largos de lo que son en casa. Todo parece ir más lento y cobrar colores y vida. Me ha sido sencillo adaptarme a este lugar y la verdad es que no tendría ningún problema en quedarme aquí hasta que deba marcharme a estudiar. Si es que me aceptaron. Aunque no debería preocuparme, cuento con dos de los requisitos por los cuales te pueden aceptar: Dinero y talento.

En este momento el sol hace añicos las células de mi piel descubierta mientras camino hacia la escuela de baile de Sophia. He estado haciendo esto por varios días ya, puesto que estar la tarde completa con su padre en el museo no es algo que alguien de mi edad encuentra totalmente divertido, además de las actividades a las que se. He pasado mis tardes con ella pues su hermano parece estar ocupado en el hospital, Iván más que atareado y su hermana pequeña tiene más actividades que mi papá el día en que se proclamó la reciente unión de las islas del Caribe a las Américas, tras muchas negociaciones. Es por eso que la señorita Bristol es mi guía turística y compañía.

Seguirle el paso puede resultar un poco agotador —mi colchón es testigo—, pero es divertida. Sus ojos son una adivinanza continua, igual que sus cambios de ánimo y su manera de ver la vida es lo que menos esperaba en alguien de su edad. Estos días me ha enseñado los lugares más importantes de la Isla —lo básico para no perderme—, he conocido a muchas personas que ahora ya me saludan como uno más de ellos, y lo que he aprendido es invaluable.

Como cada uno de los anteriores días espero a que se despida de sus amigas mientras me aparto del sol del mediodía en el enorme árbol de flores blancas frente a su escuela. Sophia, es decir, Sophie, va de un lado al otro despidiéndose de sus compañeras y camina directo hacia mí. Sus pies apenas y parecen tocar el suelo gracias a la gracilidad y liviandad que tiene por sus clases de baile. El suelo no es digno.

¿Qué hay Silver? —me saluda como todos los días, apenas y me mira mientras sus compañeras murmuran a sus espaldas sin dejar de observarnos.

He conversado mucho con otras personas aquí. Un par de amigos de Sebastián y de Sophia, y algunas de las visitas que recibe la señora Santos. Es más famosa de lo que pensaba por interpretar sueños de una manera muy acertada —en teoría—. Puede que algún día vuelva a pedirle consejo para que interprete uno de mis sueños; durante los últimos días han estado cambiando y sorprendiéndome bastante.

La sigo por un puente tras otro escuchando cómo ha ido su clase y lo que haremos el día de hoy. Al parecer vamos a la playa, a hundirnos en el mar de colores. —No estoy preparado para ir a la playa —comento mientras veo que la arena y la brisa del mar se hacen presentes. Me mira de arriba abajo y comenta que no necesito nada que no lleve encima ya.

Nuestros pies se hunden en la arena al quitarnos los zapatos. El sol ha hecho su trabajo calentando la superficie, tanto que quema la planta de los pies —quemadura sobre quemadura—. Entre pequeños saltos voy hacia la orilla donde el agua calma el calor. Sophie llega a mi lado burlándose de mí por "la danza del extraño".

¿Con que soy muy gracioso? —Me vuelvo hasta su lugar y la alzo en mi espalda como un saco de papas. Grita como una desquiciada ya que no es la primera vez que decido llevarla así. Pero qué más se puede hacer con alguien tan testarudo como ella.

Cae en el agua con un ruido fuerte. Emerge en apenas unos segundos totalmente mojada con su cabello cubriendo sus mejillas y el ceño fruncido. —¡Vas a pagar por esto, Silver! —se pone en pie en medio de las olas y comienza a nadar hacia mí.

¿Debo tener miedo? —me alejo de ella lo más posible, tanto que alcanzo a ver el tono oscuro y normal del Pacífico cerca. Es increíble como ellos están separados de todo el mundo loco y controlado de allí afuera. Realmente no tienen idea.

.Piscis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora