.Despedida. Parte II

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Media hora más tarde ya todos se han ido. Hemos visto el cambio en los ojos del señor Bristol, en los de su esposa y sus dos hijos y he visto como aparece la marca en los ojos de los Luna en Iván, Oliver y Sophie. Lo cual fue jodidamente asombroso de ver. El proceso es muy similar al que vi en los ojos del pequeño Santiago.

Ahora estamos los dos sentados en la orilla del muelle. "Mi hermana Luna" ha escuchado atentamente mientras le cuento lo que su padre ha compartido conmigo, exceptuando los experimentos que él practicó en ella. No creo que deba saberlo.

—No entiendo por qué no me había dicho nada de esto —dice enfadada, casi dolida.

—Yo tampoco entiendo por qué me lo contó a mí. Lo siento.

—Sí, sí claro. Vienes aquí, te enteras de todo antes que nadie y lo sientes —habla aceleradamente, como lo hace siempre. ¿Siempre? ¡La conoces hace menos de dos semanas!

—Ese no es el punto Sophie, el punto es lo que te acabo de contar es algo extraño, ¿no crees? —es inexplicable que ellos aún existan.

—¿Extraño? El extraño aquí eres tú, además... —se acerca demasiado y me mira detenidamente. Está muy cerca. Mi respiración se queda atrapada en alguna parte de mi esternón y tengo que llenarme de valor para desviar la mirada de sus labios a sus ojos, tus ojos están cambiando.

Me inclino hacia adelante, observo mi reflejo en el agua colorida y pacífica de la noche.

—Yo los veo igual... —de un momento a otro lo veo, con el movimiento de una espiral, se empieza a formar un aro plateado al borde del iris, tal como le pasó a los ojitos de Santiago, encarcelando el azul de mis ojos. Luego como en una explosión diminuta de luz se reparte equitativamente por mis ojos formando diferentes líneas. Se ve reflejado en el agua como si un fuego artificial estuviese estallando en mis ojos. Ahora son grises, casi plateados. —¡Wow! —me enderezo maravillado—. Tengo líneas plateadas, como las tuyas. ¡Wow!

—Bienvenido a esta locura... —dice amargamente. El mismo instinto sobreprotector que me ha embargado varias veces en los últimos días, me impulsa a abrazarla y simplemente lo hago. Sus brazos me enrollan el torso y una sensación de plenitud y hermandad me invade de adentro hacia afuera.

Unos segundos después siento una fuerza extraña que emana de ella, algo que me liga a su cuerpo como cientos de cuerdas. Tiran de mí hacia ella como la fuerza magnética entre dos imanes de polos opuestos. Me separo un poco y veo su silueta envuelta en colores traslúcidos; morado, gris, azul, rojo y blanco.

Nos separamos en medio de una palpable incomodidad, como si de la nada los hilos que nos unían se hubiesen partido—. Ahora que soy un Habilis ¿Cuál se supone que será mi habilidad? Tú tienes una visión de envidiar... ¿yo qué tengo? casi inmediatamente la respuesta se revela ante mis ojos.

****

Habilis. Es una palabra muy pequeña para definir todo lo que soy. Es una palabra diminuta para puntualizar y abarcar todo lo que significa ser alguien diferente y por algo todo esto no para de dar vueltas en mi cabeza mientras camino por el bosque de Fridas. Estoy lejos de casa pues necesito un momento de soledad para que las fichas del rompecabezas tomen su lugar. Para que el peso de cada una de las palabras de mi papá y de Samuel encuentre su lugar en mí.

Es evidente que no es normal tener un don, es decir, una habilidad en el mundo del otro lado del mar de los muertos. Soy algún tipo de ser extraño, complejo y hasta mitológico según lo que me ha dicho Samuel en el muelle. "En las Américas ustedes no existen". Duras palabras para ser asimiladas y entendidas en un solo momento.

¿Cómo voy a vivir en un mundo que no sabe que personas como yo existen? Yo creo que Samuel realmente no sabe lo que dice. Puede que sí sepan de nosotros, puede que él sólo quiera asustarme o convencerme del todo de que el mundo fuera de Piscis no es nada bueno, tal como él lo cree. No lo sé.

Los árboles a cada lado del camino me recuerdan aquella tarde lluviosa que pasé con Samuel. Él parece estar tan cómodo aquí que desearía que me regalara un poco para sentirme unida a éste lugar. Ahora más que nunca quiero salir y saber qué es exactamente lo que pasa con los habilis. ¿Quién hizo esto a nuestro acueducto? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué Samuel ahora es uno de nosotros? ¿Alguna especie de conversión sólo por beber un poco de agua? No suena muy lógico.

Siento que las preguntas se juntan en mi cabeza, se agrupan y desagrupan dándole sentido a mi vida; a mi partida de Piscis.

Parece que todo hubiera dado un vuelco en cuanto "el extraño" llegó. Tal vez sin su llegada mi papá no hubiera compartido la realidad conmigo. Es probable que no supiera mucho de lo que ahora sé sobre el mundo al que pienso viajar.

Tengo miedo, lo admito, pero es algo que debo hacer.

El viento que se cuela entre los árboles parece susurrar la respuesta que me dio mi mamá hace muchos años, aquel día en que Iván me preguntó el porqué del cambio de color de mis ojos, retumba en mis oídos: "Tú eres única mi niña. No te olvides nunca de eso". Vaya que tenía razón.

Me dejo caer en la base de uno de los árboles en el camino. No me atrevo a dar un paso más. Abrazo mis rodillas con mis brazos, respiro un par de veces y busco fuerzas en el cielo y en mi interior para lo que estoy por hacer. Voy a marcharme, voy a conocer la verdad, voy a tener una vida fuera de Piscis y todo va a ir bien. Seré una gran bailarina y exploraré el mundo. No dejaré que el miedo y las historias de Samuel me amedrenten.

Estoy lista. Esto es lo que siempre quise. Me pongo en pie después de una última respiración y me lanzo a correr a toda máquina hasta la plaza para hacer un tour final de mi hogar, de lo que extrañaré y que debo dejar atrás.

La decisión está tomada. Prepárate mundo, aquí voy.





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