.Costumbres.

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"Es cuestión de aprender a apreciar, a sorprenderse.

Naturalizar la vida es igual a morir."

Me encuentro vagando por las calles de Piscis mientras el tiempo pasa. Debo esperar a que la señorita Bristol esté lista. En primera medida, era Iván quien tenía la tarea de guiarme alrededor de la isla, pero se ha ocupado en su trabajo. Por lo tanto decidió que lo mejor sería encargarme a alguien más, a su mejor amiga y amante de lo extranjero: Sophia. No tenía ni la menor idea de que sería la misma chica que cayó en la fuente, la chica de la playa y... la hija del señor Bristol, mi tutor respecto a la isla.

Isla pequeña, todos se conocen. Todos son familia...

La cuestión con esta jovencita es que debo esperar a que terminen sus clases de danza para partir con ella a donde sea que quiera llevarme. Hace un par de días fuimos al norte de la isla, conocí algunas personas, amistades suyas y unos buenos lugares para comer la mejor comida jamás inventada.

Giro por una calle más esperando encontrar algo que llame mi atención, y lo hago. Una construcción de ladrillos con ventanas de color amarillo, con cientos de objetos en la entrada, me llama desde otro lado de la calle. Cruzo esquivando algunas bicicletas y un grupo de niños jugando algo que creo que es rugby. La casa desprende un olor peculiar, como el que se percibe entre libros antiguos y materiales cerca de la pudrición. Sorprendente lugar, Samuel.

Un anuncio hecho con trozos de madera, piedras, corales, tachuelas descoloridas y pintura me hace saber que es un lugar de residencia para cachivaches. Ese lugar donde lo que ya no tiene uso conoce su empolvado final. Paso entre varias cajas de libros y estantes llenos con estatuillas, ceniceros, cuadros pequeños, retratos a blanco y negro, cadenillas, fotos Polaroid y cientos de cosas más. Por un segundo todo a mi alrededor se torna sepia, denota lo antiguo y el poder de lo que allí se encuentra y de su historia.

-Hola, ¿puedo ayudarte con algo? -una voz llama desde la parte trasera. Me acerco hasta el mostrador y veo a un joven con una revista entre sus manos y sus ojos fijos en ella.

-Eh... Bueno, la verdad es que no sé qué busco -contesto sin dejar de ver alrededor. El lugar es el sueño de cualquier acumulador.

Escucho que algo se cae y miro al muchacho. -¡Tú! Yo sé quién eres -lo que se ha caído es su revista y su expresión definitivamente ha cambiado. Me observa detenidamente con una sonrisa que parece una mueca. -Eres el chico nuevo, ¿no es así? -asiento levemente-. Samuel, ¿verdad? -vuelvo a asentir y siento la necesidad urgente de salir de aquí porque él me asusta, pero lo dejo al recordar que en esta isla es inevitable que no sepan quién soy.

Sin dejar de sonreír habla consigo mismo, mencionando que Sophie ha sido muy mala ya que no nos ha presentado antes. Según él, ella está llevándome a lugares que él no frecuenta y que es de muy mal gusto de su parte puesto que son mejores amigos. -Mm, pues lo siento mucho.

Mueve sus manos con desdén y se presenta. -Oliver Rivera. Un gusto Samuel -tiendo mi mano y la atrapa con fuerza. Al soltarla me ofrece un recorrido, pero es detenido por una mujer que aparece desde la trastienda. Ella le pide que vaya a terminar el inventario si es que quiere terminar su turno a tiempo para llegar a la despedida. Escucho a Oliver gruñir, luego se vuelve hacia mí, sonríe, se va deseándome felices compras y una buena venta a su abuela. La señora le da una palmada en el trasero muy gentil y se ríe.

-Buenas tardes, jovencito. ¿Qué puedo hacer por ti además de salvarte de mi nieto? -las arrugas en sus ojos son delgadas y sus dientes son evidencia de un largo tiempo como fumadora.

.Piscis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora