Hacerlos pensar

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uzada personal
en el que usted mismo juzgará si es un santo o un demonio;
usted mismo encadenara su alma a este mundo carnal
y preparara la cosecha personal del territorio.

Voy con mi armadura cargada de dudas;
el temple de mi espada sosegado,
mis miedo se encuentran en una cuna
y la ganas de un exterminio me han cegado.

Camino tan firme como un recién nacido;
miro todo los días como la primera vez,
hago bromas en el campo de batalla como si nunca hubiese crecido
y recuerdo , por si al caso, cual es el día del mes.

Me quito el casco porque me pesa para el cuello;
la capa solo arrastra lodo,
con mi mano izquierda garabateo en mi pecho el sello
que no importa si cierro los ojos lo recuerdo de cualquier modo.

Me quito los zapatos,
quiero sentir la tierra bajo mis pies
y no me preocupo de mis huellas hechas garabatos,
ya que no importa cuanto me esfuerce, mas nunca volverán a ser mis pies.

La ansiedad son las baquetas que aceleran mi pulso;
el sudor calma mi temperatura corporal,
mis pies no alteran la marcha marcial que parece poseer su propio curso,
y, por supuesto, no se ni como esto va a comenzar...Ni mucho menos terminar.

Lanzo el primer ataque,
estimo que la estocada ha tocado hasta el alma del individuo.
Predigo que lo dejara indispuesto varios días del calendario
y estimo que el miedo y las dudas de mi espada hayan creado en él un presidio.

El roce de mi alma espero que les cree dudas
y mi aura de batalla espero los deje vislumbrado
Solo soy un cruzado más
con la espada como convicción,
y espero que los demás
vean que los cortes de mi espada tienen una misión.

¿Cuál misión?
De hecho este poema tiene algo de cinismo y tiene su toque perverso,
ya que les aseguro que mi convicción
se los dejé como el titulo de estos versos.

El lujo del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora