Mientras tomábamos café junto a una ventana con vistas a las calles de Madrid, nacían las sonrisas cómplices entre Blas y yo.
-Entonces... -Comenzó a decir. –Te estás dando cuenta de que eres... ¿gay?
-No lo sé. –Suspiré. –Blas... Todo empezó cuando te conocí. Y no es justo. Carlos te quiere.
-¿En serio? –Preguntó sorprendido. –Cuéntamelo, Álvaro. Necesito saberlo.
-La primera vez que te vi... La primera vez que me sonreíste... -Me sonrojé. –Me hiciste sentir como ninguna chica me había hecho sentir nunca. He tenido novias, rollos, llámalo como quieras, pero nunca he sentido tanto cruzando una mirada con nadie como contigo.
-Álv... -Susurró clavando sus ojos en los míos.
-Pero da igual, Blas. Tú estás con Carlos. Él te quiere, te quiere muchísimo. Hacía mucho tiempo que no le veía tan feliz.
-Yo también le quiero. –Bajó la mirada.
-No hay más que hablar entonces. –Sonreí amargamente. –Seremos amigos.
Blas acarició mi cara con suavidad mientras me miraba fijamente, como si estuviera grabando mi cara en su mente. Aunque para ser justos, eso era lo que yo estaba haciendo. Me levanté para irme pero Blas me detuvo.
-Y si... -Dijo acariciando mi mano. -¿Y si hacemos que esta tarde sea para nosotros?
-¿Qué quieres decir?
-Que pasemos la tarde juntos, que vayamos a donde sea, que cenemos juntos, que disfrutemos... -Suspiró. –Que hagamos como si Carlos no existiera durante las próximas horas.
Le miré sorprendido. Me sentía fatal, no quería hacerle eso a Carlos, no podía hacerlo. Pero no podía dejar de mirar a Blas, de imaginar cómo sería estar con él. Y cuanto más lo pensaba más injusta me parecía la situación para mí. Él estaba con Carlos solo porque había llegado primero...
-Está bien. –Dije finalmente.
-Genial. –Sonrió.
Salimos a la calle y Blas me agarró de la mano. Miré cómo entrelazaba la suya con la mía y sonreí nervioso.
-Tengo miedo, Blas. –Dije mientras caminábamos.
-¿De qué?
-De que todo cambie.
-Sh... -Me abrazó con firmeza. –Las personas que te quieren de verdad van a seguir haciéndolo.
Hundí mi cabeza en su pecho y él la beso. Estuvimos así, parados, en mitad de la calle. Nos daba igual todo. Y me sentía tan bien...
-¿Quieres que vayamos un rato a mi casa? –Acarició mi cuello. –Vivo solo.
-No sabía que vivías solo.
-No lo sabe mucha gente. No quiero que se monten fiestas en mi casa, no me gustan. –Se encogió de hombros.
-Vamos. –Sonreí.
Estaba muy nervioso. Sabía que no íbamos a su casa a jugar al parchís. Cuando llegamos Blas se quitó la chaqueta y se tiró al sofá. Me invitó a sentarme junto a él. Comenzó a masajear mis hombros, despacio.
-Tranquilo, Álv. –Susurró en mi oído. –No vamos a hacer nada que no quieras, ¿vale?
Asentí. Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás. Cuando volví a abrirlos, mis ojos se encontraron con los de Blas.
Acerqué mi cara a la suya hasta que nos fundimos en un beso. Diría que el mejor beso que he dado nunca. Mis nervios se fueron calmando con los besos y las caricias de Blas, que hacía que sus manos se perdieran en mi cuerpo. Fue bajando hasta desabrochar mi pantalón. Pero ahí se detuvo.
-¿Estás cómodo? –Preguntó acariciando mi cara.
-Mucho... -Susurré.
-Me encanta oír eso. –Sonrió y volvió a besarme. –Sé que no es fácil.
-Tú lo estás haciendo fácil.
Rozó mi nariz con la suya y volvió a besarme, esta vez con más fuerza, casi con necesidad. Su mano se introdujo de lleno en mis pantalones y agarró mi erección. Gemí al notarlo y él se rió.
-Ven aquí...
Bajó mi ropa interior y después la suya. Se colocó levemente sobre mí y agarró mi mano hasta llevarla a su erección. La agarré con cuidado y comencé a masajearla poco a poco.
-Muy bien... -Gimió.
Sonreí y volví a besarlo. Él siguió moviendo su mano, aumentando el ritmo despacio. Le imité, moví mi mano alrededor de su miembro mientras le besaba por todas partes.
Introduje mi cabeza en su cuello mientras gemía cada vez más. Hasta que no pude más, y me corrí. Pasaron unos minutos hasta que conseguí que Blas se corriera.
-Lo... Lo siento. –Dije aun jadeando.
-No seas tonto. –Sonrió. –Ha sido genial.
Volvió a besarme y me abrazó, apretándome contra él. Me sentía tan a gusto así...
Casi empezaba a anochecer cuando volvimos a salir. Dimos un paseo interminable mientras nos contábamos de todo, desde las historias más absurdas hasta las más profundas. Acabamos cenando en un restaurante de comida rápida.
Después de horas y horas de conversación, me acompañó a casa. Cuando llegamos me abrazó y me besó.
-Ha sido genial, Álvaro. –Suspiró. –Tú eres genial.
-Gracias, Blas. –Volví a besarle. –Nos vemos.
Nos despedimos y subí a casa. Me encerré en mi habitación y al tumbarme en la cama no pude evitar empezar a llorar.
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Doubts || Blálvaro ||
Fanfiction¿Qué pasaría si un día descubres que no eres quien crees ser? Blálvaro || Blarlos.