Capítulo 10.

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Llegamos a casa de Blas. Entré y me quedé de pie hasta que me pidió que me sentara junto a él. Estaba nervioso, muy nervioso.

-Te juro que me había propuesto olvidar todo esto, seguir con Carlos, quererle. Pero no puedo alejarte de mí. Simplemente... No puedo, Álvaro.

Se acercó a mí y yo me quedé quieto, mirándole.

-Cuando Carlos me contó lo que había pasado... Tenía que ir a tu casa, tenía que verte, tenía que saber que estabas bien, ¿entiendes? –Acarició mi cara y cerré los ojos. –Es como si necesitara protegerte...

-Pero Blas...

-Deja los peros, Álvaro. –Suspiró. –¿Es que no entiendes que me da igual todo? Que te quiero.

-Yo también te quiero. Te quiero mucho.

Me lancé a él y me acogió entre sus brazos. Hundí la cabeza en su cuello mientras él acariciaba mi pelo con delicadeza.

-Y sé que te sentirás fatal ahora mismo, por todo, pero es que la situación no es fácil. –Me hizo mirarle a los ojos. –Pero nada es culpa tuya, ¿vale?

-Claro que es culpa mía. Si no hubiera sido tan imbécil... Si no hubiera llamado a Izan porque te echaba de menos...

-Ahora estoy aquí, contigo. –Sonrió. –Eso es lo que importa.

-Sí, pero volverás a irte. Con Carlos. Y no te culpo, pero soy yo el que va a quedarse solo.

-No pienso dejarte solo. –Unió su frente con la mía. –Voy a estar contigo siempre que quieras. Solo tienes que llamarme, da igual lo que esté haciendo, iré contigo. Pero tienes que entender que no puedo dejar a Carlos...

-¿Y no está mal que estemos juntos sin que él lo sepa?

-Me da igual lo que esté bien o lo que esté mal, Álvaro. No puedo dejaros... A ninguno.

-Está bien...

Blas sonrió y me besó, despacio, recorriendo mis labios con su lengua. Enredó sus manos en mi pelo y me atrajo hacia él. Sus manos acariciaban mi espalda por debajo de mi camiseta.

-No, Blas, por favor...

-Está bien. –Sonrió. –Tranquilo.

Me abrazó y besó mi mejilla con dulzura.

-Y-Yo...

-Eh, eh. –Blas acarició mi cara. –Tenemos todo el tiempo del mundo.

Sonreímos y de nuevo le abracé. Me sentía a gusto entre sus brazos, me sentía a salvo.

Volví a casa y le conté todo a mi hermana. Había vuelto a tener esa confianza con ella que creía haber perdido. Me escuchaba, me entendía.

-Álvaro, ¿sabes que vas a pasarlo mal?

-Lo sé. –Asentí. –Pero también sé que Blas hará que merezca la pena.

Me metí en mi habitación y me puse alguna serie. No dejaba de mirar mi teléfono esperando algún mensaje de Blas. Pero viendo que no llegaba, decidí mandárselo yo.

Álvaro: Buenas noches, bebé. Te quiero..

Pasó un buen rato hasta que respondió.

Blas: Buenas noches, mi vida. Descansa, te quiero mucho.

Sonreía como un idiota mirando el móvil. Releyendo sus mensajes. Y sonreía al pensar que, de alguna forma, era mío.

Las semanas siguientes fueron como un sueño. Blas y yo estábamos juntos prácticamente todos los días. No hacíamos nada especial, simplemente nos íbamos a su casa y nos tirábamos en el sofá. A veces veíamos películas, otras ni siquiera eso. Y otras solo nos comíamos a besos.

Una de esas tardes, mientras estábamos abrazados viendo una de Harry Potter, apareció Carlos por sorpresa. Me escondí en la habitación de Blas.

-¿Qué haces? –Dijo Carlos al entrar.

-Nada, viendo una película.

-Ah, con que esa era la cosa tan importante que tenías que hacer y por la que no podías quedar conmigo.

-Carlos...

-No, Blas. Estoy cansado. Llevas semanas ignorándome. ¿Qué cojones te pasa?

La voz de Carlos sonaba enfadada y triste. Se me encogía el estómago al oírle así.

-No me pasa nada, cariño.

Entreabrí la puerta y vi cómo Blas abrazaba a Carlos. Y como le besaba.

-Te echo de menos. –Susurró Carlos.

-Mañana nos vemos, ¿vale?

-Sí... Vamos a casa de David. Hace una de sus fiestas. Ya he avisado a Álvaro.

-Genial. Hasta mañana mi amor.

Se despidieron con un largo beso en la puerta. Cuando cerró volví a salir. Me quedé frente a Blas, sin saber qué hacer o qué decir.

-Blas... -Susurré.

-No digas nada. –Se acercó a mí y me abrazó. –Solo quédate, por favor.

Asentí y besé su cuello, sus hombros, su cara y por último sus labios. Nos susurramos cuánto nos queríamos entre beso y beso, sin parar. Estuvimos así hasta que me marché a casa.


Doubts || Blálvaro ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora