Capítulo uno.

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Cuando me dí cuenta de que llevaba unos minutos observandole me dí una bofetada mental y aparté la mirada. Me encogí en mi sitio y abracé mis rodillas acurrucandome en aquel frío banco de mi parque favorito, saqué mi móvil y mis auriculares, en cuestión de segundos empezó a sonar Wings de Birdy. Me pongo a pensar en mi vida, realmente es un desastre. Me siento muy sola, mis padres han tenido que salir de España por dos años, sí ya se que es mucho, decidselo a ellos. Me cuida mi nana Esther.
Cuando quiero darme cuenta subo la mirada y él ya no está y en cierto modo si el no está el parque se me hace más aburrido así que decido levantarme, acomodo bien mi falda lisa negra y voy dando tumbos por Barcelona hasta llegar al chalet de mis padres. Sé que mi nana no está, no está casi nunca, ¿entendéis por qué me siento sola?
Subo trotando las escaleras de mármol blanco hasta llegar a mi habitación, abro y un olor infantil a melón y chicle invade mis fosas nasales. Una sonrisa aparece en mi rostro automáticamente, mi habitación, mi ropa, todo tiene un aroma tan infantil. Sinceramente tengo cierta obsesión por el melón, mi champú, mi perfume, mis cremas, todo es de melón.
Me quito mis botas negras y las llevo al armario, repito el proceso con mi falda y mi camisa para meterme en la ducha. Después de mi relajante ducha me pongo mi pijama, es de conejito, de una sola pieza rosa. Soy tan infantil. Mañana es mi primer día de Instituto y sí llega el temido segundo de bachillerato.

Suena mi despertador y maldigo internamente. ¡¿ Por qué teníamos que comenzar las clases a las siete ?! POR QUÉ.
Me levanto perezosamente de la cama para ir hacia el armario. Opto por una blusa rosa palo, mi collar favorito y unos pantalones de talle alto todo esto acompañado de mis botas negras favoritas. Tardo unos minutos en ondularme el pelo y me pongo mi base. A veces odio ser tan pálida porque prácticamente no hay ningún corrector de mi color. Me pongo rimel en mis largas pestañas y perfilo con un rosa pálido mis gruesos labios. Me miro en el espejo importado de Francia regalo de mis padres por mi cumpleaños número 16 y la verdad no me veo mal pero tampoco es que me encante. Nunca he llegado a aceptarme al 100% físicamente. Tengo el cabello rubio bastante largo, mido 1'75, tengo unas curvas bastante acentuadas y unos ojos azules muy grandes. Me lavo mis dientes, me pongo mi perfume de melón y cuando miro la hora pego un pequeño chillido, cojo mi bolso y corro hacía el autobús.
Y si, tengo mucha suerte porque cuando llego a la puerta de mi salón está cerrada. Qué esperabas Lucía llegas 20 minutos tarde.
Toco la puerta tímidamente y abro, el profesor me fulmina con la mirada.
-Bueno, a quién tenemos aquí.¿Quién te crees para interrumpir mi clase de esta forma?
Por qué me habla así pienso, pero de mi boca no sale ningún tipo de sonido y me quedo petrificada en mi sitio.
-¿Te comieron la lengua los ratones? Vaya niñata.
Todos comienzan a reír, hasta el profesor se ríe.
Iba ha hablar, pero un ruido me sacó de mi trance mental y todos miramos de dónde procedía ese ruido. Y me quedé de piedra, el chico del parque miraba furioso al profesor y a mi. Espera...¿a mi por qué?

Lost InoccenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora