4- Miedo.

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- Ten, Phoebe- Me susurró la cuidadora mientras ponía un vaso en mi mano.

- Gracias, Sra. Louisse- Agradecí mientras miraba el frasco de pastillas para dormir en la palma de mi mano. Fingí que la tomaba bajo la atenta mirada de la mujer y luego, cuando esta salió de mi habitación, la volví a meter en el frasco.

Estaba decidida a averiguar quien era la persona que dejaba flores en mi ventana y para eso, debía suspender por ese día el consumo de esas píldora.

2:30 A.M


Volví a cabecear por séptima vez esa madrugada. Aún me negaba a rendirme, quería atrapar a la persona que se ingeniaba para asustarme con esas espeluznantes notas, pero justo ahora, tenía un pequeño problema: Mi cuerpo se había acostumbrado a estar inconsciente a estas horas y se negaba a dejar que me desvelara y cumpliera mi objetivo.

Mis párpados iban a volver a unirse, pero algo llamó mi atención e impidió que llevara a cabo esa acción. Sentí mi corazón duplicar sus palpitaciones y mis ojos no se despegaron de la mano que se sostenía del marco de la ventana.

- Imbécil, vas a hacer que me caiga- Una voz grave hizo que mi piel se erizara y me tensara entre las sábanas. Traté de que mi respiración no se tornara irregular, pero me fue imposible lograrlo.

Mis pupilas se dirigieron hacia la figura negra que ya había podido escalar hasta ponerse de cuclillas sobre el borde. Por un segundo, no se movió y casi vomito lo que comí ese día. Un suspiro salió de la silueta y posó una mano sobre el vidrio.

Un gemido involuntario salió de mis labios a causa del miedo. De sólo pensar que quería entrar a mi cuarto, me ponía los pelos de punta. El chico se sobresaltó un poco cuando me escuchó y apreté la almohada que tenía entre las manos, sin importarme si notaba que estaba despierta.

- Mc, creo que está teniendo una pesadilla- Le susurró a alguien luego de mirar en mi dirección un rato.

- ¡Cuidado, puede ser que esté despertando!- Escuché claramente el grito de otro chico debajo.

Una risa ronca salió de los labios de aquel desconocido y se me hizo extrañamente familiar.

- ¡Claro que no, idiota!- Habló- Ella usa pastillas para dormir- Volteó a verme de nuevo.

En ese momento, desee poder levantarme y ver la expresión de su rostro, saber quién era y qué quería. Pero sabía que era imposible; y de no haber sido así, me hubiese congelado del miedo antes de poder llegar a descubrir su identidad.

Chillé cuando casi resbala y quise golpearme por ser tan tonta. Cerré los ojos con fuerza y escuché a su amigo gritar.

- Tranquilo, no pasó nada. Estoy bien- Le dijo. En eso, sentí el frío viento nocturno filtrarse en mi habitación, moviendo parte de mis cabellos.

«¿¡Qué acaso no cerré la ventana con seguro!?»

Sus zapatos hicieron un rechinido al impactar contra el suelo de mi alcoba. Segundos después, una frías manos acariciaron mi mejillas.

- Es tan...- Suspiró y una estúpida y miedosa lágrima cayó desde mi ojo- Shhh, cariño- Detuvo su recorrido con el dedo índice- Calma, calma.

Y no lo aguanté más.

- ¡¡¡Mamá!!!- Chillé con todas mis fuerzas, logrando desgarrar mi garganta y que el muchacho se sobresaltara, retrocediendo sorprendido.

Flores en mi ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora