Me preguntaba si este chico no se cansaba de trepar cada noche a mi ventana y dejar una flor distinta a la de días anteriores. Fingía que me molestaba, pero en realidad era todo lo contrario; incluso había comenzado a almacenar cada una de ellas en el fondo de mi armario, esperando que se marchitaran.
Había tratado de explicar a mi madre, pero no me creía, y yo no la culpaba. En el pasado, cuando tuve el accidente que me dejó en silla de ruedas, alejé a todas las personas que me rodeaban, y una vez que estuve sola, no agradándome la sensación de vacío en el pecho, comencé a mentir sobre cosas para tratar de atraer la atención de alguien a mi persona, echándome encima una niñera que servía únicamente para robar comida de mi casa.
Y sí, tengo un padre como todo el mundo lo tiene, sólo que él consiguió un reemplazo para mí y mi madre, y tampoco lo culpo, yo hubiese hecho exactamente lo mismo si hubiese estado en su lugar.
Mi madre estaba espantada y se asomaba a mi habitación de vez en cuando con cierto recelo. Era normal, ya que nunca me había visto sonriendo y tarareando canciones de mi lista de reproducción, mucho menos abrazando unas flores casi marchitas como si fueran mi vida.
Tal vez me estaba agradando todo ese embrollo de las flores. Sólo tal vez.
Lamentablemente, Darwin siguió apareciendo por mi casa con la estúpida excusa de que quería ser mi amigo. Lo eché a escobazos como si mi vida dependiera de ello; hay algunas cosas que no cambian.
Me había animado a escribirle más seguido a mi querido nuevo amigo. Le preguntaba cosas sobre su vida que no pusieran en peligro su identidad, cosas como su tipo de canciones favoritas, cual era su color favorito y si tenía mascota, entre otras muchas cosas, y esto sabía hasta ahora:
* Tenía 17 años.
* Le gustaba el pop. (cosa que me desagradó un poco)
* Le encantaban los conejos, pero no podía tenerlos.
* Amaba el color rosado. (Mi menos favorito, por cierto)
* Le encantaban las flores, algo obvio. (A mi me parecían patéticas, pero las aceptaba)
Así que prácticamente no teníamos nada en común, pero de todos modos me gustaba.
¡Las flores, no el chico!
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Flores en mi ventana
RomanceNo sabía que hacer. ¿Asustarme por el loco que se subía a mi ventana a dejar flores? ó ¿Enamorarme de cada palabra que era escrita en el papel? Sucedía casi todos los días, una flor de cualquier tipo aparecía en mi ventana con un papel sin firma ama...