La luna estaba llena y ni una sola nube surcaba el cielo. La noche había caído y la hora de rescatar a Theo había llegado. En el bosquecillo donde nos habíamos escondido estaba en una colina, y de allí se podía divisar Stone Sky en todo su esplendor. No era por hacer sombra a Tower Esk y sus paredes frías de piedra gris, pero ese castillo protegido por seis enormes torres, era un verdadero paisaje en color ambarino. Lástima que perteneciera a los Maclaurin.
Todos estaban sentados en la oscuridad, y la luz de la luna que se colaba dejaba entrever las piedras y algún que otro charco. Esperábamos escondidos detrás de los árboles, al límite del bosque, esperando que la luna alcance su cenit, cuando no proyectara sombra sobre nosotros. O eso dijo Dray. Supuse que era cuando dieran las doce, cuando la luna estuviera alta. Él lo sabría por la posición de la luna que bañaba todo el valle con su luz plateada, tan hermosa que hacía parecer Stone Sky de hierro. Nunca había apreciado tal belleza natural, o tal tranquilidad al ver la esbeltez de un paisaje; sentía algo especial al ver ese castillo.
Vi a Duncan compartir algo de beber con los demás, esperando. Me ofreció con la mirada, pero con una sonrisa tenue le negué con la cabeza y volví la mirada al castillo, sin poder dejar de observarlo.
Drayton apareció de pie a mi lado con su mano suspendida frente a mis ojos.
―Caminemos un momento― pidió, inescrutable.
No me quedaba más que acceder. Acepté la mano que me ofrecía y nos alejamos del grupo a unos metros, donde solo se escuchaban mis propios pasos y el tintineo de la espada de él.
―Seguro sabes volver ¿no?― quise bromear, pero más bien sonó a ruego. Eso logró hacer reír a Dray.
Aún estábamos cerca del borde del bosque, aunque lejos del grupo. Paramos de caminar, y apoyé la espalda en el tronco de un árbol, con las manos detrás. El carcaj y el arco se habían quedado con los demás, y ahora me arrepentía, pues si él quisiera hacerme daño no podría clavarle una flecha en su ojo.
Se detuvo a una distancia no muy grande frente a mí, con la pierna flexionada en una piedra y el codo en la rodilla, casi a mi altura. Fueron tensos momentos en los que sólo me miró. Entonces supe lo que antes sospechaba.
―Creo que te amo― soltó de repente, mirando mis ojos.
La comisura de mi labio se alzó ―Creo en dragones ― ironicé en un susurro confidencial.
Su suave risa me tranquilizó ―Esto...― vaciló, incapaz de exponer sus sentimientos ―, no sé, no sé qué siento contigo, yo...― no podía terminar una frase, y ni siquiera podía mirarme a los ojos. Bajaba la mirada al vacilar.
―Sabes que no está bien― dije muy tranquilamente.
Alzó la vista ―Sé que está mal, tú estás― hizo una pausa seguido de un pesado suspiro― relativamente casada― concluyó.
―Estoy enamorada― le corregí.
―Lo sé― dijo en voz baja.
―Tú no estás enamorado de mí― sonreí ―, sólo te gusta mi forma de ser, eso lo sé, pasa a menudo.
―¿Qué pasa a menudo?
Me encogí de hombros ―Cuando vives entre varones sabes cómo manejarlos, y si vives con padres calurosos aprendes a ser buena. Tengo una buena vida llena de amor, y creo que siempre quiero contagiar la felicidad en mí, con un par de bromas tontas o tonterías que digo la gente puede olvidar a menudo sus problemas por un momento y disfrutar de mi compañía aunque a veces sea...― torcí mi gesto ―complicado callarme.
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Eternal Soul
AdventureEva, de aún dieciséis años, con su alegre sonrisa y sus ganas de vivir una aventura es una apasionada de la historia y ahora contempla entre sus dedos su nueva posesión; una daga que es su herencia y sobre la que pesa una maldición. Y ante sus ojos...