1. Discúlpeme, pero debo seguir, anochece.

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Me encuentro ante un cruce de caminos y no sé cuál seguir.

Porque no sé a dónde me llevará ninguno. Pienso que alguno me llevará a mí hogar, pero recuerdo que carezco de él, se consumió, ya no existe.

Llevo un día de camino, aunque no voy a ningún lugar, no conozco ningún otro que el que dejé atrás.

Las personas con las que compartía mí día a día me han dado la espalda, ha sido aún peor, me han repudiado. Me siento... cual caco que intenta robar un bonito corcel y este le da una coz, pues la que ha recibido la coz he sido yo.

Suspiro mientras me doy cuenta que he pagado lo que mi padre germinó en los últimos años tras esas gruesas murallas, ahora ya lejanas.

Creo que no puedo escoger el camino a seguir, porque ya estoy cansada de caminar sin saber a dónde dirigirme. Estoy harta de caminar en vano.

De repente, oí una gruesa voz, la cual me paralizó no podía moverme ni reaccionar. No es por miedo, simplemente llevo una larga caminata sin escuchar a nadie y no me noté hasta este momento, qué tendré que dar una explicación.

- Trajines de gran tamaño lleva en sus faldas por lo que veo, más buenos ropajes parecen. Sólo hay dos opciones, mi señora, u os han asaltado mientras viajaba en su carreta, y por sus ropajes diría que era de una buena madera oscura con los asientos recubiertos para hacerle más cómodo el viaje. O ha sido usted mi señora, quien se ha aprovechado de la desgracia de esos pobres transeúntes y le ha robado lo poco que les quedaban.

No presté gran atención a sus palabras, mi mente trabajaba en varias excusas de mi camino a solas y con dicha vestimenta. Hasta que escuché lo de la carreta, él me daba dos opciones o era propietaria o la había atracado. Anhelaba una respuesta o un gesto, ya que sentía cómo con paso seguido se acercaba.

Posó su gran mano sobre mi hombro y me preguntó:

- ¿Dígame mi señora, cual es el motivo que ha provocado su solitario viaje por estos rudos lares y en tan mal estado, si se me permite?

Al notar su tacto sobre la ya sucia y desgastada manga de mi vestido, me estremecí. Nunca había sentido el tacto de un hombre con tal descaro e intimidad. Ese gesto me hizo dar un paso hacia delante y girarme lentamente ya que temía lo que mis ojos pudiesen ver.

Cuando terminé de girarme por completo levante mi vista y no me esperaba esa escena. Un hombre que aparentaba unos pocos años más que yo, no tenía una buena higiene, parecía que llevaba ya unos días de viaje sin parar en cantina alguna.

Tenía una altura de por lo menos dos varas y media, el pelo muy oscuro y una barba con la misma tonalidad, no se ha aseado en días con seguridad.

Me intimidaba su presencia.

- ¿Le han cortado la lengua mi señora?

Al ver su insistencia y por mi falta de compañía durante varios días, carraspee e intenté contestar sin que se notara mi nerviosismo.

Aunque en vano conteste con voz carrasposa

- No mi señor, prefiero no hablar del motivo de mi solitario camino.

Dije entre dientes, creo que si me entendió fue a duras penas.

- Mi señora, no puede caminar sola por estos lares. No sólo las bestias que habitan entre estos aborales, son los peligros a los que se puede enfrentar. ¿A dónde se dirige?

Este joven es de lengua vivaz, y de mente curiosa e entrometida.

No deseo mostrarme como una maleducada ante un transeúnte que sólo desea ayudarme, o eso parece. Pero debo pensar en mi camino, necesito ya un lugar que denominar destino y dónde conseguir nuevos ropajes. Pero antes debo pensar en qué decir cuando me cruce a indiscretos por el camino sin que sospechen, ni se entrometan en mi viaje. Pero no lo lograría ahora ni delante de él así que debo despedirme y alejarme. Él no puede ayudarme de forma alguna.

Trébol (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora